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domingo, 20 de abril de 2025

Cuenta atrás

En algún sitio he leído que la vida es una enfermedad terminal. Nacer es el comienzo de un proceso que termina con la muerte… y entre este principio y final hay espacio para significado, conexión, arte, amor, lucha y también dolor.

Vivimos como si siempre hubiera un “después”, una promesa de mañana, de años por delante. Pero no sabemos cuánto tenemos. Algunos, como Gabi, lo tienen más claro. O, al menos, lo intuyen con una certeza más cercana, más punzante.

Cuando alguien convive con una enfermedad que le pone fecha al futuro, la vida cambia de color, de textura, de urgencia. Lo que para muchos es abstracto, para otros se convierte en una cuenta atrás real, con días que pesan más y momentos que se sienten con otra intensidad.

Gabi, con quien tengo la suerte de compartir amistad, es uno de esos seres lúcidos. Me ha regalado este poema. Me dijo que podía publicarlo. Y lo hago aquí, con su permiso, con orgullo y con el nudo en la garganta de quien sabe que las palabras también pueden ser un refugio, una resistencia, un testimonio.

El poema es crudo, valiente y profundamente humano. O al menos a mi me lo parece, de esos del realismo sucio que entre el y otro poeta amigo, Javi, me presentaron.

Este es su poema. Este es su momento. Su título “Cuenta atrás”

Cortarle las alas.

Cerrarle el cielo.

Que caiga a plomo.

Enjaularlo con agua y pan duro.

Esposarlo a la cama

sin sexo de por medio.

Encerrarlo con llave

en la habitación del pánico.

Enterrarlo bajo tierra

junto a los demás tesoros.

Agarrarlo por la solapa

cuando levante la voz.

Parece maltrato

y en los tiempos que corren,

este poema,

supone asumir riesgos,

pero en realidad se trata,

simple y llanamente,

de miedo a su paso,

a que termine demasiado pronto

esta cuenta atrás.

Gracias Gabi por compartir tu poesía, gracias simplemente por ser.

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domingo, 3 de noviembre de 2024

La vida se escapa o cambia en un instante

Esta semana está siendo dura en España, especialmente en la zona valenciana. Los próximos meses van a ser difíciles, la vida te cambia en un instante o se te escapa en un descuido.

El lunes todo parecía tranquilo, el martes llegaron intensas lluvias que desbordaron los torrentes. Aguas abajo, donde la lluvia no era tanta, el desastre llegó de manera silenciosa. El agua aparece por los desagües, en lugar de salir por ellos.

En poco tiempo se van llenando los garajes de agua, en las calles, los coches son arrastrados como juguetes. El agua arrastra ramas, hojas y desechos. Los sótanos se convierten en pozas fangosas, trampas para quienes habían bajado a salvar el coche, sin poder imaginar la rapidez de la inundación.

Foto tomada del Heraldo de Aragón (
Desde las ventanas, algunos miran aún sin poderlo creer cómo el agua se lleva lo que encuentra a su paso. Las calles tranquilas se convierten en arroyos cargados de escombros. Ante la fuerza de la naturaleza se extiende un sentimiento de impotencia y vulnerabilidad.

La vida te cambia en un instante, las preocupaciones de la semana pasada parecen tonterías. De hecho, son tonterías frente a la tragedia que enfrenta a la muerte. La vida se escapa en un suspiro, el último suspiro. Algunos amigos, vecinos, personas queridas ya no están. La corriente se los llevó, dejando atrás solo el recuerdo y la tristeza para sus seres queridos.

Después de la tormenta, el verdadero golpe de la tragedia queda claro. En un instante se puede perder todo. Las heridas seguirán sangrando. Esperar ver a los que se han ido, confiar en escuchar su voz, aunque sea para discutir. Lo irreparable de la pérdida, las cicatrices que quedarán.

Aunque el camino sea difícil, de esta salimos juntos. Agradecimiento por la solidaridad, la ayuda, de los que se lanzan a ayudar. Sentimiento de comunidad que lucha codo con codo. Cuando lo público se desborda podemos contar con el vecino.

