De
pequeño me encantaba explorar. Era de esos niños que se subían a los árboles
más altos, cruzaban muros sin mirar qué había al otro lado o se alejaban un
poco más de lo permitido solo por ver “qué había allí”. A veces la curiosidad
me salía cara, tengo unas cuantas cicatrices, más de una vez acabamos en
urgencias. Mi madre solía decir: “De valientes está lleno el cementerio”.
Pero
esa frase, tan sabia como protectora, también puede tener un efecto secundario:
paralizarnos. Si la escuchamos demasiado o la hacemos nuestra, puede
convertirse en una especie de muralla invisible que nos impide probar cosas
nuevas. El miedo al riesgo, al error o al “qué pasará si…” a veces nos deja
quietos, cómodos en lo conocido, pero también un poco más pequeños. Y así, sin
darnos cuenta, dejamos de explorar por evitar tropezar, olvidando que el
aprendizaje y la vida misma están hechos de pasos inciertos.
Con
los años he entendido que lo que me movía no era la temeridad, sino el deseo de
descubrir. De sentir que había algo nuevo esperándome más allá de lo conocido.
Ese impulso sigue ahí, aunque ahora trato de explorarlo con algo más de
sensatez.
Decía
Einstein que la locura es hacer lo mismo esperando resultados diferentes. Y
tenía razón. Si seguimos caminando siempre por el mismo sendero, veremos los
mismos árboles, respiraremos el mismo aire, escucharemos los mismos sonidos.
Nada cambia… si no cambiamos.
Explorar
no significa lanzarse al vacío sin cuerda. Significa moverse, aunque sea un
poco. Dar un paso distinto, abrir una puerta nueva, probar algo que despierte
una parte dormida de nosotros. Como ese niño que se aleja de su madre unos
metros: mira atrás, sabe que puede volver, pero sigue adelante porque quiere
entender el mundo.
“Explorar
desde la seguridad de poder volver”
Si
nunca has hablado en público y te da pánico, no empieces con una conferencia
ante cien personas. Prueba primero en un grupo pequeño, con amigos o compañeros
de confianza. Si sueñas con cambiar de trabajo, tal vez no sea cuestión de
renunciar mañana, sino de empezar a formarte, conocer gente nueva, empezar a
hacer, abrir pequeñas ventanas.
El
cambio empieza con pasos pequeños. Pero lo importante es moverse.
Recomendaciones
finales:
- Haz un pequeño experimento cada semana. Algo diferente, sin riesgo. Una ruta nueva, una comida distinta, una conversación que postergabas.
- Recuerda que puedes volver a tu base cuando lo necesites. Tu “lugar seguro” no desaparece porque explores, al contrario: se fortalece con cada experiencia que traes de vuelta.
Explorar
no es huir, es crecer. Y a veces, basta con un paso para empezar a ver el mundo,
y a ti mismo, de otra manera.
Si
quieres seguir leyendo lo que se publica en el blog, formar parte de esta tribu,
puedes seguirme en LinkedIn, para no perderte la próxima entrada. Haz clic aquí.

No hay comentarios:
Publicar un comentario