domingo, 27 de noviembre de 2016

La cultura de la organización

Esta semana me he encontrado de bruces con la cultura de la organización en la que trabajo, la Universidad, donde alguien me ha dicho que esto era la primera vez que le pasaba después de 43 años trabajando, con la de cambios que se han producido en los últimos 43 años.

La Universidad es una organización con historia, con solera, cuyas bases se establecen en la edad media, desde dónde llega parte de su cultura, con sus ventajas e inconvenientes.

En una ocasión para experimentar cómo se establece y consolida la cultura metieron 5 monos en una jaula con unos plátanos en lo alto a los que se podía trepar por una escalera. En cuanto un mono intentaba subir por la escalera se duchaba a todos con agua fría. Los monos aprendieron la relación y pronto sujetaban y pegaban al que intentaba trepar.

Después eliminaron la ducha fría, esa consecuencia ya no existía al trepar por la escalera, a pesar de ello ninguno lo intentaba.

Sustituyeron uno de los monos de la jaula por otro que en cuanto entró intentó trepar a por los plátanos. Los demás lo sujetaron y le pegaron para que no subiera. Sustituyeron otro más y otra vez sucedió lo mismo, además el que más fuerte pegaba era el que no había sufrido la ducha fría.

Con el tiempo habían sustituido a los cinco monos iniciales y los cinco que ahora estaban en la jaula, que no habían sufrido nunca las duchas, sin saber porque pegaban a cada uno que entraba nuevo e intentaba coger los plátanos. La cultura estaba consolidada.

No sé si la historia de los monos es cierta, aunque la he escuchado ya multitud de veces y la podemos encontrar hasta en este video de Youtube. Lo que sí que es cierto es que de vez en cuando debemos revisar la cultura de nuestra organización, sus creencias (también es aplicable a nuestra propia cultura y creencias individuales).


La Universidad se va adaptando, la educación también, aunque no sé si al ritmo de los cambios que se producen, me temo que no. Los universitarios actuales ya no recuerdan lo que era vivir sin móvil y su forma de vivir, relacionarse y aprender ha cambiado y cambiará todavía más. La educación y sus organizaciones tiene que cambiar.

Tendemos a repetir lo que funcionó en el pasado como si el presente no hubiese cambiado y así el éxito pasado, que engorda el ego de quien lo tuvo, puede estar engordando también la posibilidad del fracaso futuro.
Es hora de revisar viejos paradigmas que funcionaron y ya no funcionan. Según la teoría de la evolución de Darwin no sobrevive el más fuerte sino el que mejor se adapta a la realidad, el éxito de nuestra especie viene de nuestra capacidad de adaptación a nuevos entornos, desde el ecuador a las zonas polares.

La adaptación puede venir de dentro de la organización, de nuestra propia reflexión o de incorporar talento joven, con nuevas ideas. Aprovechar la visión limpia del nuevo, todavía no cegado por la vieja cultura, para abrir nuevas posibilidades y quizá comer los plátanos.

La organización tendrá éxito si sabemos establecer un equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, entre los experimentados y la ilusión de los nuevos, estableciendo un diálogo fructífero que lleve a la adaptación.

Y en el plano individual la adaptación deberá pasar por estar atento al entorno, a los cambios. Puedo pensar en mi bisabuelo, que cruzó montañas para poder ver una cosechadora o en los cambios que vivieron mis abuelos.

Se atribuye a Leonardo da Vinci la frase “No estamos en una época de cambios sino en un cambio de época” lo qué es más cierto ahora que en sus tiempos.


Aunque lo fundamental permanece cuáles serán los cambios que viviremos, solo el tiempo lo dirá, nos toca vivir la aventura de la adaptación si queremos disfrutar de los frutos (de los plátanos).

domingo, 20 de noviembre de 2016

Los jóvenes de hoy en día sueñan y hacen

“Los jóvenes de hoy en día adoran las cosas lujosas; tienen malos modales y desprecian la autoridad; muestran una falta de respeto hacia los mayores y les encanta platicar en donde estén. Los jóvenes son hoy en día unos tiranos y no son serviciales en sus casas. Nunca se levantan cuando los mayores entran en la casa. Les llevan la contraria a sus padres, hablan delante de la gente, comen golosinas en la mesa, cruzan sus piernas y les faltan al respeto a sus maestros”.

Podríamos oír esta frase a mucha gente ahora, aunque realmente la frase está atribuida a Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo. Así que siempre se ha hablado mal de los jóvenes.

