La vida no deja de sorprendernos y si estamos abiertos podemos aprender y disfrutar cosas nuevas. Este fin de semana he estado en Palma de Mallorca, me fui a la presentación del libro de poemas “Versos abuhardillados” de mi amigo Gabriel Briones.
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Imagen inspirada en la firma de libros tras la presentación |
Tuve
la suerte de llegar por la mañana, con Javier Revilla, otro amigo al que
llamamos “el poeta”, que iba a hacer de maestro de ceremonias. Pasé unas horas acompañando
los preparativos y rodeado de poesía, mientras veía como escogían de entre
diversos autores que les habían influenciado. Ahí me enganché a lo que oía, pude
ojear y leer por mi cuenta algunos libros y puedo decir que he leído más poesía
en estos cuatro últimos días que en los 50 años anteriores (como supondréis no
había leído mucha). Aquí tengo a mano un libro con una antología poética de
Roger Wolfe.
Esto
me lleva a reflexionar sobre las creencias que muchas veces nos limitan. Con la
creencia de que la poesía no me gusta me he privado de ella muchos años,
teniendo al lado a amigos que me podían enseñar a disfrutarla y orientar sobre
su lectura.
También
pensamos que no podemos hacer ciertas cosas porque no somos “expertos” o porque
alguien, en algún momento, nos hizo creer que no seríamos buenos en ello. Yo no
era muy bueno escribiendo, tampoco sé si lo soy ahora, aunque me permito escribir
y lo disfruto.
Cuando
nos atrevemos, cuando nos lanzamos a hacer algo simplemente por el placer de
hacerlo, ocurre algo maravilloso: disfrutamos, aprendemos y crecemos; al menos
me gusta pensar así.
Hay
quienes dicen que te haces mayor cuando dejas de aprender. Yo prefiero pensar
que la juventud del espíritu se mantiene mientras sigamos abiertos a nuevas
experiencias. Con el paso del tiempo, tenemos la oportunidad de redescubrirnos
y de encontrar placer en cosas que antes ignorábamos.
Podemos
sorprendernos a nosotros mismos disfrutando de una pintura cuando alguien que
sabe del tema nos comparte su visión. Lo mismo sucede con la poesía: es más
fácil apreciarla cuando estás con alguien que la ama y te muestra cómo
encontrar esas sutilezas que antes te pasaban desapercibidas. Así que para
aprender y disfrutar de cosas nuevas viene bien encontrar la buena compañía.
La
clave está en estar dispuestos a aprender de los que saben, de los que
disfrutan. Esto se puede aplicar a casi cualquier cosa: el campo, la vela, o
incluso algo que ni siquiera imaginabas que podía interesarte ¿De qué te estás
privando que quizás disfrutes?
Hoy me
doy cuenta de que las nuevas experiencias no tiene edad. Solo necesitamos la
voluntad de abrirnos a lo desconocido y dejar de lado esas creencias que nos
atan. Porque la vida, en cada una de sus facetas, siempre tiene algo nuevo que
enseñarnos.
Recuperar
la niñez, la mentalidad de las primeras veces, la ilusión por cada momento,
como este fin de semana veía a Lara, la hija de Gabi, de cinco años, llena de
energía, con la ilusión de ir probando.
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