Esta semana está siendo dura en España, especialmente en la zona valenciana. Los próximos meses van a ser difíciles, la vida te cambia en un instante o se te escapa en un descuido.
El
lunes todo parecía tranquilo, el martes llegaron intensas lluvias que
desbordaron los torrentes. Aguas abajo, donde la lluvia no era tanta, el
desastre llegó de manera silenciosa. El agua aparece por los desagües, en lugar
de salir por ellos.
En poco
tiempo se van llenando los garajes de agua, en las calles, los coches son
arrastrados como juguetes. El agua arrastra ramas, hojas y desechos. Los sótanos
se convierten en pozas fangosas, trampas para quienes habían bajado a salvar el
coche, sin poder imaginar la rapidez de la inundación.
Foto tomada del Heraldo de Aragón ( |
La
vida te cambia en un instante, las preocupaciones de la
semana pasada parecen tonterías. De hecho, son tonterías frente a la tragedia que
enfrenta a la muerte. La vida se escapa
en un suspiro, el último suspiro. Algunos amigos, vecinos, personas
queridas ya no están. La corriente se los llevó, dejando atrás solo el recuerdo
y la tristeza para sus seres queridos.
Después
de la tormenta, el verdadero golpe de la tragedia queda claro. En un instante
se puede perder todo. Las heridas seguirán sangrando. Esperar ver a los que se
han ido, confiar en escuchar su voz, aunque sea para discutir. Lo irreparable
de la pérdida, las cicatrices que quedarán.
Aunque
el camino sea difícil, de esta salimos
juntos. Agradecimiento por la solidaridad, la ayuda, de los que se lanzan a
ayudar. Sentimiento de comunidad que lucha codo con codo. Cuando lo público se
desborda podemos contar con el vecino.
La
verdadera fuerza no es solo física: es la unión de muchas personas decididas a
reconstruir, a apoyarse mutuamente y a levantar a quien más lo necesita. La unión que hace la fuerza. No
estamos solos, no estás solo ni sola.
Lo
perdido duele, especialmente las vidas. Ya nada será igual. En estos momentos
difíciles, sentir el apoyo y el acompañamiento, ayuda a mirar hacia el futuro. La
presencia de otros no elimina el sufrimiento, pero lo hace un poco más
llevadero. No estamos solos en nuestra tristeza.
La
vida es frágil, nuestra existencia cambiante. Volverá la rutina y nos
sentiremos seguros, casi inmortales. La tragedia nos recuerda que puede
desmoronarse lo que damos por sentado, nos impulsa a vivir con lo que hay, cada
instante, con cada persona.
Nos
prometemos ser más valientes, decir lo que sentimos, abrazar más, preocuparnos
menos por lo superficial. No siempre
habrá un “mañana” para hacer lo que dejamos pendiente. Ya lo decía Pau Donés,
“Vivir es urgente”. No dejes para mañana
lo importante.
Recordar
que todo puede cambiar en un instante no es vivir con miedo, es vivir
consciente. Cada día es un regalo.
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