Mostrando entradas con la etiqueta paciencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta paciencia. Mostrar todas las entradas

domingo, 28 de agosto de 2022

Encontrar tu ritmo, parar cuando haga falta

Tengo la sensación de que la sociedad se acelera, cada vez va a un ritmo más rápido. Las películas de hace 30 años nos parecen lentas, en esas películas las cosas ocurren más despacio. Ese ritmo nos impacienta, tenemos prisa hasta para ver una película.

No hace tantos años esperabas una semana para ver el próximo capítulo de una serie que te gustaba, no te quedaba otro remedio. Mantenías la intriga durante toda la semana. Ahora se han puesto de moda los maratones de series, donde puedes ver toda la temporada de una sentada.

Perdemos la paciencia con mayor facilidad, queremos que todo se mueva al ritmo que marcamos. En los atascos nos ponemos nerviosos, vivimos con prisa y en ocasiones sin darnos cuenta. Vivimos en la sociedad de la inmediatez, todo tiene que ser para ya.

Cada sitio tiene su ritmo, no es lo mismo vivir en Madrid que en una ciudad más pequeña o en un pueblo. Me encanta ir a Canarias, todo trascurre con más calma, con menos prisa, al menos para mí, que suelo ir sin muchos objetivos, simplemente a estar.

Quizá sea ese del problema, vivir gobernados por los objetivos, por el futuro, hace que nos perdamos el presente, que queramos que pase rápido, para llegar a algún lugar. Equivale a querer que pase rápido la vida, a acercarnos más rápido a la muerte, que es lo único seguro.

Llevados por un ritmo frenético, con prisa, a veces sin saber a dónde vamos con tanta prisa. Con prisa, la vida pasa, sin darnos cuenta. Saltamos de una actividad a otra porque se nos ha olvidado el “dolce far niente”, el placer de la ociosidad, del disfrute del tiempo presente, sin objetivo, simplemente estar.

Para bajar el ritmo pensamos en la meditación, no sabemos como parar, lo hemos olvidado. Recuerdo la imagen de un orangután inmóvil, tranquilo, simplemente estando. Diría que estaba descansando, como si descansar fuese el único motivo para estar parado. Con tantos objetivos olvidamos el placer de “simplemente” estar.

El placer de "simplemente" estar. Nos creemos superiores y se nos olvidan cosas básicas
Nos cuesta respetar el ritmo de las cosas, queremos hacer la comida más rápido, leer más veloces, adelgazar en tres días, aprender un idioma en una semana. Cultura de la velocidad, de ir rápido.

No podemos tirar de una planta para que crezca más rápido, la arrancaremos. Tiene su ritmo, requiere sus cuidados, en el momento adecuado.

Ni nos paramos a pensar cual es nuestro ritmo. Con tanta actividad dejamos de sentirnos. Nos dejamos arrastrar por el entorno.

Si con la bicicleta nos empeñamos en seguir el ritmo del que sube la montaña más rápido que nosotros, es probable que nos llegue una pájara, que nos quedemos a mitad de puerto sin fuerzas para pedalear. Lo mismo pasa si no aprovechamos los avituallamientos para coger fuerzas.

Es necesario encontrar nuestro ritmo, encontrar nuestras paradas, cuando nos hacen falta, sin esperar a que el cuerpo nos pare, que nos de una pájara de la vida, que nos haga difícil continuar.

No hay prisa, cultiva la paciencia y el disfrute del momento ¿Para que ir tan rápido a ningún lugar?

domingo, 20 de diciembre de 2020

El secreto para conseguir resultados

En este mundo de la inmediatez, donde todo lo queremos para ya, hace dos semanas escribía sobre la paciencia y la constancia para llegar donde queramos. La energía la podemos encontrar en el propósito, en la meta clara, en un objetivo donde encontrar motivación, el motivo para la acción.

A veces esa constancia supone sacrificio y esfuerzo, acompañados de fuerza de voluntad. Otras veces parece más fácil, hay un secreto para conseguir la constancia necesaria.

