lunes, 4 de agosto de 2025

El valor de tener buena gente cerca

Este viernes salí a dar una vuelta en bici con mi amigo Emilio. Mientras pedaleábamos y hablábamos de la vida, me comentó sobre un libro que ya tengo apuntado para leer este verano: Dignos de ser humanos de Rutger Bregman. Según Emilio, el libro defiende una idea poderosa y luminosa: que la humanidad ha progresado no tanto por la competencia o la fuerza, sino por nuestra capacidad para cooperar, para ayudarnos, para cuidar unos de otros.

Me pareció una idea muy cierta. Curiosamente, unas horas antes, había tenido una experiencia que parecía sacada directamente de ese libro. Tuve un golpe con el coche y esperando la grúa. Fue un momento incómodo y bastante estresante, sobre todo porque el lunes teníamos previsto salir de vacaciones en caravana, y sin coche no había forma de movernos. Por si fuera poco, alquilar un coche con bola de remolque resultó ser misión imposible, y en el camping ya no quedaban bungalows disponibles. Todo parecía torcerse.

En medio de esa situación, pasó algo que me devolvió la calma: varias personas se acercaron a preguntarme si necesitaba algo. Una conocida incluso me ofreció el coche de su hija para el viaje. Me costaba aceptar, me parecía que era demasiado pedir, uno siente que puede estar abusando de la confianza ajena, pero su gesto fue un recordatorio de que

la ayuda a veces llega sin que la pidas, y que aceptar también es parte de la reciprocidad humana.

Finalmente fue mi primo Rodrigo quien me sacó del apuro. Me ha dejado su coche con total generosidad, confiando plenamente. Gracias a él, podremos salir de vacaciones como estaba previsto. Este gesto no solo resolvió un problema, también reforzó algo más importante: el vínculo que tenemos. Porque cuando alguien te tiende la mano, cuando confían en ti, cuando te hacen la vida más fácil sin pedir nada a cambio, se fortalecen los lazos, se construye confianza. Y eso, en el fondo, es lo que nos permite caminar con más seguridad por la vida.

A veces me abruma lo simples que se vuelven las cosas cuando recibes ayuda. Cuando no vas solo. Cuando te dejas acompañar. Cuando hay alguien que te dice: "no te preocupes, yo te ayudo". Nos cuesta aceptar la ayuda, como si hacerlo fuera un signo de debilidad. Pero lo cierto es que la vida se vuelve mucho más liviana cuando aprendemos a apoyarnos en los demás.

Estamos hechos para vivir en comunidad. Lo decía Emilio citando a Bregman: no hemos sobrevivido como especie por ser más fuertes, sino por ser más cooperativos. No por ser los más rápidos, sino por quedarnos a ayudar a quien se queda atrás.

Hoy, más que nunca, creo en eso. Me siento profundamente afortunado de tener buena gente a mi lado. Espero que tú también la tengas, que sepas reconocerla, que sepas cuidarla. Porque cuando caminas con otros, cuando compartes la carga, la vida no solo se vuelve más sencilla, se vuelve más humana.

La generosidad humana: un motor silencioso que nos empuja hacia adelante

Si quieres seguir leyendo lo que se publica en el blog, formar parte de esta tribu, puedes seguirme en LinkedIn, para no perderte la próxima entrada. Haz clic aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario