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domingo, 8 de octubre de 2023

¿Quieres una pausa? Pide tiempo muerto

Pedir un tiempo muerto puede cambiar un partido. El tiempo muerto está presente en muchos deportes: baloncesto, vóleibol, balonmano, béisbol. El tiempo muerto puede cambiar la dinámica del juego, se puede aprovechar para bajar las revoluciones si el partido está caliente, para preparar la siguiente jugada en momentos importantes, cortar una buena racha del rival o una racha de fallos propios.

Petición de tiempo muerto en baloncesto. Con el árbol de la vida de fondo
En un partido puede haber varios tiempos, con descansos entre medias. En el descanso podemos reflexionar sobre cómo va el partido, tomar aire, dialogar para ponernos de acuerdo. Muchos partidos cambian tras un descanso.

También se puede sacar a un solo jugador de la cancha, en muchos deportes durante un rato, para que descanse, para hablar con él, para que cambie de mentalidad o suelte un cabreo, que le puede llevar a acciones poco apropiadas en el campo.

Esto funciona en los deportes y funciona en la vida. Puedes pedir un tiempo muerto, tomarte una pausa, de unos segundos, de minutos, horas, días o meses… Depende de distintos factores. Una pausa puede cambiar tu vida, más de lo que cambia un partido. Pausar si hay algo que no funciona o para encontrar nuevas ideas.

Tomarse una pausa, en una cultura que valora tanto la actividad, donde parar parece un pecado, cuesta, puede dar vértigo, es cómo acercarse a un precipicio. Si paro igual me doy cuenta de que es lo que estoy tapando con tanta actividad.

Tengo un compañero en la Universidad que suele poner los pies encima de la mesa y recostarse en la silla. Un día que me lo encontré así le dije si no le preocupaba que lo viesen. Me contestó “Revindico el derecho de los profesores universitarios para pensar”. No es necesario poner los pies encima de la mesa, pero es una forma de cambiar el foco, parar de escribir en el ordenador y dejar espacio para que surjan nuevas ideas.

Me encanta pensar en compañía y paseando. Los peripatéticos eran alumnos de Aristóteles, que enseñaba caminando. Un paseo puede ser una pausa, sobre todo ahora que pasamos tanto tiempo sentados. Levántate y anda, quizá se te ocurran nuevas ideas.

Cuando tenemos que resolver un problema hay veces que no queremos levantarnos hasta resolverlo, sobre todo si es importante. Lo que nos enseña la experiencia es que, a veces, al dejarlo reposar, aparece la solución. Nuestro cerebro sigue trabajando en segundo plano, encuentra nuevas relaciones, encontramos nueva inspiración. La solución a un problema de matemáticas con el que estamos atascados aparece al ir al baño ¡¡Eureka!! Cómo no se nos ocurrió antes.

Si estamos agotados llega un momento que no rendimos. Descansados podemos hacer en minutos algo que en otras ocasiones nos lleva un par de horas. También saber que vamos a parar nos hace rendir más el tiempo que nos queda, nos ayuda a cerrar lo que tenemos entre manos.

Parar no solo nos permite descansar, nos abre a nuevas formas de pensar, nos permite nuevas experiencias y conexiones, nos saca de lo de siempre y nos lleva a nuevos lugares.

La pausa ayuda a coger distancia, perspectiva. Hay cosas que no ves de cerca y en cuanto tomas distancia las puedes ver. Necesitamos dar un paso atrás, para ver con más amplitud. Si sigues haciendo lo mismo, de la misma forma, no te darás cuenta de lo que es evidente si paras.

Me doy cuenta de lo importante cuando paro, abro los ojos y el corazón, para mirar y sentir. Aparecen pistas para la cabeza sobre las que pensar.

No es fácil parar, somos muchos los adictos a estar ocupados. Aprender a parar es como aprender a andar, poco a poco, paso a paso.

Las religiones tienen mucho que enseñarnos. En el Sabbat los judíos paran. Los domingos paramos los cristianos. Dios descanso (paró) al séptimo día ¿Qué día paras tú? ¿Cuándo paras?

¡Qué bien suena un año sabático! Que no es un año para no hacer nada, sino es un año para parar lo habitual, hacer una pausa, haciendo cosas diferentes, aprender de la experiencia y volver con ideas y energías renovadas.

Las pausas pueden tener diferente duración, escoge las tuyas. Hasta los más ocupados pueden parar (necesitan parar).

martes, 20 de septiembre de 2022

El cuerpo me avisa, toca parar

Solía vivir desconectado del cuerpo, con la creencia de que si quieres puedes, de que siempre se puede hacer un poco más. Esas creencias me han ayudado a conseguir muchas cosas, a hacer mucho. Podía pasar sin parar a comer, con poco dormir y con jornadas maratonianas.

Al llegar las vacaciones, no se si por la ausencia de adrenalina o porque el cuerpo se daba cuenta de que tocaba descansar, me ponía enfermo, para que no se me ocurriese ponerme a hacer más cosas. Descanso obligado.

Voy aprendiendo a escuchar el cuerpo, a darme cuenta de que estoy cansado, de que llevo demasiadas cosas y de que no puedo con todo. Se me está quitando el complejo de Superman. Aunque todavía me cuesta reconocer algo tan obvio, no puedo con todo.

El cuerpo me está avisando ahora, estoy cansado, casi agotado, ya he sobrepasado el límite, toca descansar, toca soltar cosas, liberarme de compromisos.

Voy a empezar por el blog. Este año me había propuesto escribir una entrada a la semana, no voy mal, llevo 37 y con esta 38, sobre lo previsto. Había planificado una entrada todos los domingos y si por cualquier cosa fallaba, escribir a lo largo de la semana.

Pues igual que me comprometí, me libero de ese compromiso. Como los planes son míos, los puedo cambiar cuando quiera, no están escritos en piedra.

Cuando doy un curso de gestión del tiempo suelo encontrar gente resistente a la planificación ¿Para qué planificarse si no voy a cumplir? O ¿Para qué planificarse si luego me estresa? Los planes se hacen como orientación y se pueden cambiar.

Los planes se hacen en unas circunstancias, y cuando las circunstancias cambian, lo lógico es cambiar los planes. Si los planes son tuyos los puedes cambiar cuando quieras.

De hecho, soy libre de hacer lo que quiera, siempre y cuando acepte las consecuencias. Igual que tu eres libre, hasta puedes no ir a trabajar, siempre y cuando aceptes las consecuencias (ej. Un posible despido).

Estoy leyendo el libro de Pau Donés, “50 palos… y sigo soñando”, me está encantando. Para la entrada de hoy tomo prestada una idea copiada del libro “Voy a dedicarme solo a cosas que considere que valen la pena, a cosas que me gusten. No malgastar la vida en gilipolleces”.

Añadiría, “estoy mayor para tonterías”. No se a partir de que edad se puede empezar a utilizar esa frase, por mi parte creo que ya soy suficientemente mayor y tú también, independientemente de la edad que tengas.

Así que voy a aplicar un poco de eso de hacer lo que me de la gana, lo que me apetezca y quitarme la obligación de escribir una entrada cada semana. Igual sin la obligación hasta escribo más, quién sabe. Me guiará la inspiración en lugar de la obligación.

domingo, 19 de julio de 2020

¿Estamos obligados a aprovechar nuestros talentos?

La parábola de los talentos del nuevo testamento tuvo un fuerte impacto en mi forma de encarar la vida. La interpreté como la obligación de aprovechar los dones o “talentos” que tenemos.

No está justificada la pereza, la vagancia, la falta de actividad. Totalmente en línea con lo que se nos vende en la sociedad, la acción sin límite, la falta de pausa, enfrascados en hacer, sin tener claro en ocasiones ni para qué se hace.

Siento que tengo muchos talentos y me he sentido responsable de aprovecharlos. No parecía tener derecho a descansar, a parar. Tenía anclada en la cabeza la frase “si quieres, puedes, tienes el talento suficiente”.

Esta cultura de esfuerzo, en la que sigo creyendo, me ha venido bien, me ha ayudado a conseguir muchos de mis objetivos. Pero como toda moneda tiene también su cruz, la dificultad de parar, la dificultad para desconectar.

El esfuerzo, derivado de la necesidad de aprovechar el talento, suele dar sus frutos, incrementa las posibilidades de obtener resultados y puede hacerte entrar en la espiral talento-esfuerzo-resultados.
La parábola de los talentos. Mateo (25,14-30)
Si siempre fuiste un estudiante ejemplar, de matrícula de honor, parece que tienes que seguir dando los mismos resultados brillantes. De esta forma entras en la espiral, atrapado en el esfuerzo que lleva a resultados.

Adicto a los resultados, con una nueva meta, seguirás esforzándote para conseguirlo de nuevo. Y las metas son infinitas. Después de tanto trabajo puedes tener cargo de conciencia por coger vacaciones.

Y el cargo de conciencia aumenta si tienes talento, se te da bien. Alguien me dijo que era una cárcel ser bueno y estar bien pagado en un trabajo que no te gusta. Atrapado en la trampa del talento, en la trampa de las expectativas, de las tuyas y de las de los demás.

Un sueño, unir la pasión al talento. Con pasión, el esfuerzo pesa menos, es más ligero, te nutre. No pretendo atacar el esfuerzo, sino encontrarle un sentido.

La sociedad nos presiona para ser Superman o Superwoman y nosotros se lo compramos. Ser super-profesionales, super-progenitores, super-amigos, etc; una vida llena de expectativas.

Te invito a bajarte del carro, a dejar de correr, abandonar las expectativas y disfrutar de tus dones, los que tienes y los que te trae la vida, fluir y descansar cuando lo necesitas, escuchándote sin dejarte arrastrar por lo que la sociedad, la cultura, dice que “deberías” estar haciendo.

Ahora es tiempo de vacaciones, puedes bajar de la espiral talento-esfuerzo-resultados. Es genial tener talento, si tu talento no se convierte en tu cárcel, en una trampa de actividad y de perfección.