domingo, 30 de junio de 2024

Volver a lo comunitario

¡Cómo ha cambiado el mundo! Suena a frase hecha y a la vez es muy cierto ¡Cómo ha cambiado el mundo!

Esta semana estuve visitando con mi padre el molino de mareas (Santo Olaja), en Arnuero, al lado de Noja (Cantabria). El molino estuvo funcionando hasta 1953, desde el siglo XIV, que ya son años. Ahora es un recuerdo del pasado y solo muele para que lo veamos los curiosos.

Mi padre en el molino de Arnuero (gracias a los que nos dejaron verlo). El molino mucho más grande que el de su pueblo - merece una visita.
Mi padre me contó sus recuerdos de niño, en su aldea de Burgos, llevando el grano al pequeño molino que tenía el pueblo. Se molía por turnos, cada día una familia tenía la llave del molino y el derecho a moler. El mantenimiento del molino se hacía entre todos.

También el mantenimiento y arreglo de los caminos se hacía en común. A finales de primavera o comienzo de verano se tocaba a concejo y todos acudían, con sus herramientas, a reparar lo que había destruido el invierno y las lluvias de primavera. Alguno cobraba si llevaba una pareja de bueyes y un brabán, pero en general era trabajo comunitario.

Otras cosas se organizaban de manera sencilla. Para regar existía lo que se llamaba la cruz de riego. No había agua suficiente para que regase más de uno, así que cada día el que tenía la cruz podía regar y al acabar el día se la pasaba al siguiente.

También la solidaridad era comunitaria. La cruz de los pobres, que también iba pasando de casa en casa, señalaba al encargado de acoger a dormir y alimentar al necesitado que pasase por el pueblo. Al atender al que lo necesitase se pasaba la cruz a la siguiente casa.

Los vecinos se conocían y se ayudaban, se puede decir que no había otra opción, era difícil sobrevivir sólo. Vivían en comunidad (común unidad), vinculados unos a otros, dándose cuenta de su interdependencia.

También ahora es difícil sobrevivir sólo, pero en esta cultura individualista, de intercambio impersonal, donde no conocemos muchas veces al vecino, es fácil sentirse autosuficiente, lo que es un espejismo.

En el espejismo del individualismo, creemos que nos valemos solos, que somos autosuficientes, que somos independientes. La ceguera de la autonomía, de la autosuficiencia, nos mantiene aislados, solos y tristes.

La soledad es una epidemia en nuestros días. Mucha gente que se siente sola se anestesia en la actividad, en un hacer frenético. Mejor antídoto es el encuentro con el otro, la ayuda mutua, el acompañamiento.

Ya lo dice un viejo dicho que escuche a Stephen Covey: “Si quieres ir rápido, vete solo, pero si quieres llegar lejos, vete acompañado”. Mejor si vas bien acompañado.

Bien acompañado todo es más fácil ¿Cómo podemos ayudar a otros y pedir la ayuda que necesitamos? ¿Cómo puedes ayudar a quien tienes al lado y pedir ayuda? ¿En qué te vendría bien que te echasen una mano? Prueba esta semana a dar y pedir ayuda.

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