La
parábola de los talentos del nuevo testamento tuvo un fuerte impacto en mi
forma de encarar la vida. La interpreté como la obligación de aprovechar los
dones o “talentos” que tenemos.
No
está justificada la pereza, la vagancia, la falta de actividad. Totalmente en
línea con lo que se nos vende en la sociedad, la acción sin límite, la falta de
pausa, enfrascados en hacer, sin tener claro en ocasiones ni para qué se hace.
Siento
que tengo muchos talentos y me he sentido responsable de aprovecharlos. No
parecía tener derecho a descansar, a parar. Tenía anclada en la cabeza la frase
“si quieres, puedes, tienes el talento suficiente”.
Esta
cultura de esfuerzo, en la que sigo creyendo, me ha venido bien, me ha ayudado
a conseguir muchos de mis objetivos. Pero como toda moneda tiene también su
cruz, la dificultad de parar, la dificultad para desconectar.
El
esfuerzo, derivado de la necesidad de aprovechar el talento, suele dar sus
frutos, incrementa las posibilidades de obtener resultados y puede hacerte
entrar en la espiral talento-esfuerzo-resultados.
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La parábola de los talentos. Mateo (25,14-30) |
Si
siempre fuiste un estudiante ejemplar, de matrícula de honor, parece que tienes
que seguir dando los mismos resultados brillantes. De esta forma entras en la
espiral, atrapado en el esfuerzo que lleva a resultados.
Adicto
a los resultados, con una nueva meta, seguirás esforzándote para conseguirlo de
nuevo. Y las metas son infinitas. Después de tanto trabajo puedes tener cargo
de conciencia por coger vacaciones.
Y
el cargo de conciencia aumenta si tienes talento, se te da bien. Alguien me
dijo que era una cárcel ser bueno y
estar bien pagado en un trabajo que no te gusta. Atrapado en la trampa del
talento, en la trampa de las expectativas, de las tuyas y de las de los demás.
Un
sueño, unir la pasión al talento.
Con pasión, el esfuerzo pesa menos, es más ligero, te nutre. No pretendo atacar
el esfuerzo, sino encontrarle un sentido.
La
sociedad nos presiona para ser Superman o Superwoman y nosotros se lo compramos.
Ser super-profesionales, super-progenitores, super-amigos, etc; una vida llena
de expectativas.
Te
invito a bajarte del carro, a dejar de correr, abandonar las expectativas y
disfrutar de tus dones, los que tienes y los que te trae la vida, fluir y
descansar cuando lo necesitas, escuchándote sin dejarte arrastrar por lo que la
sociedad, la cultura, dice que “deberías” estar haciendo.