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domingo, 10 de marzo de 2024

Mirar a lo lejos, no solo el siguiente paso

Podemos estar tan abrumados por el día a día que no levantamos la vista de lo que tenemos entre manos, no paramos de hacer, pensando que, con trabajo duro, con dedicación, todo irá bien.

Todo el día haciendo es ir como pollo sin cabeza, sin saber si lo que hacemos es lo que nos conviene hacer, si es lo mejor que podemos hacer. Hay esfuerzos que no suponen ningún provecho, ni para mi ni para los demás. Nuestras fuerzas son limitadas, no podemos hacerlo todo, así que es mejor decidir a qué nos conviene dedicarnos.

Creo en la cultura del trabajo, del esfuerzo. Creo que los frutos vienen después de una acción coherente. Puede que alguna vez tengamos “suerte” por casualidad. La “suerte” recurrente se crea por la acción adecuada.

Puede que la línea recta sea la distancia más corta, pero no siempre es la más rápida. En la línea recta podemos encontrar un barranco que no podemos cruzar, lo que nos hace dar una gran vuelta. La línea recta nos puede hacer subir una cumbre que hubiese sido mejor rodear.

Mirar a lo lejos, hasta el objetivo, describiendo el camino y sus obstáculos, nos ayuda a planificar mejor la ruta. Podemos definir cuales serán las etapas, medir los esfuerzos, establecer los descansos.

Equilibrar planificación y la acción. El que hace sin planificar, es un pollo sin cabeza. El que se pasa el día planificando sin hacer es un soñador, solo sueña con lo posible, sin hacer nada para que lo posible se convierta en realidad.

Usar los prismáticos para mirar. Sin mirar no es posible ver

¿Dónde quieres estar dentro de cinco años? ¿Qué es lo que tendrías que hacer/lograr este año? Establece las etapas ¿Qué toca este mes? Definir lo que voy a hacer esta semana y ver si va a ser demasiado dura.

Si voy a tener una época con demasiados retos, planificar un descanso, una recuperación, como hacen los deportistas a lo largo de la temporada. Viendo la semana que voy a tener por delante me puedo plantear como me preparo durante el fin de semana.

Los prismáticos son una herramienta valiosa para mirar a lo lejos, ver lo que nos viene, poder prever y planificar. Pero si no miras al futuro no serás capaz de ver.

Es difícil prever el futuro, por no decir que imposible. Los planes no serán perfectos, la visión será inexacta, pero sin mirar no podrás ver.

Te propongo un ejercicio, dedica un rato a mirar, a pintar o coger fotos de como te gustaría estar dentro de cinco años. Juega a definir los caminos para llegar allí.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Mientras me pongo, se pasa el tiempo y el momento

Del dicho al hecho hay un trecho. No se si os ha pasado eso de “me voy a poner a estudiar” y mientras me pongo se han pasado dos horas. O con la intención de ir al gimnasio, con idea de salir a las 9 hacia allí, me dan las 10, entretenido con cualquier cosa. Una hora más tarde, el día se ha complicado, tengo demasiados planes y lo de ir al gimnasio se queda solo en la intención, un día más.

Desde que tengo intención de ponerme hasta que me pongo, si no presto atención, sin darme cuenta, pasa “demasiado” tiempo. El tiempo, la vida, se nos escapa entre los dedos. Lo de estudiar o ir al gimnasio puede sonar a obligación, a algo que nos cuesta. Lo mismo nos puede pasar a la hora de llamar a un amigo, lo que suena más agradable. Tengo intención de hacerlo y se me pasa el momento. Cuando hablamos, pasados los meses, nos decimos, además con sinceridad, “he pensado un montón de veces en llamarte”.

Qué bien nos sentimos después de haber seguido el plan. Me he encontrado mucha gente que no quiere planificar nada, porque total, nunca sigue el plan. O los que planifican las horas de estudio/trabajo y después solo cumplen los descansos ¿Por qué no he seguido el plan? ¿Me despisto cuando surge cualquier cosa? ¿Me cuesta ponerme? ¿El plan estaba mal hecho? Como todo, es cuestión de práctica, planificar algo que puedas/quieras hacer y te siente bien. Aprender a planificar y a seguir el plan. Si fallas al planificar estás planificando fallar.

Cuando tienes el plan claro, también el para qué de ese plan, la razón de que te convenga, ya tienes la mitad hecha. Ahora solo queda seguir el plan, aunque a veces es la mitad más difícil.

Hay a quién le encanta planificar sin hacer, soñar con lo que puede hacer y después no hace. Se llaman soñadores. Está bien soñar, incluso despierto algunas veces, aunque de vez en cuando nos conviene hacer.

Un plan nos guía a lo largo del día, no hace falta programarlo todo. Si sabemos lo que queremos ya estamos más cerca de conseguirlo. Definir los pasos para llegar, el cómo conseguirlo y después ir andando.

Entrenar la atención para darnos cuenta de cuánto tiempo pasa hasta que nos ponemos. La inercia nos mantiene donde estamos. Si estamos en el sofá, la inercia nos mantiene lejos de salir hacia el gimnasio. A veces cuesta, y qué bien nos sentimos al volver

Hacer lo que quiero a veces supone fuerza de voluntad para ponerme… ¡qué a gusto me quedo cuando lo he hecho! Qué fácil es hacer planes y que difícil es a veces seguirlos. Sobre todo, para algunas cosas. La importancia de no despistarse por el camino.

Mi situación y pensamiento muchos días
Hoy de momento la cosa no va mal. He ido al gimnasio, que me costaba, lo que me deja alegre y satisfecho. También he escrito esta entrada para el blog, me ayuda a reflexionar un poco cada domingo. Esta tarde tengo intención de llamar a un amigo, hace un montón que no hablamos, he pensado un montón de veces en llamar, pero con la diferencia horaria, al final, se me pasa. Excusas, si quiero puedo, si quiero lo haré… me voy a poner la alarma del móvil para hacerlo. Si lees esta entrada y echas de menos que hablemos, llámame.

lunes, 31 de enero de 2022

Si no es ahora, entonces ¿Cuándo?

Es difícil planificar, siempre surgen imprevistos. Mucha gente se resiste a hacer planes, porque siente que nunca los cumple y acaba frustrada. Cuando planificamos tampoco tenemos el mismo nivel de energía que cuando nos toca actuar, sobre todo si planificas ir al gimnasio a última hora de la tarde.

Por mi parte quiero establecer el hábito de escribir una entrada del blog todos los domingos. Pero los domingos no siempre son iguales, surgen muchas cosas, algunas con mayor prioridad que escribir.

Lo mismo pasa si planificas ir al gimnasio todos los martes y jueves a las 20 horas. Seguro que más de un día surgen planes alternativos, unas cervezas con amigos, una cena, una tarde de cine. Incluso puede pasar que todos los martes y jueves surja algo (¿Por qué será? ¿Realmente quieres ir al gimnasio?). Vuelves a ser el mejor cliente del gimnasio, que paga la cuota mensual y no va nunca.

Ayer domingo no encontré el espacio para poder escribir una entrada, así que estoy aplicando lo que llamaré “si no es ahora, entonces ¿cuándo?”. Si no encuentro el momento para escribir una entrada el domingo, entonces la escribiré el lunes. De esta manera conseguiré el objetivo de escribir una entrada semanal (52 al cabo del año).

Lo mismo es aplicable para el gimnasio, si el jueves no he conseguido ir al gimnasio, iré el viernes, de esta forma conseguiré ir al gimnasio.

Si tienes algo que consideres importante, si no lo puedes hacer cuando lo tenías previsto, automáticamente debes establecer cuando lo harás.

Recuerda que, si no reservas tiempo para lo importante, es muy probable que se quede sin hacer.

Si aún así, sigues sin ir al gimnasio, desapúntate, probablemente no tienes un buen motivo para ir, al menos uno que a ti te motive lo suficiente. No cumplir con los objetivos que te planteas, con la planificación que haces, mina tu autoconfianza y disminuye la utilidad de la planificación.

A veces surgen imprevistos que impiden cumplir con la planificación. Puedes seguir cumpliendo los objetivos si automatizas como recuperarte del imprevisto. En mi caso escribir una entrada del blog el lunes, si el domingo no lo he hecho.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Equilibrar reflexión y acción


Tanto pensar en lo que tengo que hacer no hago nada. Tantas cosas pendientes que creo que lo mejor será hacer un buen plan para poder hacerlas y así planificar durante horas sin avanzar en nada.

No cuenta lo que piensas hacer sino lo que haces. Y en ocasiones nos quedamos paralizados de tanto análisis.

En el otro extremo nos encontramos cuando nos lanzamos a hacer sin tener muy claro el propósito, el para qué, el qué y el cómo vamos a hacer. Si no sabes a dónde vas es muy probable que acabes en cualquier otro lugar.

Demasiada acción sin reflexión lleva a muchos errores, es como el que dice todo lo que piensa sin pensar lo que dice. Y demasiada reflexión sin acción nos lleva a no movernos y no avanzar.

Cada uno tiene su tendencia hacia la reflexión o hacia la acción ¿cuál es la tuya? Y esa tendencia puede ir cambiando en distintas épocas. Tomar conciencia de nuestra forma y encontrar nuestro equilibrio.

Equilibrar el tiempo dedicado a planificar y a actuar. Dibujo de Leyre Fontaneda

Equilibrar el visionario, el que mira hacia el futuro y planifica con el operario, el que ejecuta. El visionario sin acción es el soñador, que solo sueña con cosas que hacer, objetivos que alcanzar, sin hacer nada. Y el operario sin visión, sin plan, es el pollo sin cabeza, corriendo a todos lados sin saber a dónde vas, dando tumbos y cambiando de actividad sin darnos cuenta.

Para encontrar este equilibrio un camino de tres pasos:

  1. Encuentra y reserva momentos para ver y mirar, reflexionar, decidir y planificar.
  2. Con el plan claro es el momento de la acción, de mantenernos enfocados y comprometidos con lo decidido y planificado.
  3. Establecer los hitos donde parar y reflexionar cómo estamos siguiendo el plan, si hace falta ajustar y cambiar.

Te invito a que pares diez minutos, observes y reflexiones dónde te ves: como un soñador, en equilibrio entre el planificar y el hacer, o haciendo en muchas ocasiones sin plan claro. Tú decides cómo quieres continuar tu camino.

Somos dueños de nuestro plan, podemos cambiarlo cuando queramos, aunque demasiado cambio nos puede hacer perder el norte, despistarnos sin saber dónde estamos.

martes, 20 de diciembre de 2016

¿Mucha tarea o poca concentración?

Cuánta tarea tienen los niños es tema de debate en nuestros días, con tantas actividades y tanta tarea no tienen tiempo para jugar es un argumento que todos habremos oído.

Estoy de acuerdo, es fundamental que tengan tiempo para jugar, para aburrirse e incluso para ver la tele. No pueden pasarse toda la tarde haciendo tarea después de que han salido del colegio. Todo según el viejo proverbio griego del oráculo de Delfos “Nada en demasía”, que vale para la tarea y para la tele o el ordenador.
También vale para los padres y las madres, tampoco es razonable que se pasen todo el tiempo haciendo tareas después de salir de trabajar. Y además suman la obligación de hacer la tarea con los hijos.

También es cierto que los hábitos que generen en la infancia los tendrán para toda la vida y la tarea puede ayudar a que generen algunos hábitos positivos que ahora detallaré.

Esta entrada está inspirada por mi hija Sofía, en tercero de primaria. Este domingo a las 20 horas se acordó de que tenía que hacer tarea y estuvo hasta las 23 para hacer la tarea. Podríamos pensar que tenía un exceso de tarea, tenía que hacer un mapa mental, desde mi punto de vista concentrada lo podía haber hecho en 20 minutos. Mi conclusión, no era exceso de tarea, era defecto de atención o de concentración.

Esa es la historia de este domingo resumida, sin entrar en los lloros, nervios y protestas porque no la daba tiempo. Supongo que esperaba que la ayudase, cosa que no consiguió. Ella tiene su tarea y yo tengo la mía.

Esto lleva a que ya se acostase tarde y el lunes se levantase cansada. Empezamos mal la semana.

De esta experiencia se pueden sacar varias lecciones, que sirven a niños y a adultos, con algunos hábitos a aprender, cuanto antes mejor:
  1. Lo primero es ser consciente de lo que quieres/tienes que hacer. En este caso la tarea.
  2. Programarse, planificar cuándo se va a hacer, que no sea en el último momento, como a última hora del domingo. Con estrés cometemos más errores y lo que queremos hacer sale peor.
  3. Ponerse a hacer. Normalmente cuesta más pensar en lo que tenemos que hacer que hacerlo. Vencer la barrera de la pereza y empezar, una vez vencida la inercia todo es más fácil.
  4. Mantener la atención, el foco, la concentración. No interrumpirnos a nosotros mismos y evitar otras interrupciones. Cualquier tarea lleva más tiempo si la interrumpimos.

