Ayer estaba fundido, me quede dormido antes de las diez de la noche en el sofá. Me despertó una llamada a eso de las diez y tuve la fuerza suficiente para subirme a la cama. He dormido casi 10 horas, un montón para lo que duermo normalmente. Para mucha gente dormir más de 10 horas el fin de semana es lo normal, creo que para todas mis hermanas es así, no es mi caso.
Afortunadamente
he aprendido a escuchar un poco más mi cuerpo, a sentir el cansancio y
descansar. Aunque a veces se me olvida. No hace tantos años, era frecuente, al
llegar las vacaciones, que me pusiese enfermo, así no tenía otra opción que
descansar. El cuerpo es sabio y nos dice muchas cosas si le aprendemos a
escuchar.
El
cansancio de ayer se debía no solo al exceso de actividad de la semana, también
era un cansancio físico de disfrutar de una buena caminata por el cañón del
Ebro, a su paso por la provincia de Burgos. La cabeza descanso, pero se
cansaron las piernas.
Vistas del cañón del Ebro (Valdelateja). Tomada de Confederación hidrográfica del Ebro |
El
viernes estuve con Emilio Adrián dando una vuelta en bici, le cito porque me
dijo que lo pusiese en los créditos. Me decía que antes de plantearse más
objetivos hay que pasar por la aceptación. Ver que no aceptamos de nosotros y
que nos sentaría bien aceptar.
Sin
aceptar, sin disfrutar de lo que ya tenemos, nos metemos en la guerra del más.
Cada vez más objetivos, detrás de cada reto conseguido encontramos nuevos
retos, nuevos desafíos. En la rueda del hámster, cuanto antes conseguimos algo,
antes vamos a por lo siguiente.
La
clave es descubrir cuando es suficiente ¿Cuánto es suficiente para ti? Cuando
es momento de parar, descansar, saborear el punto en el que estás. Dejarte
sentir cuando el próximo reto te resta más de lo que te aporta, abandonar el
automático por tomar más conciencia de tus necesidades, algunas tan simples
como descansar.
Recuerdo
mis tiempos más jóvenes, sentado al lado del superjefe a nivel europeo del
Boston Consulting Group, donde había empezado a trabajar. Me dijo que lo que
más disfrutaba era sentarse en verano, a la puerta de casa, en un pueblo de
montaña, a leer y a charlar con los vecinos que pasaban. Me dije, eso lo tengo
bien fácil volviendo a mi pueblo de la España vaciada, las decisiones desde
allí vinieron solas.
Teniendo
claro lo que quieres es más fácil decidir qué haces.
Autoexigencia
y búsqueda constante de más objetivos impiden el descanso adecuado. Saber cuándo
es suficiente para disfrutar, sin caer en la “rueda del hámster” de la
productividad continua.
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