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domingo, 20 de julio de 2025

Volver al ritmo (sin correr)

Estamos a día 20 del mes… y esta es solo la segunda entrada que escribo en julio. Lo noto, lo reconozco. He perdido el ritmo.

Hasta hace poco, escribir cada semana era parte de mi rutina, un hábito sencillo y valioso: los domingos me sentaba a escribir, y desde ahí salía lo que quería compartir. Me ayudaba a ordenar ideas, a escucharme, a mantenerme conectado conmigo mismo y también con quien está al otro lado leyendo. Lo disfrutaba, me aportaba, pero ese ritmo se ha ido difuminando.

Sin embargo, no me fustigo, no me castigo, no me culpo por no haber escrito más este mes. Me hago una pregunta más útil: ¿por qué dejé de hacerlo? ¿Qué cambió, en mí o a mi alrededor? ¿Y quiero retomar? La respuesta es sí. Por eso escribo esta entrada: no para ponerme al día con lo que no escribí, sino para volver a empezar.

Es como cuando has dejado de ir al gimnasio durante un tiempo. Al principio cuesta volver. Te das cuenta de lo bien que te hacía cuando ibas, de lo que has perdido sin darte cuenta. Pero tampoco se trata de hacer en dos días lo que no has hecho en un mes. No es cuestión de correr ni de exigirse en exceso, casi seguro que si empiezas demasiado fuerte te vas a lesionar, además de perder la motivación y la fuerza para seguir. Se trata de volver con amabilidad. De reencontrar el disfrute en lo que haces. De recordar que esto te sienta bien.

Volver al gimnasio después de un tiempo cuesta. Especialmente el primer día
Hoy escribo porque quiero. Porque escojo continuar. Porque sé que esto me hace bien.

Y si tú también has perdido algún ritmo, algo que te sienta bien, te dejo algunas ideas sencillas que hoy me estoy dando a mí mismo:

  • Vuelve poco a poco. No hace falta compensar todo de golpe. Haz algo pequeño hoy.
  • No empieces desde la culpa, sino desde el deseo de estar bien.
  • Busca el disfrute, no solo el resultado.
  • Sé constante, no intenso. La intensidad se agota rápido; la constancia puede sostenerse.
  • Encuentra tu ritmo, no el que “debería” ser, el tuyo. Ese que te va.

Recuperar el ritmo no es volver al punto exacto en el que lo dejaste. Es abrir un nuevo espacio, parecido, pero no igual. Y, sobre todo, saber que siempre puedes volver. Sin prisa. Sin presión. Como quien vuelve a casa.

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lunes, 13 de mayo de 2024

El saber del Monasterio

La semana pasada estuve en Silos con unos amigos. La mayoría del grupo de sistémica del que hablé el 21 de diciembre (Saber juntarse es todo un arte). El grupo crece, se han incorporado dos más, que enriquecen lo que ya había. Encuentro para caminar juntos, aprender y avanzar.

El miércoles tuvimos la suerte y el privilegio de poder conversar con el abad del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Inicialmente nos ilustró sobre la regla de San Benito y su aplicación a cualquier organización.

Santo Domingo de Silos (foto tomada de sitiosdeespana.es)
La Regla de San Benito, escrita en el siglo VI, es un conjunto de principios y directrices para la vida monástica. Aunque muchos de sus principios pueden aplicarse de manera efectiva a cualquier organización y a su dirección:

  • Liderazgo de servicio, basado en la comunidad: la regla expresa como la autoridad debe ejercerse con humildad y en beneficio de la comunidad monástica. En las organizaciones, esto se traduce en un liderazgo que valora y promueve la colaboración, la participación y el bienestar de todos los miembros del equipo.
  • Las cosas importantes hay que consultarlas, aunque es responsabilidad del que dirige decidir, después de haber consultado. Dar voz y participación a las personas y a la vez no eludir la responsabilidad del cargo.
  • Equilibrio entre trabajo y descanso (ora et labora): la Regla promueve el equilibrio entre trabajo y oración, tiempo para el descanso y el recreo. Invita a las organizaciones a equilibrar también los tiempos. Nos dijo el abad que San Tomas de Aquino invitaba a tener aficiones, también a los monjes y mucho más a nosotros.
  • Respeto por la individualidad: La Regla de San Benito enfatiza el respeto por cada individuo en la comunidad, reconociendo sus dones y talentos únicos. La atención a la diversidad, que suena tan moderna, ya estaba presente hace 1500 años.
  • Responsabilidad personal: La Regla hace hincapié en la disciplina personal y la responsabilidad individual para el crecimiento espiritual y el bienestar de la comunidad. Fundamentales en el desarrollo de cualquier organización o de cualquiera a nivel personal.

Después tuvimos oportunidad de conversar. En el monasterio se vive a otro ritmo, con más pausa. La conversación del abad era meditada y profunda, a la par que sencilla y accesible.

Me encantó escuchar la perspectiva de cientos de años, el respeto con el que se expresaba. Cuando hablamos de visión a largo plazo en la empresa pensamos en tres, cinco o diez años (ese plazo ya nos parece una barbaridad). El abad hablaba con una perspectiva mucho más amplia sobre las consecuencias en 30 a 60 años.

Hablamos de como llevar la rutina. Para el la rutina, más que aburrida, era más fácil. Contó como los días que pasa fuera del monasterio echa de menos las horas de levantarse, de comer, el ritmo marcado por la oración (de Laudes a Completas). Los hábitos nos ponen las cosas más fáciles.

Recalcó como todos tienen que aportar, el que puede mucho que aporte mucho, el que puede menos que aporte menos. Pero que no por poder aportar menos deje de aportarlo. Todos tenemos una contribución que hacer.

La vida en el monasterio no es tan distinta de la vida en cualquier organización. Las enseñanzas del siglo VI siguen siendo aplicables ahora, igual que las enseñanzas de los filósofos griegos. Tenemos más tecnología, pero no somos tan distintos.

No apunté lo que dijo, estaba absorto escuchando. Me quedé con unas cuantas ideas que se van diluyendo en mi memoria, espero que mi cuerpo las haya absorbido, que queden en mi subconsciente, para cuando sean necesarias. Nos regaló la regla de San Benito, la leeré despacio, creo que tiene mucha sabiduría en sus letras.

Gracias por aportar tanto.

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domingo, 14 de enero de 2024

¿Cuál es tu ritmo? El que te sienta bien

¿Has tenido la sensación de ir demasiado rápido en el coche? Puede que el coche vibre, que parezca que un golpe de viento te puede mover… Si tienes la sensación de ir demasiado rápido es posible que sea así, que vayas demasiado rápido y la probabilidad de accidente sea más alta.

Esa velocidad no es la misma para todos, ni para cada uno en distintos momentos. Depende de muchos factores:

  • El entorno: condiciones del tráfico, de la carretera, climatología, visibilidad, etc.
  • Del vehículo: no es lo mismo un coche que otro, su estado de conservación, etc.
  • Del conductor: con más o menos experiencia, cansancio, nivel de atención, etc.

La velocidad, el ritmo adecuado será distinto en cada situación, para cada uno, en cada momento.

Pasa lo mismo con la vida, si tienes la sensación de que vas demasiado rápido, es posible que así sea. Demasiado rápido no te da tiempo a ver por donde vas, te pierdes la vida, no te da tiempo a saborearla. Es como comer a toda velocidad, no das tiempo a saborear lo que comes.

No se puede hacer crecer más rápido una planta tirando de ella
Si vas demasiado rápido es momento de reducir la velocidad ¿A dónde vas tan deprisa? Perdido en el hacer, hacer, hacer, puedes haber perdido la perspectiva, hacer por inercia sin saber dónde vas. No solo no sabes dónde te encaminas, el para qué de tanto hacer, sino que te pierdes el camino, el disfrutar de cada actividad.

Demasiado rápido dejas de disfrutar de actividades, haceres, que antes disfrutabas y ahora haces por inercia (te sientes obligado por la costumbre, sin saber por qué). No te pierdas el disfrutar del camino.

Respetar los ritmos, respetar tus ritmos, la velocidad que te conviene. Todo en la naturaleza tiene ritmos. En invierno la naturaleza para, las hojas se caen, todo descansa, para brotar con fuerza en primavera. El día y la noche marcan otros ritmos, nosotros regulados por los ritmos circadianos (cerca de un día), dormimos por la noche (si podemos) para tener energía al día siguiente. Equilibrio entre el descanso y la acción. Si estás todo el día sin parar tienes un problema, si no tienes estaciones de descanso tienes un problema y las consecuencias te vendrán, cuando menos conviene.

No puedes hacer crecer una planta más rápido tirando de ella, la acabas arrancando. Tienes que respetar su ritmo de crecimiento. Lo único que puedes hacer es preparar la tierra, regar cuando conviene, estar atento a facilitar su crecimiento y tener paciencia, su desarrollo llegará, cuando toca.

Así tenemos también que respetar nuestro ritmo, no tirar demasiado de nosotros mismos, o acabaremos como juguetes rotos. Si no sabes frenar a tiempo tendrás que sufrir las consecuencias.

Si vamos con otros, respetar sus ritmos. Cada uno tiene el suyo, acompañados nos solemos adaptar a un caminar más rápido o más lento. El grupo nos ayuda a encontrar un buen ritmo si sabemos escuchar. Si el ritmo de ese grupo no es el tuyo, quizá toca cambiar de grupo.

Escuchar los ritmos, sentir los ritmos, el tuyo y el de los que te acompañan. Encontrar el ritmo adecuado, la velocidad adecuada, para cada entorno y para cada uno ¿Cuál es tu ritmo? ¿Estás yendo demasiado rápido?

Si llevas demasiado tiempo, yendo demasiado rápido, es tiempo de parar.

domingo, 28 de agosto de 2022

Encontrar tu ritmo, parar cuando haga falta

Tengo la sensación de que la sociedad se acelera, cada vez va a un ritmo más rápido. Las películas de hace 30 años nos parecen lentas, en esas películas las cosas ocurren más despacio. Ese ritmo nos impacienta, tenemos prisa hasta para ver una película.

No hace tantos años esperabas una semana para ver el próximo capítulo de una serie que te gustaba, no te quedaba otro remedio. Mantenías la intriga durante toda la semana. Ahora se han puesto de moda los maratones de series, donde puedes ver toda la temporada de una sentada.

Perdemos la paciencia con mayor facilidad, queremos que todo se mueva al ritmo que marcamos. En los atascos nos ponemos nerviosos, vivimos con prisa y en ocasiones sin darnos cuenta. Vivimos en la sociedad de la inmediatez, todo tiene que ser para ya.

Cada sitio tiene su ritmo, no es lo mismo vivir en Madrid que en una ciudad más pequeña o en un pueblo. Me encanta ir a Canarias, todo trascurre con más calma, con menos prisa, al menos para mí, que suelo ir sin muchos objetivos, simplemente a estar.

Quizá sea ese del problema, vivir gobernados por los objetivos, por el futuro, hace que nos perdamos el presente, que queramos que pase rápido, para llegar a algún lugar. Equivale a querer que pase rápido la vida, a acercarnos más rápido a la muerte, que es lo único seguro.

Llevados por un ritmo frenético, con prisa, a veces sin saber a dónde vamos con tanta prisa. Con prisa, la vida pasa, sin darnos cuenta. Saltamos de una actividad a otra porque se nos ha olvidado el “dolce far niente”, el placer de la ociosidad, del disfrute del tiempo presente, sin objetivo, simplemente estar.

Para bajar el ritmo pensamos en la meditación, no sabemos como parar, lo hemos olvidado. Recuerdo la imagen de un orangután inmóvil, tranquilo, simplemente estando. Diría que estaba descansando, como si descansar fuese el único motivo para estar parado. Con tantos objetivos olvidamos el placer de “simplemente” estar.

El placer de "simplemente" estar. Nos creemos superiores y se nos olvidan cosas básicas
Nos cuesta respetar el ritmo de las cosas, queremos hacer la comida más rápido, leer más veloces, adelgazar en tres días, aprender un idioma en una semana. Cultura de la velocidad, de ir rápido.