Quería escribir una entrada en el blog todas las semanas y encontré mi rutina de domingo por la mañana: Al levantarme me ponía a escribir lo que me había venido rondando por la cabeza durante toda la semana. Resultaba fácil, casi automático, el sábado me venían muchas ideas a la cabeza y el domingo escogía sobre qué escribir.

Ahora, la rutina ha cambiado, el domingo por la mañana vamos al monte. Me levanto, me calzo las botas de montaña y nos vamos a respirar aire puro y a disfrutar del almuerzo. Un hábito que también me encanta.

De repente se hace más difícil escribir la entrada el blog, ahora supone esfuerzo, no tiene su hueco automático y tengo que buscárselo. Las ideas no avanzan solas. Cuando sabía el momento en el que iba a escribir, era como si cuerpo y mente se preparasen automáticamente.

Si quiero seguir escribiendo semanalmente puedo dejarlo a encontrar el momento y poner fuerza de voluntad cada semana o encontrar el mismo espacio de tiempo todas las semanas (día y hora), para que se convierta en rutina y funcione casi solo. Poner esfuerzo las primeras semanas para que después funcione en automático.

Ayer oía hablar a Nadal de las rutinas para sacar cuando juega al tenis, algunos lo pueden llamar manías. Dice que esas rutinas solo las tiene cuando compite, que ayudan.

Rutina de Rafa Nadal. Tomado de sextoanillo.com

Las rutinas y los hábitos son casi sinónimos. Nos llevan por un camino, en una dirección, casi sin darnos cuenta. En algunos casos nos ayudan y en otros nos pueden perjudicar, sobre todo si nos llevan al exceso.

Dicen que un hábito necesita de 21 repeticiones para establecerse. Es una gran mentira, que a base de repetirse parece verdad. Lo cierto es que cuando repetimos algo, con cada repetición, la siguiente resulta más fácil. Con el tiempo lo convertimos en parte de nosotros.

Si me acostumbro a leer todos los días antes de acostarme me costará dormir si no leo. Si me acostumbro a correr todos los días, el día que no corro me duelen las piernas, es su forma de decir que falta algo.

Las rutinas, los hábitos, pueden ser difíciles de establecer. Lo más difícil es empezar. Después continuar resulta más fácil. La inercia hace que después sea difícil frenar, dejarlo.

La primera ley de Newton, la ley de la Inercia, dice que todo cuerpo continuará en su estado de reposo o movimiento rectilíneo uniforme a no ser que se le aplique una fuerza que le haga cambiar de estado. Como los cuerpos de Newton tenemos inercia, nos mantenemos en nuestras rutinas a no ser que hagamos algo para cambiar.

La clave está en el comienzo, aplicar la fuerza de voluntad inicial suficiente para empezar a movernos o cambiar de hábitos. Escoger los hábitos que nos convienen, empezar y con cada repetición nos costará menos seguir.

Ahora que llega el nuevo año, que seguro vendrá acompañado de buenas intenciones, regálate buenos hábitos, que te hagan más fácil tener una buena vida.

Los hábitos nos evitan tener que hacer con esfuerzo y tener que decidir en cada momento que hacer. Nos llevan a la meta pudiendo disfrutar del camino, sin desgastar la fuerza de voluntad, que es limitada.


Te deseo un 2021 lleno de buenas rutinas.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Con constancia y tiempo, se llega

Vivimos en un mundo de inmediatez, parece que todo tiene que estar a un clic de distancia. La cultura nos empuja al corto plazo, olvidando el largo recorrido ¡Lo queremos todo para ya!

Vivimos como la liebre, del cuento de la liebre y la tortuga, corriendo en distintas direcciones, en ocasiones sin dirección. La tortuga va despacio y llega, siempre llega. Mientras la dirección está clara todo le lleva a la meta ¿Cuál es tu meta?

Las cosas que merecen la pena, muchas veces, llevan su tiempo. No aprendimos a andar en un día, tampoco a hablar. Cosas, aparentemente sencillas, que nos permiten movernos y comunicarnos. Nos llevó su tiempo aprender, así aprender otras habilidades también lleva su tiempo.

Teníamos claro el propósito, dicen que un niño se cae, de media, 4000 veces antes de aprender a andar. Aun con todas esas caídas, aprendemos, somos constantes, tener claro el objetivo y ver a otros que lo han logrado nos estimula, sin darnos cuenta.

Descendemos de agricultores, que con paciencia y constancia cultivaban la tierra, la preparaban, sembraban y seguían cuidando la planta para que creciese, nutriéndola en cada caso con lo que necesitase. No se puede obligar a la planta a crecer más rápido tirando del tallo, la arrancaríamos.

Una planta no crece más rápido si tiras de ella, la arrancas y no podrá crecer

Dibujo de Leyre Fontaneda

Cultivar, con paciencia y constancia es la clave de la cosecha. La ley de la cosecha “recoges lo que siembras” y cuidas. Aunque a veces hay reveses, agentes externos que perjudican la cosecha, lo que está claro es que si no siembras no recoges.

Muchos no quieren pensar en objetivos, no quieren mirar al futuro, dicen que les estresa o se escudan en la importancia de “vivir el presente” ante un futuro indeterminado. También es una forma de vivir.

Por mi parte me gusta apostar por el equilibrio, entre presente y futuro, entre la producción de hoy y la inversión para el futuro. El disfrutar hoy y sentar las bases para seguir disfrutando en el futuro. De la cosecha de hoy, dejar semilla para sembrar y poder recoger mañana.

El futuro, sin olvidar el presente, que la meta no borre el camino que ahora recorres. Sin caer en la trampa de la felicidad derivada, esa que llegará algún día, olvidando la felicidad de cada día.

Como regla, hacer todos los días algo que disfrutes, para no perderte en el futuro, en lo que vendrá. Equilibrar el largo plazo con el corto plazo, los frutos que recoges y disfrutas hoy con la siembra y la cosecha futura.

La vida no es una carrera hacia la tumba ¿Dónde vamos corriendo tan rápido? Vivir a ritmo lento para poder contemplar el paisaje, disfrutar de la compañía y de los regalos de cada día.

La obsesión por el futuro, la prisa porque llegue, puede hacer que te olvides de vivir hoy. También el descuido del futuro lo hace más incierto. Hoy estás construyendo tu futuro. Encuentra tu equilibrio, no siempre es fácil.

miércoles, 29 de junio de 2016

Eso también pasará

Ayer mi hija de 11 años estaba deseosa de comprar un juego de ordenador, decidida a gastar parte de sus ahorros en él me pidió ayuda para poder comprarlo por Internet.

La idea no me convencía demasiado. Con su insistencia acabó convenciéndome, la tenacidad suele tener su recompensa. Me senté con ella y la ayudé a informarse de los gastos y la invite a sopesar la posibilidad de que una vez comprado no funcionase en el ordenador.

Cuando nos informamos resultó que el equipo no es capaz de gestionar el juego así que finalmente descartó el comprarlo, con el consiguiente disgusto.

Para ella fue un gran revés y estuvo lamentándose toda la tarde. Aunque no parece para tanto y es lo que nos sale decirle, “que no merece la pena ponerse así por un juego”, para ella si era importante.

Las cosas que nos parecen importantes a los 11 años no son las que nos parecen importantes a los 20 y van cambiando conforme vamos pasando años. El tiempo suele curar la mayoría de los disgustos (algunos se nos atascan).

Una buena fórmula suele ser pensar si eso será importante dentro de cinco años, nos suele dar otra perspectiva, espero que mi hija no se acuerde dentro de cinco años de ese juego que no pudo instalar en el ordenador.

El tiempo todo lo cambia, lo transforma. También cambia el modo de ver las cosas y cómo percibimos lo que nos pasa y lo que nos pasó. Según vamos cambiando vamos viendo nuestras vivencias de modo distinto, no las vemos como son sino como somos, las vemos según nuestras propias gafas, nuestro modo de ver y esas gafas las vamos cambiando con los años.

Hay eventos importantes en la vida, que la transforman, que nos transforman y que además pueden ser desgraciados: la muerte de un ser querido, una separación, te deja tu primera pareja…

Hay veces que no podemos hacer nada, salvo aceptar lo que nos pasa y seguir adelante. No tiene por qué ser justo desde nuestro punto de vista.

