Desde
pequeñitos nos han enseñado que cuando empiezas algo tienes que acabarlo, si no
logras llegar a la meta es un fracaso. Si además la actividad no tiene meta
final no encontramos el momento de dejarla.
Un
compañero me dijo al empezar a trabajar “aprovecha este año que nunca vas a
estar más liberado que ahora”, he podido comprobar que estaba en lo cierto. Los
compromisos tienden a aumentar, asumimos nuevas responsabilidades sin abandonar
otras, esperando que el aumento en la eficiencia pueda compensar la creciente
carga.
Así
es como aumentan también las cosas en casa, entran más cosas de las que salen,
más ropa en el armario. El aumento de cosas hace que en un momento dado la
casa, el armario, este repleta, a punto de reventar. Exactamente igual que cuando
nos llenamos de cosas que hacer, también estamos a punto de reventar y de hecho
reventamos más a menudo en forma de mal humor.
Ante
la crisis la solución con las cosas en el armario parece evidente, o aumentas
capacidad como recomienda IKEA, te compras otro armario, o empiezas a regalar,
reciclar o tirar cosas.
Aprovechando
la analogía, por qué no solucionar el exceso de responsabilidades, cosas que
hacer, de la misma forma:
- Regalar: quizá sea bueno que tú dejes de hacer y la actividad le pueda venir bien a otra persona. Puedes delegar responsabilidades y ayudar a otros a crecer. No tienes que hacerlo todo, confía en que otros también lo pueden hacer.
- Reciclar: quizá ya no siga mereciendo la pena hacer de la misma manera, podemos cambiar o podemos aprovechar lo hecho con otros objetivos.
- Tirar: en ocasiones es bueno dejar de hacer, quizá lo más complicado.
¿Qué
es lo que hace que “dejar de hacer” sea tan complicado? Cuando ya hemos
invertido esfuerzo en algo, sentimos que si lo dejamos perdemos la inversión, que
es un esfuerzo desperdiciado y nos puede influir para seguir.
Si
no recoges la mesa con regularidad acaba muy desordenada, lo mismo sucede con
la cocina y con el cuarto de juegos. Cuando el desorden supera nuestro nivel de
tolerancia normalmente nos decidimos a recoger o a irnos de casa.
Lo
mismo sucede con las cosas que hacer, se van acumulando, se van desordenando en
nuestra cabeza, hasta que consiguen abrumarnos y cuando estamos hasta arriba
decidimos si ordenamos lo que vamos a hacer o decidimos no pensar y al final no
hacer nada. Es habitual no hacer nada
porque tengo demasiadas cosas que hacer, no sé por dónde empezar y me
dedico a lo que no debería estar haciendo.
Si
estas abrumado te aconsejo ordenar la cabeza, sacar todo lo que “tienes-quieres”
hacer y ponerlo en una lista. Si no
da tiempo a hacerlo todo es mejor que escojas lo que no vas a hacer sino
escogerán por ti. Aunque de tiempo te recomiendo el sistema ABCDE, empezando por
la E.
- Eliminar lo que puedas sacar de la lista, que no merezca la pena.
- Delegar en otros lo que puedas.
- Establecer las prioridades para el resto (ABC): A.- Prioritaria B.- Importante C.- Poca importancia.
- Empieza por las tareas prioritarias.
Para
hacer cosas nuevas hay que dejar espacio, abandonar-eliminar cosas que hacías
antes. Dejar lo que puedes dejar y no te gusta es fácil, lo difícil es que a
veces hay que dejar cosas que te gustan o que crees que te aportan para hacer
otras.
Si
te gusta comer y vas a un restaurante puede ser que te apetezcan cinco de los
primeros platos y siete de los segundos ¿Te comerías esos 12 platos? Seguro que
descartas unos cuantos, aunque te apetezcan, si no quieres tener una
indigestión comerás un primero y un segundo.
Lo
mismo pasa con las actividades, hay que elegir que vas a hacer, aunque te
puedan interesar muchas actividades igual el intentarlas todas te produce una
indigestión.
Quiero
compartir contigo la historia de la vaca
¿Cuál
es tu vaca? ¿A qué te aferras que no te deja hacer cosas nuevas?
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