No podemos tirar de una planta para que crezca más rápido, la arrancaremos. Tiene su ritmo, requiere sus cuidados, en el momento adecuado.

Ni nos paramos a pensar cual es nuestro ritmo. Con tanta actividad dejamos de sentirnos. Nos dejamos arrastrar por el entorno.

Si con la bicicleta nos empeñamos en seguir el ritmo del que sube la montaña más rápido que nosotros, es probable que nos llegue una pájara, que nos quedemos a mitad de puerto sin fuerzas para pedalear. Lo mismo pasa si no aprovechamos los avituallamientos para coger fuerzas.

Es necesario encontrar nuestro ritmo, encontrar nuestras paradas, cuando nos hacen falta, sin esperar a que el cuerpo nos pare, que nos de una pájara de la vida, que nos haga difícil continuar.

No hay prisa, cultiva la paciencia y el disfrute del momento ¿Para que ir tan rápido a ningún lugar?

viernes, 26 de febrero de 2016

El poder del baile

El baile, de manera natural, forma parte de nosotros mismos. Los niños bailan cuando están contentos, como forma de expresarse, para relacionarse con los demás. Podemos encontrar bailes de celebración, para ir a la guerra o para atraer la lluvia. El baile expresa sentimientos y estados de ánimo.

Como forma de entretenimiento y encuentro nos vamos juntando, este año uno de cada dos fines de semana, unas cuantas parejas en el pueblo para bailar y aprender esta forma de comunicación y acercamiento.

Surgió como surgen otras muchas cosas, casi sin querer, y el grupo ha ido creciendo gracias a la pasión que pone el maestro, Atigo, que lleva el ritmo en la sangre después de unos años viviendo en Cuba. No llevamos mucho tiempo y para los que no habíamos bailado mucho el avance es espectacular.
Atigo y su pasión
El pasado fin de semana caí en la cuenta de la cantidad de cosas que se pueden aplicar al día a día de las aprendidas en el baile:
  1. La importancia de la pasión, que es contagiosa y anima a aquellos que te rodean. Hacer las cosas con pasión lleva a que salgan y se perciban mejor, nos impulsa a seguir, como hace Atigo.
  2. La vergüenza limita el aprendizaje, si no te atreves a probar los pasos, aunque al principio salga mal, no aprenderás. Para avanzar hay que salir de la zona de confort y arriesgarte al qué dirán.
  3. No sale bien a la primera, hay que seguir intentándolo y practicar, mucho mejor un rato a diario. Ser constante y no desfallecer siguiendo tus metas.
  4. Dar tiempo para que el aprendizaje deje poso, no se puede conseguir todo en un día, tener paciencia, saber esperar a que la siembra de sus frutos.
  5. No estamos solos, todo funciona mucho mejor cuando te coordinas con quien te acompaña, es fundamental saber comunicarse y entender las señales.
  6. No hace falta correr, no hacen falta grandes movimientos, sólo seguir el ritmo, dejarse llevar por la música en la dirección correcta. Si corres demasiado te vas a pegar una gran sudada (como a mí me pasaba) y acabarás muy cansado.
  7. Para seguir el ritmo hay que escuchar la música. En la vida hay que escuchar para no hacer a lo tonto, no hacer las cosas que no hacen falta o no meterte donde no te llaman. La escucha es la mejor herramienta para bailar y para comunicarte.
  8. Aprender a usar las pausas, saber parar y esperar. En un mundo donde vivimos la cultura de la prisa la pausa tiene un gran impacto, dando un discurso, meditando una respuesta o bailando.
  9. Disfrutar del baile, sale mejor, te ayuda con las dificultades y los errores se toman con humor en lugar de con desesperación, ayudando a mejorar. Disfrutar de lo que haces tiene el mismo efecto.
  10. La importancia de estar con otros, el baile no es lo mismo estando solo, aunque también se puede disfrutar de bailar sin compañía. Los compañeros nos ayudan a un viaje más enriquecedor.

La vida es un baile y tú escoges si te quieres quedar mirando o quieres saltar a la pista y bailar, vivir y compartir con los demás ¡qué disfrutes del baile!