Que nuestra pareja nos pida el divorcio no es justo ni injusto, puede ser triste porque esperábamos una vida juntos, la tristeza duele, toca el duelo por la vivencia perdida. El tiempo suele curar esa herida, como muchas otras, la pena dura un tiempo, después tenemos que ver la ventana que se abre tras la puerta cerrada.

El duelo por una muerte de un ser querido, por una separación normalmente será más largo que el duelo por un juego que no puedo comprar. Si nos quedamos enganchados a la pena perderemos las oportunidades que nos ofrece la vida. Cada uno tiene su tiempo.

Tan obsesionados estamos con el hacer, con el solucionar las cosas, que no nos damos cuenta de que hay problemas que se solucionan solos. No siempre hay que dar respuesta, a veces la mejor respuesta es no hacer nada.

Según Ovidio “el tiempo es la mejor medicina” aunque puede ser también dolorosa. Dicen que el tiempo todo lo cura aunque no lo venden en las farmacias. La paciencia es la madre de la ciencia y esperar sin desesperar puede solucionar muchas cosas.
Foto de www.reflexionesparatiyparami.com
Problemas que se solucionan mejor solos que si nosotros intervenimos. Hay veces que es mejor no responder, que la mejor respuesta es no hacer, el silencio y la calma.

Ante un problema, un contratiempo, pregúntate cuál será su importancia dentro de cinco años, ayuda a distinguir lo importante de lo accesorio. Analiza también si es mejor ponerlo en el montón de los problemas que se solucionan solos o en el montón de los irresolubles que es mejor aceptar.

viernes, 26 de febrero de 2016

El poder del baile

El baile, de manera natural, forma parte de nosotros mismos. Los niños bailan cuando están contentos, como forma de expresarse, para relacionarse con los demás. Podemos encontrar bailes de celebración, para ir a la guerra o para atraer la lluvia. El baile expresa sentimientos y estados de ánimo.

Como forma de entretenimiento y encuentro nos vamos juntando, este año uno de cada dos fines de semana, unas cuantas parejas en el pueblo para bailar y aprender esta forma de comunicación y acercamiento.

Surgió como surgen otras muchas cosas, casi sin querer, y el grupo ha ido creciendo gracias a la pasión que pone el maestro, Atigo, que lleva el ritmo en la sangre después de unos años viviendo en Cuba. No llevamos mucho tiempo y para los que no habíamos bailado mucho el avance es espectacular.
Atigo y su pasión
El pasado fin de semana caí en la cuenta de la cantidad de cosas que se pueden aplicar al día a día de las aprendidas en el baile:
  1. La importancia de la pasión, que es contagiosa y anima a aquellos que te rodean. Hacer las cosas con pasión lleva a que salgan y se perciban mejor, nos impulsa a seguir, como hace Atigo.
  2. La vergüenza limita el aprendizaje, si no te atreves a probar los pasos, aunque al principio salga mal, no aprenderás. Para avanzar hay que salir de la zona de confort y arriesgarte al qué dirán.
  3. No sale bien a la primera, hay que seguir intentándolo y practicar, mucho mejor un rato a diario. Ser constante y no desfallecer siguiendo tus metas.
  4. Dar tiempo para que el aprendizaje deje poso, no se puede conseguir todo en un día, tener paciencia, saber esperar a que la siembra de sus frutos.
  5. No estamos solos, todo funciona mucho mejor cuando te coordinas con quien te acompaña, es fundamental saber comunicarse y entender las señales.
  6. No hace falta correr, no hacen falta grandes movimientos, sólo seguir el ritmo, dejarse llevar por la música en la dirección correcta. Si corres demasiado te vas a pegar una gran sudada (como a mí me pasaba) y acabarás muy cansado.
  7. Para seguir el ritmo hay que escuchar la música. En la vida hay que escuchar para no hacer a lo tonto, no hacer las cosas que no hacen falta o no meterte donde no te llaman. La escucha es la mejor herramienta para bailar y para comunicarte.
  8. Aprender a usar las pausas, saber parar y esperar. En un mundo donde vivimos la cultura de la prisa la pausa tiene un gran impacto, dando un discurso, meditando una respuesta o bailando.
  9. Disfrutar del baile, sale mejor, te ayuda con las dificultades y los errores se toman con humor en lugar de con desesperación, ayudando a mejorar. Disfrutar de lo que haces tiene el mismo efecto.
  10. La importancia de estar con otros, el baile no es lo mismo estando solo, aunque también se puede disfrutar de bailar sin compañía. Los compañeros nos ayudan a un viaje más enriquecedor.