La verdadera fuerza no es solo física: es la unión de muchas personas decididas a reconstruir, a apoyarse mutuamente y a levantar a quien más lo necesita. La unión que hace la fuerza. No estamos solos, no estás solo ni sola.

Lo perdido duele, especialmente las vidas. Ya nada será igual. En estos momentos difíciles, sentir el apoyo y el acompañamiento, ayuda a mirar hacia el futuro. La presencia de otros no elimina el sufrimiento, pero lo hace un poco más llevadero. No estamos solos en nuestra tristeza.

La vida es frágil, nuestra existencia cambiante. Volverá la rutina y nos sentiremos seguros, casi inmortales. La tragedia nos recuerda que puede desmoronarse lo que damos por sentado, nos impulsa a vivir con lo que hay, cada instante, con cada persona.

Nos prometemos ser más valientes, decir lo que sentimos, abrazar más, preocuparnos menos por lo superficial. No siempre habrá un “mañana” para hacer lo que dejamos pendiente. Ya lo decía Pau Donés, “Vivir es urgente”. No dejes para mañana lo importante.

Recordar que todo puede cambiar en un instante no es vivir con miedo, es vivir consciente. Cada día es un regalo.

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martes, 8 de octubre de 2024

Echarle humor y ganas a la vida

Hoy estoy triste, Javi nos ha dejado, se ha ido con los que caminaron antes que nosotros. El viernes estuvo celebrando su 79 cumpleaños, como él sabía hacerlo, rodeado de familia y gente querida, riendo, cantando y brindando por la vida. Parece mentira que todo cambie tanto en cuatro días.

Llevaba un tiempo de susto en susto, pasando por el hospital para que lo pusiesen a punto. Este enero parecía que ya se iba para el otro barrio, media familia viajó a Fuerteventura y una vez más salió adelante, contra todo pronóstico. Creo que las ganas de vivir le hacían revivir.

Veía todo desde arriba. Contaba como había visto un lago y al fondo del lago mucha gente. Puede que fuese la morfina o que ya estaba con medio pie en la próxima vida. Consiguió la prorroga en el último minuto, como hace el Madrid, su equipo, en muchas ocasiones.

Mi tío Javi ha sido ejemplo para todos de cómo llevar los reveses de la vida con buen humor y seguir adelante con lo que se tiene. En 2003 sufrió un ictus, lo que le afecto a la movilidad y el habla.

En lugar de estarse lamentando, ha vivido plenamente estos 21 años. Hablando con lengua de trapo, contando chistes y anécdotas, compartiendo en familia y con los amigos cada día.

De casta le viene al galgo. Digno heredero del abuelo Eusebio, tampoco se quería ir hasta saber en qué paraba todo esto. Encontraba la parte cómica en cada situación, sacar la sonrisa de lo a veces trágico. Hacía amigos allá por donde pasaba, hablaba con todo el mundo, con una gran espontaneidad.

Mi tío Javi, su sonrisa y buen humor, con la gorra del Madrid (su equipo)
Continúo repartiendo las morcillas “Tere”, así como hacía su padre y después ha continuado haciendo su hijo Miguel. Nos llevó a muchos en la cosechadora y en el tractor cuando éramos niños, contagiándonos la conexión con la tierra y con nuestros orígenes y raíces.

Conectado con las personas, rodeado de amor, cariño y cuidado de su mujer, sus seis hijos y sus nietos. Sus hermanos y hermanas, que son piña y ejemplo para los que venimos detrás. Con los de cerca podía sacar el enfado González, aunque enseguida se le pasaba. Hemos aprendido que también te puedes enfadar y el amor no está en cuestión.

Su ejemplo me recuerda lo importante que es cómo te tomas lo que te pasa, la buena compañía, las raíces y la familia. Confianza suficiente para enfadarte y después poder echar la partida o tomar el vermú, hacer una bromas o disentir sobre cuál es el mejor equipo de fútbol.