Son hábitos que los niños pueden ir creando con la tarea, si en primer lugar les hacemos responsables de saber qué es lo que tienen que hacer para el día siguiente. Si siempre les decimos lo que tienen que hacer ya no se van a preocupar de recordarlo y responsabilizarse. En lugar de mirar qué tarea tienen que hacer preguntar si tienen tarea.

Después tienen que aprender a decidir cuándo hacer la tarea. Es distinto decir ponte a hacer la tarea que preguntar cuándo la vas a hacer.

Que decidan y después cumplan, recordarles que se han comprometido a hacerla a las 18. Ayudarles a que se pongan a hacer y ser ejemplo, leyendo a su lado. Tratar de que sean lo más independientes posible haciendo la tarea, tienen que aprender a hacer.

Ayudarles a concentrarse, que es cómo ir a correr, primero mantener 5 minutos de atención, después podrán mantener 10 minutos y poco a poco serán capaces de tener a raya a las distracciones. Podéis consultar la técnica Pomodoro que a mí me funciono con mi hija más mayor. Para mantener la atención también son buenos los descansos.

Sé que no es fácil, especialmente si no van bien en el cole. Creo que nuestra labor es darles alas, hacerlos independientes, también para estudiar.

Lo mismo sirve para nosotros:
  1. Tener claro lo que queremos conseguir tener hecho.
  2. Planificar cuando hacerlo.
  3. Ponernos con ello en el momento adecuado.
  4. Hacerlo con atención, sin perder el foco.

Suerte y que puedas hacer muchas de las cosas que quieres hacer. La persona más importante para que eso suceda eres tú.


Si tienes claro el camino se avanza más rápido.

viernes, 24 de junio de 2016

El tiempo de vacaciones

Llegan las vacaciones de verano, un tiempo que se espera con ganas después del ajetreo del día a día, la esperanza de unos días sin obligaciones, más calmados, de descanso y para compartir con los que más queremos.

El tiempo cambia, de tener el tiempo programado, estructurado a un tiempo sin estructura, sin un propósito claro, donde no sepamos que vamos a hacer cada día y que se puede transformar en un día que no hagamos nada o un día en el que intentemos hacer demasiado.

No hacer nada puede ser positivo, si es lo que queremos, esperamos de nuestras vacaciones. Parar puede llevarnos a escucharnos, a descansar, a desconectar. Aunque si no es lo que queremos nos puede dejar con una sensación de pérdida de tiempo.
Playa de los molinos - Fuerteventura - Un paraíso en la tierra
Si queremos hacer demasiado, ir a un sitio y visitarlo todo, puede ser incluso más estresante que la época laboral. En un viaje que hice con un primo me encantaba la filosofía que reflejaba con una frase “No nos vamos a estresar que estamos de vacaciones”.

Puede suceder lo contrario de lo que esperamos para las vacaciones, de hecho los divorcios aumentan tras las vacaciones, cuando las parejas tienen más tiempo compartido. Quizá descubren lo que quieren o quizá no saben cómo compartir ese tiempo.

Es posible que en las vacaciones aumenten las discusiones, cada quien quiere hacer una cosa y no hay una forma estructurada de decidir, no se comunica claramente lo que se quiere y cada quien tiene sus propias expectativas.

Si tienes unas expectativas y no las compartes con quien te acompaña en las vacaciones ¿Cómo va a ayudarte a cubrirlas? Quizá sus expectativas sean distintas. En unas vacaciones a la playa uno está pensando en tirarse al sol durante horas y otro en pasear, jugar a las palas o estar todo el tiempo activo. Todo está bien ¿Por qué nos lleva a discutir?

La principal característica del tiempo de vacaciones es que es desestructurado, no está claro que es lo que se va a hacer y muchas veces hay tendencia a no programarse (forma parte de las vacaciones).  No hacer ningún plan es un buen plan para no hacer nada. Y el plan puede ser simplemente eso, pasar una mañana al sol en la playa. Especialmente recomendable si sois varios los que compartís las vacaciones y queréis compartir esos planes.

