domingo, 11 de abril de 2021

El contacto nutre y calma; echo de menos estar con los demás, con los viejos amigos

Tanto estado de alarma, tanto confinamiento y aislamiento social, se me está haciendo largo y duro. Echo de menos estar con mucha gente, la riqueza del intercambio de contacto, cariño, pareceres, experiencias y conocimientos. Seguro que no soy el único.

Ahora me siento más social que nunca. Echo de menos a la tribu, empezando por mis dos hermanas que viven un poco más lejos y ahora vemos menos. Echo de menos a muchos amigos, separados ahora por barreras legales o imaginarias.

¡Cuánto daño está haciendo este virus! No solo con los daños físicos a quienes se contagian, sino con los daños emocionales y sociales del aislamiento ¿Cuál será la herencia que nos deje esta carencia de contacto que muchos sufren y sufrimos?

Hemos descubierto nuevas formas de contacto. Me parece útil la telepresencia y en muchos casos habrá eliminado desplazamientos innecesarios. Pero echo de menos el cara a cara, lo practicado por la especie durante miles de años.

Compartir con los viejos amigos (foto tomada de Pixabay: Stevepb)
Aprendemos en lo social. Somos seres indefensos al nacer que aprendemos de nuestros mayores. Aprendemos en el contacto y la comunicación.

La interdependencia es mayor ahora que hace 60 años. Mis abuelos eran capaces de una subsistencia independiente, conocían la tierra, los animales y vivían en esa sostenibilidad a la que nosotros aspiramos.

Evolucionamos porque, lo que alguien de nuestra especie probaba y aprendía en un lugar, se trasladaba a otros con los viajeros, trovadores y mercaderes. Ahora los avances tecnológicos se difunden más rápido, pero ¿qué pasa con los avances sociales?

Del contacto y del intercambio de experiencias aprendemos. Echo de menos las ideas que aparecen cuando otros me cuentan lo que hacen, el aprender de las experiencias de los demás. Esas ideas que se transforman en nuevas formas de hacer. Echo en falta el contacto cara a cara con aquellos que han tomado distintas decisiones, el compartir vidas.

El conocimiento y la experiencia crecen cuando se comparten.

No estamos solos, ahora vivimos en burbujas, afortunadamente todavía tenemos cercanos con los que estar. Ese contacto que nos calma ante tanta incertidumbre.

La semana pasada tuve la primera reunión presencial en el trabajo desde hace más de un año. Sentí la alegría del reencuentro, las ganas de estar juntos, de contar lo vivido. El encuentro se me hizo corto.

Los que vivimos juntos tendemos a parecernos, vivir cosas parecidas. Echo de menos a los que están a media distancia, los que aportan diversidad, nuevas ideas, distintas perspectivas. El camino lo recorremos entre todos.

Echo de menos a esos cercanos que ahora están lejos, a los que tantas veces he tenido cerca y ahora no puedo ver en persona, a sentir cómo están y cómo les va.

De la diversidad se aprende y ahora siento que estoy/estamos perdiendo mucha diversidad. Las barreras nos empobrecen a todos.

Me encanta la frase de “caminamos a hombros de gigantes”, los que han estado antes nos han dejado un legado que nos permite vivir como vivimos.

Espero que las barreras caigan pronto, para poder seguir construyendo juntos ese legado para los que vendrán.

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