Es bonito sentir todo el cariño hacia Javi viendo hoy el WhatsApp. Copio lo que ha escrito mi hermana Susana: “Como diría el tío (y la canción de Rozalén, "El día que yo me muera"): "No lloren porque me fui, alcen la copa y brinden por todo lo que viví" (Javi lo podría decir perfectamente porque vivió disfrutando a tope). Se ha ido siendo muy muy querido. La gente buena no se entierra, se siembra...Hoy, ¡brindo por ti!

domingo, 14 de julio de 2024

Se va uno de los buenos. Un alma unida a la naturaleza

Hoy quiero escribir sobre Fito, que nos ha dejado esta semana. Diría que antes de tiempo, con algo más de 50 años. Nunca sabemos cuándo nos llegará la hora, no sabemos el tiempo que tenemos. Su recuerdo permanecerá siempre con nosotros, dejó una huella imborrable, en mí y en muchos otros.

Era un ser especial, conectado con la naturaleza. Como dijo su mujer, mi prima Esther, más de pueblo que la mayoría de los que estábamos en el funeral para haber nacido en la casa Cordón (una casa histórica de la ciudad de Burgos). Me contó David, su hijo, que ya con 12 años amaestraba cuervos. Tenía animales allí donde podía. Compartía esa pasión con quien quisiese disfrutarla con él.

Su amor no solo alcanzaba a las personas, también mantuvo un estrecho vínculo con la tierra, los animales y las plantas. Aprendí mucho de su cuidado del entorno, que después nos cuida a nosotros. En la naturaleza estaba su sitio.

Ahora la aventura estaba con sus gallinas castellanas, en Sotopalacios y en Valtierra (creo que sentía orgullo al verlas). También en sus colmenas llenas de abejas. Dedicaba horas a su cuidado, observando cada detalle, su comportamiento y necesidades. Fito entendía que cada ser vivo tenía un papel crucial en el ecosistema y creaba también el ecosistema adecuado para cada ser vivo.

Era generoso, compartía los frutos de su afición. Todos los días está en mi desayuno una cucharada de miel de sus colmenas, todos los días vengo teniéndolo presente durante su enfermedad y lo seguiré teniendo presente. La miel es un producto que dura, en las tumbas egipcias se han encontrado vasijas de miel con miles de años en perfecto estado, así durará su legado.

Miel de Fito, de Valtierra de Albacastro, la mejor miel que he probado
El legado de Fito incluye la miel, como la de ese tarro que aparece en la fotografía, que sirvió para celebrar la comunión de David, su hijo, hace más de dos años. Comunión, común unión de muchos. Fito unía personas, generaba buen rollo, era buena gente.

Fito tenía la habilidad de alegrar a quienes le acompañábamos. Podía estar callado, escuchando; mantener largas conversaciones y decir las palabras adecuadas que nos hacían reír. Era un gusto compartir tiempo y espacio con él. No importaba cuán difícil fuera la situación, Fito tenía un don para ver el lado positivo y transmitir esa energía positiva a los demás.

Disfrutaba de los placeres sencillos. Naturaleza, paseos, conversaciones y conexión con otros. El viernes recordábamos su partida semanal, por mi parte recuerdo la partida de mus en Noche Vieja. No se trataba solo de ganar o perder, sino de disfrutar del tiempo juntos, de las conversaciones y de las bromas que surgían en el proceso. Cada partida era una oportunidad para fortalecer los lazos y crear recuerdos.

Los que nos rodean han creado nuestra vida, Fito se queda con todos los que le conocimos y compartimos ratos con él. Su vida fue un testimonio de lo hermoso que puede ser vivir en armonía con la naturaleza. Su legado es uno de alegría, generosidad y respeto por la tierra. Aunque su presencia física ya no esté con nosotros, su espíritu perdura en nosotros, en cada planta que crece, en cada ave que canta y en cada abeja que zumba. Fito ¡Qué suerte fue conocerte!

 

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lunes, 24 de junio de 2024

Vidas pequeñas, grandes sueños

El título de esta entrada es el título de una gran obra de teatro. Premio a la mejor obra del XXVI certamen de teatro UCM. Representada en el teatro de Bellas Artes de Madrid este 17 de junio.

No se si se volverá a representar. Es una obra ligada a su director, Jaime Cano, y al elenco que la representó. En ella se exponen, se comparten, vida, sueños, anhelos, miedos y pasiones. Una obra que hace reflexionar sobre la propia vida y la forma de vivir.

Propone la división de la vida en etapas de siete años. Idea ya propuesta por la antroposofía. En siete años nuestra realidad cambia, el entorno se modifica. Esos cambios hacen que nosotros también cambiemos, evolucionemos.

