jueves, 24 de marzo de 2016

Perdona que te interrumpa

Me gusta ir a leer y estudiar a la biblioteca, me siento acompañado en lo que hago. Supongo que muchos vamos allí para evitar las interrupciones que podemos tener en casa o en el despacho, por parte de otros o para hacer una visita a la nevera.

En una de esas visitas a la biblioteca me senté frente a una chica de unos 20 años, en las dos horas que yo estuve allí no se levantó de la silla. Toda una mañana de estudio.

Me llamó la atención porque no paró de mirar el móvil en las dos horas. El proceso era algo así:
  1. Mira el móvil, sonríe y teclea algo.
  2. Deja el móvil.
  3. Vuelve a estudiar durante medio minuto.
  4. Consulta el móvil, sonríe y vuelve a escribir algo (estamos de nuevo en el punto uno).

Durante las dos horas no pasó de página. Es posible que ella estuviese convencida de que había pasado dos horas estudiando y fuese poco consciente de lo poco productivo de esas dos horas. Sospecho que podía haber sido más beneficioso quedar a tomar un café con el que estuviese en el otro lado de la comunicación. O si iba a estudiar apagar o apartar el móvil de su vista.

Y es que cuando interrumpimos una tarea pagamos un gran precio para retomarla. Si estamos leyendo tenemos que releer los últimos párrafos, lo que sucede con cualquier cosa que estemos haciendo, retomar el hilo tiene su precio. En el caso de esta chica no consiguió ni pasar de página en dos horas (¡igual consiguió otras cosas!). Cualquier tarea se alarga cuando la interrumpimos y la retomamos.

¿Quién era responsable de tanta interrupción? Quizá quien estaba al otro lado de la comunicación tenía su responsabilidad, aunque sin duda alguna cuando alguien nos interrumpe es porque nosotros le dejamos.

Nos dejamos interrumpir porque nos han educado para atender al que llega a hacernos una petición. Es adecuado echar una mano si es que podemos y atender a nuestros compañeros si es necesario. Lo que no está tan claro es que tengamos que perjudicarnos por ello.

Debemos encontrar el equilibrio entre el respeto y la atención a los demás y el respeto por nosotros mismos. Si lo que estamos haciendo es importante (nos lleva a los resultados que perseguimos), si nos interrumpimos nos estamos faltando el respeto a nosotros mismos. Y si permitimos que nos interrumpan con cualquier cosa también nos faltamos al respeto. El nuestra labor encontrar el equilibrio entre la consideración a los demás y nuestra propia consideración. Esta es una de las tareas más difíciles a la hora de gestionar bien el tiempo, nuestra vida.
Foto del banco de tiempo de Segovia
La frase “tienes un minuto” es muy peligrosa, ese minuto fácilmente se puede convertir en media hora. La persona que nos invade quizá no es consciente de que en ese momento necesitamos ese minuto o esa media hora, quizá hasta piensa que nos está haciendo un favor para que nos relajemos.

Decía Jacinto Benavente que mucha buena gente que sería incapaz de robarnos el dinero, nos roba sin escrúpulo alguno el tiempo que necesitamos para ganarlo. Creo que en ocasiones ni siquiera se dan cuenta.

Una buena forma de aumentar la productividad es empezar antes de que el resto llegue. La primera hora de la mañana suele ser muy productiva porque no hay interrupciones. Y si vives en una gran ciudad el madrugar un rato más puede evitar parte de los atascos.

El primer paso es ser consciente de las interrupciones que tienes, tanto las provocadas por otros como las que te auto-provocas, para después poder combatirlas.

Si quieres trabajar con las interrupciones te pueden interesar dos entradas del blog anteriores: la técnica Pomodoro y aprender a decir “NO”

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