Hace
unas tres semanas estuve en Tarifa unos días. Hacía tiempo que no veía a una
amiga que vive en Conil, y me hacía ilusión coincidir. Se lo propuse por
WhatsApp, pero no llegamos ni siquiera a encontrar un hueco para hablar por
teléfono. Cada uno tenía sus líos: yo estaba en una formación, ella también con
sus ocupaciones.
Una
semana más tarde, en un mensaje casual me entero de que está en Madrid. Yo
también estaba allí. Otra oportunidad que se escapó.
Ayer
volví a Madrid y le mandé un mensaje, después de intentar llamarla, por si
había suerte y nos cruzábamos. Esta vez estaba en Conil. Tampoco hablamos.
Hoy
hemos medio quedado… a una hora poco concreta (¿vidas demasiado ocupadas, tal
vez?). Aun así, creo que hablaremos. No hemos coincidido, pero yo la sigo
queriendo y espero que ella a mí también.
Hay un
equilibrio delicado entre fluir y organizarse.
Si
fluyes demasiado, sin concretar cuándo verse o cuándo hablar, confías en que
“ya aparecerá el momento perfecto”. Pero la realidad es que vivimos en agendas
llenas, y el momento perfecto raramente aparece solo.
Por
otro lado, cuando te comprometes, bloqueas un espacio. Y eso implica decir “no”
a otras cosas que puedan surgir después. A veces por eso evitamos
comprometernos: no queremos sentirnos atados, no queremos tener que cancelar ni
fastidiar a nadie si surge algo “mejor” o ineludible.
Pero
hay un problema adicional: si tú fluyes y los demás se organizan, cuando
decides que “ahora” es buen momento… los demás ya tienen sus planes. Esto pasa
en los viajes, en las amistades y en la vida. Dos personas que fluyen demasiado
pueden no encontrarse nunca.
En el
extremo opuesto, una vida excesivamente organizada también puede agobiar. Cada
hueco controlado, sin espacio para lo inesperado, termina generando ansiedad.
Si de
verdad quieres ver o hablar con alguien, pon día y hora. No esperes a que
“surja”. Lo mismo si quieres hacer algo, aunque no implique a otras personas.
Bloquear
un espacio no significa que no puedas moverlo si es necesario, pero te da una
base real sobre la que construir.
Y al
mismo tiempo, deja huecos libres en tu agenda: pequeños oasis de flexibilidad
para que la vida también pueda sorprenderte.
Porque
vivir tu tiempo no es elegir entre fluir u organizarse. Es aprender a bailar
entre ambos.
Si este tema te resuena y quieres aprender a gestionar mejor tu tiempo (y tu vida), te animo a participar en el curso que imparto en UBUAbierta:
👉 Gestión
del tiempo, gestión de vida – I y II edición
En él
trabajamos precisamente este equilibrio entre planificación y flexibilidad,
aprendemos a priorizar lo importante, a crear espacios reales para lo que de
verdad cuenta y a diseñar una forma de organizarse que encaje contigo. No se
trata de llenar la agenda, sino de vivir con más consciencia y libertad.
Si te
apetece dar ese paso, ¡te espero allí!
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