La vida como un cambio hacia la muerte, que es segura. Gastamos mucho tiempo en elegir nuestro camino, y todos los caminos llevan a la muerte. Sabiendo donde vamos a llegar ¿Para qué tener prisa? Lo último que hace falta es correr.

Foto tomada de instagram (Colegio Mayor Santa María de Europa)
¿Qué dejamos aquí tras la muerte? ¿Qué queda? ¿Por qué estoy aquí? ¿Me gustaría dejar algo? El teatro nos acerca a estas preguntas transcendentes, que nos cuestionan si nos dejamos y que pueden guiar nuestra vida.

¿Cuándo empezamos a preocuparnos por el futuro en lugar de soñar con él? A obsesionarnos con preguntas que repetimos a los que tienen alrededor de 18 años ¿Qué quieres hacer? ¿Dónde vas a vivir? ¿Cómo te vas a ganar la vida? ¿Tendrás hijos algún día? ¿Dónde te ves dentro de 10 años? ¿10 meses? ¿10 días?

Una invitación a recobrar el presente, a aparcar la obsesión. Nos falta tiempo, para pensar, para hacerlo todo (es imposible), para saberlo todo (también imposible), para disfrutar más. Nos falta el tiempo que ya ha pasado.

Recordar lo importante, acercarnos al amor, decir a los de cerca que queremos, eso, “te quiero”. Llegado el momento nos quedamos sin palabras, lo damos por supuesto. Poner las palabras hace que se deslicen lágrimas de emoción.

Con el tiempo, las cosas que nos parecen serias, considerables, muy importantes, serán olvidadas o parecerán fútiles ¿Cómo serán dentro de 200 años?

La obra conmovió mi corazón, escuché simples verdades que me ayudaron a reflexionar, tenían que ver conmigo, con nosotros. Gracias Jaime, a los múltiples Jaimes allí mostrados, que han dado luz a esta tragicomedia. Las ideas de esta entrada son tomadas del guion de la obra vidaspequeñas, grandes sueños. Espero que también os conmuevan.

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domingo, 19 de noviembre de 2023

Cultura de la prisa, del no tengo tiempo

Vivimos en la cultura de la prisa, repetimos “NO TENGO TIEMPO”, corriendo de un lado para otro, muchas veces sin saber muy bien a dónde vamos. Con una larga lista de pendientes, que no deja de crecer, a pesar de todos nuestros esfuerzos.

En un mundo con posibilidades infinitas, donde las opciones nunca han sido tan numerosas, nos perdemos entre tanta oportunidad. Nos perdemos al elegir o elegimos a toda prisa. Los quehaceres y los placeres nos van llevando y saltamos de una cosa a otra, muchas veces sin acabar ninguna. El día pasa y no sabemos que hemos hecho con nuestras 24 horas.

La realidad es que tiempo siempre tenemos, todos los días 24 horas, así que la frase “no tengo tiempo” carece de sentido. Todos los días tenemos la capacidad de elegir que hacemos con nuestro tiempo.

¿Cómo eliges? ¿Cómo elegimos? Nuestras elecciones configuran nuestra vida y nuestra dirección. Si sigues por ese camino llegaras da donde te encaminas. En ocasiones sentimos que podemos predecir donde acabará alguien. También podemos apostar por donde acabaremos nosotros, sabiendo a qué dedicamos el tiempo.

El tiempo no se puede gestionar, simplemente va pasando. Lo que podemos gestionar es que hacemos en el tiempo que tenemos. Damos importancia a las cosas por el tiempo que las dedicamos.

Cuando propongo a alguien tomar un café y me suelta el célebre “no tengo tiempo”, a veces contesto “es que no soy suficientemente importante para ti”. Enseguida se disculpan diciendo que realmente no tienen tiempo, que están muy ocupados, lo que no dudo. También es cierto que ponen por delante todas esas ocupaciones a que nos tomemos un café. No pasa nada, cada uno toma sus elecciones, si es que puede. Es cuestión de prioridades.

Podemos no tener tiempo para ir a la montaña en familia, con amigos. Seguro que encontramos cosas que hacer en su lugar, depende de a qué le demos importancia.

Hoy nos hemos regalado tiempo en Santa Cruz del Valle Urbión - preciosa ruta y mejor compañía. Aunque la foto sale un poco borrosa, eso no es lo importante

Quizá sentimos que algo es importante, decimos que es importante. Pero nuestros actos hablan más alto que nuestras palabras, los hechos nos configuran, quizá más que los sentimientos.

Para saber qué es lo importante para ti, déjame ver tu agenda. Si dices que la familia es importante ¿Cuánto tiempo le dedicas? Más allá de lo que trabajas, porque puedes usar la excusa de que trabajas para que tengan todo lo que quieran, o todo lo que necesitan. Quizá lo que quieren y necesitan es pasar tiempo contigo.

El tiempo, el mayor regalo, porque es de lo que está hecha la vida.

¿Qué es lo importante? Si no tenemos tiempo, si no encontramos tiempo para ello, es que eso no es suficientemente importante.

La importancia depende del criterio de cada uno. A veces es difícil alinear la importancia de lo que sentimos, de lo que pensamos y de lo que hacemos. Merece la pena reflexionar a qué dedicamos el tiempo, que sí tenemos.

Gracias por dedicar tu tiempo a leer la entrada de esta semana. Puedes enviársela a quien dice que no tiene tiempo para una charla tranquila contigo, para un paseo o para un café.

domingo, 7 de mayo de 2023

Vivir es una maratón, no una carrera de 100 metros

Vivimos con demasiada prisa, con rapidez. Estamos inmersos en la cultura de la inmediatez, todo tiene que ser para ya, si no es que tenía que haber sido para ayer. Urgencia por acabar lo siguiente, lo que tenemos encima de la mesa.

Inmersos en el corto plazo, en la próxima entrega, en el próximo examen, en el próximo proyecto. Perdemos la visión del largo plazo. Es como si estuviésemos corriendo constantemente carreras de 100 o 200 metros.

La mayoría de lo que importa se construye en el largo plazo. Se parece más a una maratón que a una carrera de 100 metros. Lo importante no es el próximo examen, sino como vamos construyendo nuestro conocimiento para apoyar lo siguiente.

No es la próxima entrega del proyecto, sino como eso forma parte de un proyecto más grande.

Esto no quita importancia a las pequeñas cosas, que construyen las más grandes. Las relaciones de largo plazo se construyen con pequeños detalles. Cada detalle tiene su importancia, pero no podemos poner toda nuestra energía en todo detalle. No podemos correr una maratón como si sumásemos carreras de 100 metros. Después de correr 100 metros a tope necesitas descansar.

Encontrar el ritmo adecuado para las grandes distancias, las de toda una vida, ya sea de aprendizaje, de relaciones, de proyectos y logros profesionales.

La tortuga: ccon constancia, siempre llega (aunque tarde)
Relativizar la importancia del corto plazo, de la perfección de cada cosa, es imprescindible para mantener la energía en el largo plazo, la visión y la realidad de quien somos y quienes queremos ser.

Si estamos demasiado estresados, demasiado ocupados, quizá es momento de parar y mirar ¿Dónde nos lleva esto en el largo plazo? ¿Qué efectos tiene tanto en el largo como en el corto plazo? Para después continuar al ritmo adecuado.

La cultura de la inmediatez lleva al estrés. Creo que la mayoría de las cosas que merecen la pena llevan su tiempo, su constancia, su persistencia. No aprendemos todo lo necesario de una sentada, las relaciones se construyen con presencia, la maestría en una profesión se logra con pequeños pasos (repasar la regla de las 10.000 horas) y una vida se construye en el largo plazo.

Cuando queremos hacer todo para ya nos encontraremos abrumados, desbordados y muchas veces sin dirección.

A mis alumnos, que cursan tercero de una carrera universitaria, les hago una pequeña reflexión. Tienen unos 50 años de carrera profesional por delante (si echamos hasta sus 70 años, aunque cada uno escogerá cuanto durará); no hace falta hacerlo todo el primer año, ni en los primeros cinco años, hay mucho tiempo por delante. Esa es la buena y la mala noticia.

Incluso en mi caso, que me acerco a los 50, espero que quede mucho tiempo por delante (aunque mucho y poco es relativo). Quiero hacer muchas cosas, de momento voy a hacer las que tocan esta semana para acercarme a eso en lo que quiero convertirme, mientras disfruto del camino.

Hoy me quiero acordar de ese amigo, el sabrá a quien me dirijo. Hace unas tres semanas ha tenido un susto, lo que parece un accidente cardiovascular, puede ser por ir demasiado rápido, abarcando demasiado… No lo sé, no soy médico, él lo sabrá mejor que yo. Quizá es momento de ir más despacio, de encontrar otro ritmo, que le permita seguir contribuyendo y disfrutar del camino por muchos años.

Pensar en el largo plazo me relaja, me permite saber que queda tiempo, que no todo lo tengo que hacer hoy, aunque hoy puedo seguir avanzando en la dirección que quiero, o parar a descansar si es lo que necesito. Equilibrar el corto y el largo plazo.

jueves, 3 de febrero de 2022

No somos inmortales

Me acabo de enterar de que ha muerto un compañero del Colegio Mayor. Compartimos 5 años de residencia en Madrid. Apasionado por la música, continúo viviendo su pasión durante muchos años, no lo dejó para más adelante.

La definición de joven de mi abuelo era de su edad para abajo; todo el que tenía menos años que él era joven. Creo que es una definición compartida por muchos, todos los de menos edad que nosotros nos parecen jóvenes, aunque ya tengan la edad de jubilación.

Esa definición hace que sigamos pensando que nos quedan muchos años por delante, algo totalmente incierto. Solo podemos estar seguros de que cada vez nos queda menos para la muerte.

El tiempo de vida es algo curioso, todos los días tenemos 24 horas, todas las semanas 7 días. Ese tiempo que pasa nunca vuelve, no se ahorra. Es uno de los mejores regalos que podemos hacer, nuestro tiempo, nuestra atención, nuestra energía.

Leí hace tiempo, ya no sé dónde, que “vivimos como si no fuésemos a morir nunca, para morir como si nunca hubiésemos vivido”. Conscientes de nuestra mortalidad, saboreamos cada momento, cada instante, cada oportunidad. Vivir cada ocasión como si fuese la primera, con mente de principiante y vivir también como si fuera la última.

Cuántas cosas dejamos para más adelante, para cuando acabe de estudiar, para cuando me compre casa, para cuando tenga puesto fijo, para cuando se independicen los niños, para cuando me jubile… Resulta que ese más adelante puede que nunca llegue. Otra forma de posponer, de procrastinar, cosas que son importante.

Hace ya tiempo leí el libro “32 maneras de saber que estás muerto”. Nos habla de los muertos en vida, aquellos muertos a los 30 y enterrados a los 80, zombis de la vida cotidiana, que te cruzas cada día, sin pasión, sin motivación ni energía. Esperando para empezar a vivir.

La pandemia con la que convivimos desde hace dos años nos ha hecho más conscientes de la muerte, se han ido muchos. Aunque con tanto miedo que arrastramos, no se si nos está permitiendo vivir o nos tiene acurrucados en una esquina, sin relacionarnos, esperando.

Para mi la muerte está conectada a la vida, saber que voy a morir me hace saborear la vida. Me interpela a no dejarla para más adelante, vivir ahora, arriesgarme ahora si es necesario.

Recordar mis sueños de niño, de joven que cree en la utopía, me impulsa a vivir. Cuantas cosas que parecían imposibles se han conseguido.

Preguntas que remueven, que ayudan ¿Qué harías si supieses que te quedan 5 años de vida? ¿Si te quedan 5 meses? Y ¿Si te quedan 5 días? Preguntas que permiten ver lo importante, lo que es importante para cada uno.

Os deseo una buena y larga vida. Una vida vivida.

sábado, 4 de abril de 2020

La muerte unida con la vida


Corren tiempos difíciles; la vulnerabilidad, la enfermedad y la muerte se sienten cerca, no solo en las frías cifras que hoy nos dicen que ya ha habido, por lo menos, 11.744 muertos por Coronavirus en España.

Cada una de esas muertes tiene una historia, toda una vida y un entorno de seres queridos que la han acompañado. Hoy escribo acordándome de mi tío Jose Mari, con el que tanto he compartido y del que tanto he aprendido.

Ha muerto en el amanecer del 2 de abril, en un momento donde el duelo es especialmente duro, por la distancia que nos separa, a pesar de las redes sociales.

Siempre recordaré su sonrisa, los chicles que nos daba en nuestra infancia, su pasión por los bolos (el me enseñó a jugar), el fútbol (su Real Madrid), la buena mesa, la buena conversación y el buen humor (pasión por la vida). Vivía en el mismo edificio, tres pisos más abajo ¡Cuántas horas he pasado en su casa jugando con sus hijos Jorge y Josemari!

Con el equipo campeón de bolos 2014 - Quintanilla Vivar
Foto tomada de idj.burgos.es (Instituto Provincial para el Deporte y la Juventud)

¿Qué dirán cuando muramos? ¿Qué nos gustaría que dijesen? Familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, aquellos con los que hemos estado compartido vida. Me gustaría oír lo que oigo de Jose Mari, una buena persona, con buen humor, siempre son la sonrisa. Con él daba gusto compartir tiempo. Era una suerte, si en una boda o evento, compartías mesa con él y con MariCruz, su mujer, el buen rato estaba garantizado. Y somos muchos los que lo sentimos así.

Con 87 años tenía más energía que otros de 20 y muchas ganas de seguir viviendo, todavía pensaba en el próximo cordero asado que iba a comer. La muerte se une a la vida, en la muerte apreciamos mejor la vida y su valor. De lo que estoy convencido es de que Jose Mari vivió, no solo dejo pasar la vida, tendría apuntados muchos momentos realmente vividos si los llevásemos por cuenta (como en el cuento de Jorge Bucay "El buscador").

Las palabras se quedan cortas para despedir a alguien querido. Alguien que sigue viviendo en nosotros, nunca lo olvidaremos.

lunes, 6 de enero de 2020

Y si no es ahora ¿Cuándo?

Me ha llevado un tiempo ponerme a escribir esta entrada. Aunque realmente, no me ha llevado tanto escribirla una vez que me he puesto a ello. De hecho, cuando empiezo, las palabras parecen fluir solas.

El 12 de diciembre, un amigo de toda la vida, que ahora vive lejos (a la suficiente distancia para no vernos a menudo) nos puso al día de sus últimos dos meses.

En esos dos meses se mezclan muerte y vida, un diagnóstico de una dolencia grave y una operación agresiva, diez días antes de que naciese su primera hija, la nueva vida que llega.

Y de esto me cuesta escribir, me cuesta darme cuenta de que no somos inmortales, algo que es tan evidente, me duele sentirlo y pensarlo. Los amigos, familiares… parece que van a estar ahí siempre; parece que vamos a estar siempre ahí, nos queda tanto por vivir, tantos con los que vivir (especialmente con los hijos). Y no sabemos cuánto tiempo nos queda, hagamos que ese tiempo merezca la pena.

No somos eternos. Dibujo de Leyre Fontaneda.

Me gusta pensar que aún soy joven, igual que mis compañeros de colegio que también son jóvenes. Parece que la definición de joven es de mi edad hacia abajo. Esa parece que era la definición de mi abuelo con 90 años, donde cualquiera que tuviese menos era un chaval.

Y como somos inmortales podemos esperar para un montón de cosas, vamos dejando lo que nos importa, entretenidos con otras cosas, y ya llegará el momento, más adelante: cuando acabe la carrera, cuando me case, cuando tenga un trabajo estable, cuando tenga hijos, cuando los hijos se vayan, cuando me jubile… Dejando las cosas para ese tiempo infinito que parece el futuro.

A veces no parece buen momento y se acaba convirtiendo en que nunca es buen momento, para esa conversación, para ese viaje de cinco días, para ese reencuentro. Quizá si paramos y nos dejamos sentir, lo pensamos despacio, ese nunca es buen momento se puede convertir en que cualquier momento es bueno.

Tenemos el poder de elegir, elegir que hacemos en cada momento. El momento puede ser ahora o podemos seguir esperando, eternamente, el momento perfecto ¿A qué esperamos? ¿A qué esperas? ¿A qué espero?

Por otra parte, la vida consiste en vivir, en ser, no tanto en hacer.

La felicitación de este amigo para este año: “que el 20 traiga salud a todos… lo demás viene solo”. Qué así sea compañero J.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Tiempo de conversión

Hoy es 14 de febrero, día de San Valentín, donde los enamorados parecen obligados a celebrar su amor, como si no pudiese celebrarse todos los días.

En este 2018 ha coincidido con el miércoles de ceniza, que también se celebra hoy. Las palabras del sacerdote al imponer la ceniza “"Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás" nos recuerda nuestra finitud, nuestra cierta muerte aunque no sepamos cuándo.


Aun así vivimos como si fuésemos inmortales, dejando lo importante para más adelante… ¡Cuándo acabe mis estudios! ¡Cuándo los niños crezcan! ¡Cuándo me jubile!...

Y cómo somos mortales, no hace falta esperar al próximo 14 de febrero para celebrar el amor, lo podemos celebrar cualquier día. No hace falta esperar para tantas cosas que dejamos para luego, cómo si fuésemos inmortales, para ese tiempo futuro dónde estaremos liberados, ese tiempo que nunca llega.

Muerte y vida están unidas, la conciencia de la muerte nos ayuda a vivir la vida con mayor plenitud. Cada momento es un regalo, por eso lo llaman presente; cada día, 1.440 minutos nuevos, que podemos vivir con plenitud.

La ceniza también simboliza morir a lo viejo, a lo que queremos dejar atrás, para nacer a lo nuevo, lo que queremos incorporar en nuestra vida. Igual que podamos para que los nuevos brotes puedan salir con más fuerza.

Desde el miércoles de ceniza tenemos 40 días de cuaresma hasta la Pascua, la resurrección. Los cambios no son instantáneos, los brotes no crecen según podamos, hay que dar tiempo para que lo nuevo se desarrolle, debemos dar espacio y cuidar la semilla.

El nacer a lo nuevo, el crear nuevos hábitos, nuevas formas de vivir, requiere paciencia y cuidado, regar la semilla. No podemos tirar de la planta para que nazca más rápido, la arrancaríamos, debemos cultivarla con constancia y dejar que también el tiempo haga su trabajo.

Te invito a que escribas en un papel lo que quieres dejar atrás y lo quemes (la ceremonia del fuego)… Con el tiempo puedes crear el espacio para lo nuevo que quieres o quieras en tu vida.

miércoles, 29 de abril de 2015

La escalera del éxito

Stephen Covey cuenta como mucha gente se pasa toda la vida escalando por la escalera del éxito para llegar arriba y darse cuenta de que está apoyada en la pared equivocada.

¿Qué es el éxito? Cada uno podemos tener nuestra propia definición, aunque a falta de ella nos conformamos con buscar el éxito social, tener un puesto reconocido por los demás, un buen sueldo, poder, etc.

Si te paras a pensar qué éxito persigues, igual te das cuenta de que tu objetivo es la felicidad, de que ese es el éxito. Esa felicidad se encuentra en las pequeñas cosas, en lo sencillo, en contar con buenos amigos, agradables conversaciones, estar cerca de los seres queridos, hacer ejercicio, vivir en contacto con la naturaleza.

Muchas veces sacrificamos lo que más queremos en la búsqueda del éxito social, en subir por una escalera de éxito apoyada en la pared equivocada, olvidando que la vida está más en el camino que en el objetivo.

Para tener claro tu definición de éxito te invito a que escribas la respuesta a una pregunta ¿Cómo quieres vivir? La respuesta no tiene que ser muy extensa, 10 líneas son más que suficientes, cuanto más corta más claro lo tendrás. La respuesta te puede ahorrar mucho tiempo y esfuerzos.

Esta semana encontré una publicación que te puede dar pistas para encontrar tu respuesta: 7 claves que te ayudarán todos los días a ser feliz

Parece una pregunta fácil, a mí escribir una respuesta me ha llevado 6 meses y todavía no lo tengo claro. Por eso insisto tanto en preguntar ¿qué es lo que quieres? A ver si encuentro ideas.

Te dejo con la fábula del banquero y el pescador: