Este
jueves me invitaron a la jornada anual de IMASDE a compartir sobre gestión del
tiempo. Silvia me comentó que lo que transmitía sobre el plan semanal y el plan
diario le parecía un poco TOC, parece que lo sentía como una obsesión que te
mantiene atrapado en un hacer de una determinada manera.
Mi
propuesta es comenzar cada semana
definiendo claramente tu propósito y los
objetivos que deseas alcanzar, y luego planificarla por escrito. De manera
similar, cada día debe empezar
identificando lo más importante que
quieres lograr. Esto incluye determinar las acciones que realizarás en tu
trabajo, en tus relaciones (familia, amistades, otras), así como lo que harás
para ti, tu bienestar y crecimiento.
Creo
que establecer esto por escrito aporta claridad, saber lo que quieres y cómo
conseguirlo. Si lo haces habitualmente y buscas mejorar en tu planificación cada
vez serás más realista, ya que al principio tendemos a ser demasiado optimistas
con lo que podemos lograr en un día o en una semana. Tendrás un hilo que te guía
a lo largo de la semana y del día.
Esto
puede resultar estresante, un poco TOC como lo definió Silvia, por eso a veces
podemos resistirnos a hacerlo. Si has hecho planes imposibles de cumplir, con
demasiadas cosas, pues al final no se cumplen (¡qué sorpresa!). Eso puede
dejarnos frustrados, con sentimiento de incapacidad, con culpa. De esta manera podemos
tender a planificar menos.
Esclava de la agenda |
Voy a
plantear una metáfora al respecto. Es como ir de viaje, llegar a un sitio con
muchas cosas interesantes, como Milán, Roma, Paris, Madrid, los Pirineos… ¡Se
me ocurren tantos sitios! Ya que vas quieres aprovechar, para aprovechar un
viaje hay que prepararlo (pre-parar: pararse antes a decidir qué hacer). La preparación
suele llevar a un plan.
Una
vez hecho el plan, que puede ir demasiado ajustado, el plan te puede llevar con
la lengua fuera, corriendo para tratar de “cumplir”. Demasiada gente se
obsesiona con los planes (TOC). El plan puede impedirte disfrutar plenamente
del viaje, puede que estés visitando Madrid, el día sea magnífico y pases por
la plaza Santa Ana, con un gran ambiente y encuentres una terraza al solito
donde charlar.
Si
estás obsesionado con el plan y no estaba en tu plan, ni te planteas sentarte.
Mi invitación es a que te sientes, si es lo mejor que puedes hacer en ese
momento. Lo podrás valorar con más criterio, si es que tienes un plan ¿merece
la pena seguir el plan o está mejor sentarme? Hacerlo sin culpa, no se puede
hacer todo. Eres dueño de tu plan,
no esclavo de él, puedes cambiarlo
cuando quieras.
No
verás tantas cosas, experimentarás otras, la clave es no fustigarte porque no
has cumplido el plan, sino valorar los cambios, reconocer que te ha dado
claridad para escoger mejor. Un trabajo previo es
“Aceptar que no se puede hacer todo”.
Si
optas por seguir el plan contra viento y marea, si además has metido cosas con
calzador y vas con la agenda superapretada, la frustración está garantizada, es
probable que no llegues a todo y que no disfrutes de cada cosa, con la obsesión
del plan y del reloj. Además, si vas acompañada, es probable que muchos no quieran
volver a viajar contigo, encontrar la flexibilidad adecuada no es fácil.
El
plan te guía a lo largo del día, te permite encadenar acciones de forma fácil,
optimizar lo que haces porque está bien ordenado. Es más fácil planificar mejor
cuanto mejor te conoces. Te permite cambiar de una actividad a otra sin
demasiado tiempo despistado porque no sabes por donde seguir. Es como llevar un
buen guía que te va indicando por dónde.
Pero
puedes cambiar el plan. Cómo eres tú quien ha contratado al guía, en un momento
dado le puedes plantear otras alternativas, otras ideas, otros planes. Gestionar
el tiempo supone elegir, vivir es elegir, elegir que hacemos momento a momento.
Planificar, pero que el plan no esté escrito en piedra, que sea un facilitador
y no un tirano que nos arrastra.
“Somos dueños de nuestros planes, no sus esclavos”
Esto
vale tanto de forma individual como de equipo. Un equipo con un plan puede
funcionar más fácil, más eficiente. A veces hay que cambiar el plan, como el entorno cambia, nosotros debemos
cambiar.
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ResponderEliminarDemasiado a menudo, se nos ha enseñado a hacer y ver los planes sobre plantillas cuadriculadas, plagados de datos, lo que los supone infalibles..., y además, ¡de obligado cumplimiento! para alcanzar objetivos..., como si una vez diseñado un plan, pasara a ser 'el plan', y cambiarlo, saltártelo o cancelarlo solo fuera posible bajo un prisma de fracaso..., ¡algo inaceptable!
En fin, que es buena cosa reconciliarse con nuestra capacidad de hacer planes, conocerla y acogerla como una gran aliada y compañera en nuestro camino hacia nuestros propósitos y objetivos.