Hoy he
estado escuchando una charla de Estanislao Bachrach sobre cómo tomar mejores
decisiones. Uno de los asistentes ha dicho que en nuestra sociedad “El
pesimismo se ve como algo malo y el optimismo como un gran valor” y ha lanzado
la pregunta de si ser optimistas nos hace ser mejores.
A la
que ha contestado con un cuento de la India, de una familia que tiene tres hijos
a los que mandan a por aceite con una botella.
El
primero va a por el aceite, tropieza en el camino de vuelta y se le cae la
mitad del aceite. Cuando llega a casa llora y se lamenta amargamente con su
madre de haber perdido la mitad del aceite, pide perdón y se preocupa de haber
perdido la mitad del aceite.
El
segundo va a por el aceite, también tropieza en el camino de vuelta y se le cae
la mitad del aceite. Cuando llega a casa se lo cuenta a su madre y se alegra de
que ha salvado la mitad del aceite y de las muchas cosas que pueden hacer con ese
aceite, se alegra por haber salvado la mitad del aceite.
Al tercer
hijo le sucede lo mismo, en el camino de vuelta también se le cae la mitad del
aceite. Cuando llega a casa cuenta a su madre que se le cayó la mitad del
aceite pero que queda la otra mitad, con esa mitad podemos cocinar y yo voy a
hacer lo posible por recuperar la otra mitad.
Como
uno piensa tiene impacto en cómo se siente y esto impacta en cómo actúa. No es
lo que sucede sino como reaccionamos ante lo que sucede lo que marca la diferencia
en cómo nos encontramos y qué es lo que hacemos.
A
todos nos van a ocurrir cosas buenas o malas y también tenemos nuestro papel en
lo que nos sucede, aunque no podemos controlarlo todo.
“Lo
que hacemos impacta en cómo nos sentimos y los resultados que tenemos”
Podemos
buscar excusas y lamentarnos por la situación o ver lo que tenemos y buscar soluciones
para obtener lo que queremos y hacer lo que podemos al respecto.
Ser
optimista fomenta la resiliencia ante los problemas, la capacidad de
enfrentarnos a ellos y no quedarnos paralizados, esperando que lo que hacemos
mejore las cosas. Nos anima a perseguir nuestras metas con confianza. Aunque también,
cuando tenemos un optimismo excesivo, puede hacer que confiemos en la suerte de
forma poco realista y no hagamos lo que nos conviene.
El
pesimismo puede ayudarnos a prevenir problemas, preparándonos para ellos. Un
amigo me dice que lo que aporta a los proyectos es pesimismo, detectar lo que
puede ir mal para solucionarlo. Este es un pesimismo activo, que busca
soluciones, aunque es probable que te prepares para muchas cosas que terminan
por no ocurrir.
También
encontramos el pesimismo pasivo, relacionado con lo que los psicólogos llaman “la
indefensión aprendida”, suponiendo que no podemos hacer nada, nos quedamos
parados y solo nos lamentamos como víctimas, en lugar de buscar soluciones.
El
pesimismo pasivo solo lleva a lamentaciones, el activo busca soluciones y previene
problemas. El optimismo extremo hace que lo confiemos todo a la fortuna. Lo más
adecuado parece ser practicar un optimismo realista, ver el lado positivo con
una visión consciente de las dificultades, confiar en que nuestros esfuerzos
darán sus frutos.
Hay quienes
se quejan de que no tienen tiempo, en lugar de ver que todos tenemos el mismo,
24 horas todos los días. Son precisamente los que más se quejan lo que creen no
tener tiempo para aprender a aprovecharlo mejor. Nunca es tarde para
reflexionar sobre este tema y aprender nuevas habilidades, si vives en Burgos o
cerca tienes la oportunidad de hacer algo al respecto, lanzo una nueva edición
presencial en Burgos del curso de “Gestión
de tiempo, gestión de vida”. Si quiere apuntarte, serán 8 lunes, de 18 a
20, empezando el 3 de marzo. Más información en el siguiente enlace
Si quieres ver cuando publico una nueva entrada, puedes seguirme en LinkedIn. Pulsa aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario