Hace unos días, mi hijo Juan me hizo pensar, como logra muchas veces. Cuando le recordamos que debía estudiar puso como excusa que le costaba ponerse y su madre le dijo que a ella también le costaba hacer la comida, así que estaba pensando en no hacerla.
Ante esto
contesto: “Yo no estudio porque no tengo el hábito, pero tú haces la comida
porque tienes el hábito de cocinar. Es fácil para ti”. Vamos, que
“Los
hábitos nos lo ponen fácil”
Este
domingo por mi parte estaba lejos del ordenador y no escribí la entrada para el
blog que tengo costumbre de escribir ese día de la semana. Me dije, ya lo
escribo el martes, cuando vuelva a casa y ya estamos a viernes. Perdí el hábito
de hacerlo cuando acostumbro y de esta manera me ha costado más.
Me quedé
pensando la respuesta de Juan. Por un lado, tenía razón: hacer algo con
regularidad lo vuelve más sencillo. Pero también había algo que él no veía:
detrás de cada hábito que parece “fácil”, hubo un inicio que seguramente no lo
fue.
De la lucha inicial (de estudiar) a la fluidez. Con hábito cuesta menos |
Al
principio cuesta, y con fuerza de voluntad, la repetición se convierte en
rutina y la rutina en hábito. Además, si no quieres romper la cadena de repeticiones,
que es como romper una racha, eso te impulsa a continuar. Por mi parte ya está
cerca el final de año, el objetivo de una entrada a la semana está al alcance
de la mano, eso me motiva los días que a pesar del hábito me cuesta, o como esta
semana que he roto el hábito.
Lo que
Juan todavía no ve del todo es que crear un hábito requiere superar la
resistencia inicial. Es un proceso incómodo, lleno de intentos fallidos y muchas
ganas de rendirse. Pero una vez que se establece, es como si el hábito tomara
las riendas y el esfuerzo desapareciera.
La ausencia
de hábito tiene su coste. Sin la costumbre de estudiar ponerse resulta un
desafío, te enfrentas a una montaña de resistencia interna.
Una
vez que el hábito está en marcha, aparece la "magia de la inercia".
No necesitamos convencernos de hacerlo; simplemente lo hacemos. Ese estado
fluido es lo que hace que sea “fácil”. No es magia, es práctica acumulada.
Los
hábitos nos facilitan la vida; son el puente entre lo que cuesta mucho y lo que
un día hacemos sin esfuerzo. Si algo parece imposible hoy, recuerda que quizás
lo único que necesitas es empezar, paso a paso.
La
diferencia está en la práctica repetida y la constancia. El poder de empezar, aunque
sea con un pequeño paso.
Aprovecho
para recomendar un libro que Juan ha pedido a los Reyes: “Hábitos atómicos” de James
Clear, que se ha hecho popular entre los adolescentes y no tan jóvenes. Guía de
como pequeños cambios, sostenidos en el tiempo (hábitos), cambian radicalmente nuestros
resultados
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