La juventud es una época de descubrimientos, de probar, dónde normalmente nos atrevemos más y tenemos menos ataduras, la juventud es la esperanza del futuro. Seguramente Aristóteles tenía un mal día y había olvidado cómo era de joven.

Este viernes estuve hablando con María, una alumna que hace unos dos años se fue a hacer su trabajo fin de grado, antiguo proyecto fin de carrera, a Méjico. Después de acabar estuvo unos meses viviendo en Las Vegas (Estados Unidos) para aprender inglés. Volvió por España y se marchó a Australia a continuar con el inglés donde estuvo cinco meses para irse de viaje por el sudeste asiático durante cuatro meses y medio. Todo esto con poco dinero y muchas ganas.

Aprendí mucho en la conversación, sobre todo un nuevo mundo de intercambio de servicios que se mueve en internet, sobre el atreverse a hacer cosas, hacer que las cosas les sucedan, sin esperar que sucedan por arte de magia.

Ella ha aprendido de las experiencias, de vivir con gente de distintas culturas, de ver nuevas formas de vivir y todo por salir de la zona de confort, esa zona donde estamos cómodos y aprendemos poco. Para aprender nos tenemos que retar y a veces sentir incomodidad.

El aprendizaje, la experiencia, lo que sabemos, nos da posibilidades, nos abre puertas, además de abrirnos la cabeza. Y las experiencias que tengas dependen de lo que decidas hacer, quedarte en casa delante de la tele con el mando a distancia o hacer cosas.

El momento perfecto nunca llega. Hoy en un foro de emprendimiento que si tienes hijos pequeños igual no es el mejor momento para emprender e iniciar una empresa. Aunque si la juventud ya se pasó y tienes un sueño ¿a qué vas a esperar?
En Nueva Orleans, en 2011, Candy Chang pintó una pared de pizarra y dio espacio y permiso para que la gente soñase, escribió “before I die I want…” (“antes de morir quiero…”) y dejo tizas para que cada uno añadiese lo que quisiese y todos nos pudiésemos sentir acompañados en nuestros sueños. Las cosas más valiosas que tenemos son el tiempo y las relaciones con otras personas, como Candy nos dice en el video más abajo.

No somos eternos, nunca vas a ser más joven que ahora, aunque tengas 60 años. No esperes más para perseguir tu sueño y hacer lo que quieres hacer antes de morir.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Tanto pensar en hacer se pasa la oportunidad

Llevo toda la semana pensando en escribir esta entrada sin hacerlo, no he encontrado el momento. Podría decir que no he tenido tiempo, estaría mintiendo, todos los días tengo y he tenido 24 horas, aunque las he dedicado a otra cosa.

Y es que por mucho que pensemos en hacer algo ese algo no se suele hacer solo, sobre todo si está esperando a que lo hagamos nosotros. Podemos estar pensando en estudiar todo el día sin hacerlo y al final del día no habremos avanzado y además nos sentiremos culpables de no haber hecho. Curioso, estaríamos mejor si ni siquiera hubiésemos pensado en lo que nos conviene.

Y es que darse cuenta de lo que es importante para nosotros en cada momento supone una responsabilidad, por eso muchos prefieren no mirar, no darse cuenta y así no se tienen que hacer responsables. Responsabilidad es habilidad para responder y la respuesta se ve en las acciones.

Así puedo pensar en recoger la mesa y no hacerlo, pensar todos los días en que tenía que hacer ejercicio y no moverme del sofá o pensar en decir algo a esa chica sin acercarme siquiera.

Nos excusamos diciendo que hay que pensarlo bien y no atascamos en la parálisis por el análisis, tanto pensar no hacemos.
Foto tomada del blog mundodeisabel
Además cuanta energía gastamos pensando en hacer algo sin hacerlo, para después fustigarnos por no haber hecho. Darte cuenta de lo que estás “NO HACIENDO” te lleva a la insatisfacción y de ahí puedes sacar la energía para empezar a hacer. Podemos aprovechar esa energía para ponernos en movimiento en lugar de para culpabilizarnos.

Pensar en hacer sin hacer nos lleva a la insatisfacción, esa insatisfacción nos puede impulsar a avanzar si no lo hemos hecho antes

Otras veces no empezamos esperando el plan perfecto o el momento perfecto hasta que perdemos la oportunidad ¿Cuándo es el momento perfecto para tener un hijo? Hay que tener la pareja perfecta, una casa, trabajo indefinido… Y claro cumplimos los 40 esperando y después quizá sea demasiado tarde.