¡Cuidado con el tiempo desestructurado! Puede ser una oportunidad para hacer esas cosas que queremos hacer o una amenaza para entrar en dinámicas que no son positivas. La organización y la planificación ayudan a disfrutar más de nuestro tiempo de vacaciones, a vivir tú tiempo. Decide una cosa que quieras hacer cada día y hazla.

Fidel Delgado, titirepeuta, comenta “Hemos venido a este mundo a ser felices, no te despistes” No te despistes estas vacaciones y no te olvides de que si estás de vacaciones no es para estresarte.

¡Te deseo unas estupendas vacaciones! Cuando lleguen

Los niños si saben disfrutar de las vacaciones, con menos expectativas y haciendo lo que sienten, aprendamos de ellos, como vemos en el siguiente video

jueves, 21 de abril de 2016

Los cuatro pasos para vivir la vida que quieres

La vida es cómo un viaje con un punto de partida y una estación final. El recorrido lo marcas tú o te lo marcan y te dejas llevar. Puedes decidir dónde quieres ir, te puedes poner tus propios límites (y no salir de tu ciudad) o abrirte a nuevas experiencias, planificar el camino y después disfrutar de él o sufrir su recorrido. Tú decides, lo que te hace responsable de tu futuro.

Hay cuatro pasos fundamentales en un viaje:
  1. Saber dónde estoy.
  2. Decidir dónde quiero ir.
  3. Planificar el recorrido.
  4. Recorrer lo planificado para llegar a dónde quería ir.

El primer paso parece el más fácil, hoy estoy en Burgos, mañana estaré en Palma de Mallorca, así que cada día cambia la respuesta. Es la pregunta que me lleva a conocerme, a preguntarme quién soy hoy, cómo vivo, con quién vivo, dónde permanezco y otras muchas preguntas. En el oráculo de Delfos se recordaba en el frontón “Conócete a ti mismo” y es el primer paso de otros muchos, no siempre fácil. En ocasiones nos ponemos la excusa de “no tengo tiempo” para no conocernos.

Algunos deciden hacer el camino de Santiago para encontrar respuestas, tomarse un tiempo y cambiar de aires. Y esto nos lleva al segundo paso, decidir dónde quiero ir. Si quiero ir a Santiago está claro el objetivo y aprovechando la metáfora de la vida cómo un viaje, dónde quieres ir, dónde quieres vivir, cómo quieres vivir, quién quieres ser, con quién quieres vivir y otras muchas preguntas con sus respuestas te llevan a dar el segundo paso. Establecer objetivos.
Cuando tienes claro el objetivo, en tercer lugar, hay que planificar el camino, ver cómo puedo llegar allí, qué necesito llevar en la mochila, qué va a ser carga inútil que es mejor que no lleve, cuál es el camino, qué pasos voy a ir dando y cuando los voy a dar. Marcar las etapas del camino de Santiago, que andando desde Burgos no voy a llegar en un día. Si el objetivo lleva tiempo fijar etapas, marcar hitos para cada momento, pasos cortos que me llevarán al gran recorrido.

No menos importante decidir con quién voy a hacer el camino, dice un viejo proverbio que para ir rápido mejor ir sólo y para llegar lejos mejor ir acompañado. Si el camino es largo la compañía me ayudará a superar las dificultades, a mantener la paciencia, juntos podemos más. Hay compañeros que nos acompañarán todo el camino y otros unas etapas, quizá los volvamos a encontrar más adelante, es cómo la vida, donde unos te acompañan siempre y otros en algunos momentos.

Con los tres pasos anteriores si no damos el cuarto no llegaremos a ningún sitio, llega el momento de caminar, de hacer, de ir cumpliendo el plan y a veces desviándose para volver a recordar el objetivo. Si no avanzo no llegaré a Santiago. No hace falta prisa, salvo la que nos metamos a nosotros mismos, es cuestión de avanzar  y con tiempo llegaremos, como la tortuga siempre llega si tiene claro dónde.

En el cuarto paso toca disfrutar del camino para llegar a los objetivos del segundo paso, una vida con propósito es más motivante. Victor Frankl descubrió en los campos de concentración que los que tenían un motivo eran los que sobrevivían, no los más fuertes.

Lo que me hace caminar hoy es el propósito de hoy, tengo la libertad de cambiarlo mañana y decidir qué voy a Vigo en lugar de a Santiago, de momento el objetivo me da el foco para dar el siguiente paso.

Te invito a dar los pasos, empezando por conocerte cada día un poco más, te invito a vivir y disfrutar una vida con propósito.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Si no sabes cuánto te va a llevar no puedes planificar

El futuro es ese momento indeterminado donde el tiempo deja de contar y nos va a dar para hacer todo, bien lo sabemos cuándo dejamos las cosas para ese más adelante que no llega nunca.

También puede pasar y yo tengo ejemplos cercanos, que dejemos muchas cosas para el sábado por la mañana: hacer deporte, llevar a los niños a la piscina, la compra, aprovechar para cortarnos el pelo, quedar con una amiga y preparar la comida para comer pronto. Además de aprovechar para levantarnos tarde y descansar de la dura semana.

Si no tenemos en cuenta cuánto tiempo nos va a llevar resulta que disponemos de cuatro horas escasas y planificamos actividades para las que necesitaríamos ocho en el mejor de los casos.

El resultado final es un enfado con nosotros mismos que sufren los demás, nos sentimos impotentes y no sabemos lo que ha pasado, alguien tiene que ser el responsable y pobre del que se cruce en nuestro camino (igual nos ha tocado ser víctimas de alguno de estos enfados pensando si yo no he hecho nada).
Desesperado por no hacer todo lo que tenía pensado hacer (de forma poco realista)
Sería más inteligente pensar porque no nos ha dado tiempo, para eso es útil pensar en el ciclo PDCA: Plan (trazar un plan), Do (hacer conforme a lo planificado), C (controlar si hemos hecho conforme a lo planificado y si hemos obtenido los resultados previstos) y A (Actuar para que las próximas ocasiones obtengamos mejores resultados).

Fijándonos en el control se pueden dar cuatro opciones conforme al plan según lo que hayamos hecho y los resultados obtenidos:

  1. Hemos hecho lo planificado y los resultados han sido los previstos: estupendo, lo podemos celebrar y sabemos que funciona.
  2. Hemos hecho lo planificado y no hemos obtenido los resultados previstos: tendremos que pensar que falla en el plan para actuar sobre ello y en la próxima ocasión tener mejores resultados.
  3. No hemos hecho lo planificado y no hemos obtenido los resultados previstos. Debemos preguntarnos porque no hemos hecho lo planificado, si hemos sido demasiado ambiciosos con todo lo que queríamos hacer o si tenemos poca fuerza de voluntad.
  4. Lo más difícil es que no hayamos hecho lo planificado y obtengamos los resultados previstos, lo que podemos considerar un milagro o seguramente alguien vele por nosotros, nos consiga esos resultados y no nos permita aprender del ciclo de mejora.

Al no cumplir con nuestro plan pagamos un gran impuesto, dejamos de confiar en la planificación y empezamos a pensar que planificar no sirve para nada, con lo que dejamos los planes o si los hacemos no confiamos en ellos.

Detrás de esa falta de confianza en los planes se esconde la falta de confianza en nosotros mismos, no creemos que seamos capaces de cumplir con nuestros planes, de cumplir con lo que decimos. Esto puede ser consciente o inconscientemente. Por el efecto pigmalion, se convierte en realidad, lo que creemos lo creamos. Cada vez que no cumplimos lo que planificamos pagamos con una disminución de la autoconfianza.

Además, si hacemos públicos nuestros planes y no cumplimos, los demás confiarán menos en nosotros, no creerán en lo que les decimos cuando prometemos que vamos a hacer algo.

Como hemos visto al no cumplir con los planes pagamos el impuesto de la pérdida de confianza en los futuros planes, en nosotros mismos y la disminución de la confianza que los demás depositan en nosotros.

La mayoría de las veces en que no cumplimos la planificación es porque no sabemos de lo que somos capaces o cuánto tiempo nos va a llevar, por eso para planificar es importante la auto-observación previa. Si no sabemos cuánto nos lleva difícilmente sabremos si nos va a dar tiempo.


El ciclo de mejora continua PDCA te puede ayudar a mejorar. Empieza en pequeño y cumple para crecer en autoconfianza que te llevará a logros mayores. No planifiques demasiado ni demasiado poco. Y obsérvate para saber cuánto te lleva.