sábado, 18 de octubre de 2025

Encontrar tu ritmo de vida y de relaciones

Hoy vivimos más desconectados de la naturaleza y de sus ritmos. La mayoría habitamos en ciudades, lejos del campo, y la luz del sol ya no marca nuestros horarios, ni siquiera para los que viven en el pueblo. La luz artificial prolonga los días, acorta las noches y difumina la frontera entre descanso y actividad. Creemos que dominamos la naturaleza, pero en realidad lo que hacemos es separarnos de ella.

Me encanta compartir tiempo, experiencias y conversación con quienes todavía viven en los pueblos. Ellos siguen atentos al cielo, conscientes de si llueve o no, de cómo viene el viento o de cuándo llega la cosecha. Todavía conservan esa conexión con los ciclos naturales, quizá por eso viven más despacio, con menos prisa.

Seguro que se sorprenden al visitar una gran ciudad, como yo me sorprendo cada vez que visito Madrid y me paro a mirar. Todos caminan rápido, con la mirada fija en lo inmediato, casi sin verse. Es curioso, entre tanta gente, es más fácil estar y sentirse solo. No es así en un pueblo de cinco habitantes, donde conoces a todos y donde, si faltas, alguien te echa de menos.

Los ritmos naturales y las conexiones sociales van de la mano. También las relaciones humanas necesitan su tiempo: dejar que florezcan sin forzarlas, cuidarlas sin abrumar ni olvidar. Igual que una planta, una amistad necesita su espacio, su agua justa, su luz.

Quizá los ritmos y las relaciones eran más naturales hace cincuenta años. Tal vez lo he idealizado, pero me sirve de modelo. Aquella calma, aquella cercanía con la tierra y con los demás, son recordatorios de cómo vivir en armonía con lo que somos y con lo que nos rodea.

Las cosas, cuando se hacen en el momento adecuado, son más fáciles. Las plantas, las flores y las frutas tienen su temporada. No florecen antes ni después. No podemos hacer que crezcan más rápido tirando del tallo, ni que el fruto madure por impaciencia.

Lo mismo ocurre con nosotros. Hay tiempos para sembrar, para florecer, para cosechar y para descansar. A veces insistimos en avanzar contra corriente, pero eso solo nos agota. La sabiduría está en reconocer cuándo es tiempo de actuar y cuándo es tiempo de esperar.

Ahora, en el hemisferio norte, el otoño invita a soltar, a hacer espacio, a preparar la tierra para lo nuevo. Es momento de reflexión, de gratitud, de dejar caer las hojas.

Mientras tanto, en el hemisferio sur, la primavera nos recuerda la energía de lo nuevo: abrirse, florecer, iniciar.

Encontrar tu estación interior, sea otoño o primavera exteriormente
Vivas donde vivas tú puedes estar viviendo tu otoño o tu primavera interno. Encontrar tu ritmo, el que te conviene; ver hacia donde fluye tu río interior para no nadar contracorriente; parar y sentirte. Ver también la corriente externa, de tu entorno y fluir con ella.

Cada estación tiene su propósito, su ritmo y su enseñanza. Vivir tu tiempo es aprender a escuchar lo que la vida te pide ahora, no lo que crees que debería estar pasando.

Porque, al final, cuando hacemos las cosas en su momento justo, el esfuerzo se vuelve ligero… y la vida, simplemente, fluye.

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