No pienses demasiado no sea que se pase la oportunidad sin ni siquiera haberlo intentado.

La única forma de avanzar es ponerte con ello. Y podemos transformar la insatisfacción en satisfacción del resultado conseguido. Además de disfrutar del camino, sabiendo y sintiendo que estamos haciendo lo que queremos hacer porque es importante para nosotros. Como escribir este texto.

Mira a ver qué es lo que estás pensando en hacer desde hace tiempo, eso que te ocupa la mente y decide cuándo vas a empezar y lo bien que te vas a encontrar cuando lo tengas hecho.

En mi caso, algo que vengo pensando desde hace tiempo es escribir un artículo científico, empiezo mañana, hoy ya he escrito esta entrada.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Cuando las cosas no salen cómo esperas

El pasado fin de semana, puente de Todos los Santos, aprovechamos para hacer turismo, como mucha otra gente. Los restaurantes y hoteles estaban a tope, igual que cuando vas en el metro a hora punta, es el precio que hay que pagar por ir todos al mismo tiempo a los mismos sitios.

Cinco niños y cuatro adultos en la aventura de disfrutar un fin de semana. El sábado teníamos concertada visita a una mina a las 16.30, entramos a comer a un restaurante en el que teníamos reserva a las 14.30 y allí estaba nuestra mesa, con tiempo de sobra para salir a las 16.15 hacia la mina.
Foto de la mina Esperanza en Olmos de Atapuerca (Burgos)
Enseguida habíamos conseguido pedir un primero y un segundo del menú del día, nada complicado. Una hora más tarde todavía no habían traído ningún plato. Después de insistir, a las 15.35 sirvieron cinco primeros, dos de los primeros para los adultos y otros tres primeros que no habíamos pedido, no estaban en el menú, poco apropiados para los peques.

Las cosas no estaban saliendo como estaba previsto. Si no sale según lo previsto es hora de revisar opciones:
  1. Podemos volver a insistir en lo que habíamos pedido.
  2. Podemos cabrearnos y entrar en una discusión que no lleva a nada.
  3. O podemos orientarnos a las soluciones, aunque no sean las óptimas.

Las dos primeras nos llevan a resultados que no queremos.
  1. Insistir cuando tenemos un camarero desbordado que no da más de sí (o un compañero de trabajo, de vida o un hijo) no lleva a la solución, lleva a que se desborde más y piense menos.
  2. Cabrearse tampoco lleva a soluciones. Según Dale Carnegie “Nadie puede ganar en una discusión”. Una discusión es una conversación donde nadie escucha a nadie, solo se piensa en contestar. Si te enfadas pierdes la orientación a la solución y te esfuerzas por tener razón aunque no se solucione nada.

Como está claro que la mejor opción es la tercera, veamos cómo orientarnos a la solución:
  1. Decidir qué es lo importante: en nuestro caso que los niños coman algo, son la prioridad y los que más sufren si no comen. Los adultos podemos aguantar un poco más.
  2. Ver y hablar sobre qué es lo que se puede hacer. No presionar más y mucho mejor si se quita presión. Carmen tomó la iniciativa, fue hacia la cocina y pregunto qué es lo que se podía servir ya, olvidándonos del menú.
  3. Pedir dando opciones es distinto de protestar por lo que no ha funcionado (buscar soluciones y no culpables). Vista la opción de comer un filete a la plancha plantearla cómo solución.
  4. Permitir que la otra parte salve su prestigio. Finalizamos la estancia en el restaurante planteando que nos cobrase un precio acorde a la situación sufrida, entendiendo que estaban desbordados y que el servicio había sido malo (basado en la evidencia).
  5. La relación se puede salvar, el precio fue adecuado, medio comimos y pagamos media comida y puedo decir que es posible que vuelva a probar a ir otro día con menos gente (el restaurante nos lo habían recomendado, lo que no siempre garantiza plena satisfacción). 

Finalmente pudimos disfrutar del día… Realmente elegimos disfrutar y lo pasamos bien en la mina y con el helado que compramos para compensar la escasa comida.


Cuando las cosas no salen cómo esperas te puedes centrar en lo que va mal o te puedes centrar en lo que todavía puede ir bien. Ver el vaso medio lleno o medio vacío, tú decides buscar culpables o soluciones.