Vivimos
en una cultura que glorifica el esfuerzo visible. El que más horas pasa frente
al ordenador, el que parece más ocupado, el que no se toma descansos… ¿es
realmente el que más aporta?
Muchas
veces corremos como pollo sin cabeza, ocupados en tareas que apenas tienen
impacto, olvidando lo que realmente importa. Vamos rápido, sí… pero sin
dirección. Y como bien decía alguien: ¿de qué sirve ir deprisa si vas en
sentido contrario?
El
foco necesita pausa. Parar, observar, decidir. Solo así se puede avanzar con
intención.
Recuerdo
con cariño a un compañero de trabajo al que aprecio mucho. Un día entré en su
despacho y lo encontré recostado en la silla, con los pies sobre la mesa,
mirando al techo. Al ver mi expresión de sorpresa, me dijo con total
naturalidad: “Revindico el derecho a pensar”.
No
pude más que sonreír. Esa frase se me quedó grabada.
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En esta foto, copiando al compañero (aprender de los que saben) |
Nos
han enseñado que “quien más se esfuerza, más logra”, pero eso ya no siempre se
cumple. Hoy, con herramientas como la inteligencia artificial capaces de asumir
gran parte del trabajo repetitivo, el verdadero aporte no está en hacer más,
sino en pensar mejor.
Quienes
parecen “vagos” a menudo están siendo estratégicos. Saben que la mente necesita
aire. Se permiten pausas para reorganizar ideas, distinguen lo urgente de lo
importante, y aplican soluciones simples a problemas que otros complican por
exceso de acción.
No se
trata de promover la pereza, sino de aprender a parar y descansar para rendir
mejor. Aquí van algunas recomendaciones:
- Redefine la productividad: no midas tu valor por las horas que pasas frente a una pantalla, sino por el valor real de lo que aportas.
- Tómate pausas conscientes: sal a caminar, respira, cambia de actividad. Muchas veces, la solución llega cuando dejas de buscarla.
- Cuestiona el “trabajo por estar”: estar ocupado no es lo mismo que estar avanzando.
- Confía en tus ritmos: hay días para enfocarse y otros para observar y planear. Ambos son necesarios.
En un
mundo saturado de tareas, ser “vago” con inteligencia puede ser la forma más
poderosa de vivir tu tiempo. Tal vez no somos demasiado tontos para ser vagos.
Tal vez aún estamos aprendiendo a ser más sabios con nuestro esfuerzo.
¿Y tú?
¿Te has sentido culpable por tomarte un descanso? ¿Crees que podrías lograr más
haciendo menos? Comparte tu experiencia en los comentarios.
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