La vida es un baile y tú escoges si te quieres quedar mirando o quieres saltar a la pista y bailar, vivir y compartir con los demás ¡qué disfrutes del baile!

miércoles, 27 de mayo de 2015

Ley de la cosecha

En un par de generaciones hemos perdido gran parte de nuestra conexión con la naturaleza. Mis abuelos eran agricultores, estaban conectados con la tierra y entendían bien las leyes naturales, la vida les iba en ello.

Una de esas leyes universales es la ley de la cosecha, hay que sembrar para poder recoger. Además no es automático, no vale solo con sembrar, existe todo un proceso. Este proceso va en contra de la cultura del pelotazo, hay que dar tiempo para que la semilla crezca y poder recoger los frutos.

Cada fruto tiene su periodo de crecimiento y maduración, una cosa es sembrar trigo y otra distinta es plantar un cerezo. En un caso nos puede permitir recoger en un periodo más corto y en otro en un plazo más largo, también durante más tiempo.
Cosecha de quinoa - foto de Mariano Mantel
Antes de nada hay que preparar la tierra, como hace el caballero con suerte que consigue el trébol de cuatro hojas en el libro “La buena suerte” de Alex Rovira y Fernando Trías de Bes. Buscar la tierra adecuada, prepararla para cuando llegue la semilla.

Una vez preparada la tierra y en el momento adecuado toca sembrar y sembraremos según lo que queramos recoger, si quieres recoger tomates no sembrarás patatas.

Cada semilla, cada planta, necesita sus cuidados, regar lo necesario, quitar las malas hierbas. Según lo que sembremos y lo que queramos recoger habrá momentos en los que tengamos que tener mayor dedicación y emplearnos con disciplina, no vale con regar hoy para todo el mes, hay que ir de forma progresiva.

Y tenemos que estar atentos para recoger en el momento oportuno, cuando la semilla ha madurado. La cosecha también puede suponer dedicación, disciplina y esfuerzo.

Quien convive con agricultores sabe que no siempre que se hace el trabajo se recoge, no siempre que se siembra y se pone empeño la cosecha es buena, dependemos de fenómenos que no controlamos, como que haga calor o frío, de que hiele en el momento menos oportuno.

A pesar de estas componentes menos controlables es casi seguro que si no siembras no recogerás y que sembrando incrementas tus posibilidades de recoger, tanto o más cuanto mejor conozcas el proceso de lo que siembras y cuanta mayor disciplina apliques.

Para conocer cómo sembrar y llegar a una buena cosecha lo mejor es preguntar a los que ya lo han hecho. Vamos pasando nuestros conocimientos de una generación a la siguiente, lo que nos ha permitido ir aprendiendo cada vez más, apoyándonos en los que vinieron antes que nosotros. Aprovecha este conocimiento que ya está ahí.

Somos responsables de lo que recogemos, si no te gusta lo que recoges mira a ver qué es lo que has sembrado (y cómo has cuidado lo que has sembrado). Sirve para resultados académicos, en las relaciones con los demás, en el trabajo que tienes y en todos los aspectos donde busques un resultado. Somos responsables de nuestra vida y dependiendo de lo que siembres hoy recogerás mañana.


¿Qué es lo que estás recogiendo? ¿Qué quieres recoger? ¿Cuál es el proceso? Paciencia, que la semilla crezca lleva tiempo, y disciplina, no todos los días apetecerá ir a cuidar la tierra ¿Qué vas a sembrar y recoger?

El periodo de crecimiento puede ser largo y en algunos casos puede parecer que no está sucediendo nada. La naturaleza tiene sus reglas y son reglas a respetar.