miércoles, 26 de agosto de 2015

¡No te hagas la vida difícil! El arte de complicarse la vida

Nos gustaría hacer de forma fácil, aun así, en ocasiones, nos complicamos la vida. Hoy quiero compartir algunas formas que empleamos para meternos en dificultades, lo que te permitirá identificarlas y luchar contra ellas. Para vencer a un enemigo hay que conocerlo.
Mito de Sísifo, condenado a llevar eternamente una piedra montaña arriba
Estas ideas están inspiradas en el libro de Marcia Wieder “Doing less and having more”, que traduzco: haciendo menos y consiguiendo más, lo que suena fantástico. Lo primero es no hacer una situación más difícil del o que es, para lo que empleamos:
  1. Vaguedad: no tener claro lo que queremos, el objetivo, no empezar con un fin en mente como propone Stephen Covey. La frase “no lo sé” puede tener su coste.
  2. Reaccionar sin pensar: actuar de forma reactiva en lugar de proactiva. No haber aprendido a decir “no” tiene su coste en objetivos propios. No reacciones sin pensar, aunque sea unos segundos.
  3. Ir con el piloto automático: si algo te quita energía, creatividad o no te divierte igual es momentode dejarlo.
  4. Quejarse: es un sumidero de energía que afecta al que se queja y a sus relaciones. Solo vale la queja si estableces acciones, quejarse por quejarse no nos lleva a avanzar. (A complaint free World).
  5. Inacción: No hacer cuando sabes que tienes que hacer. En la mayoría de las ocasiones sabemos lo que tenemos-queremos hacer y hay veces que no encontramos la fuerza de voluntad para hacerlo. Año tras año los mismos objetivos en la lista (por mi parte este año ¡aprendo a dar masajes!). Momento de hacer, si no haces no avanza.
  6. Buscar lo que no existe: hay que distinguir sueños de fantasías, lo posible de lo imposible, no desconectar de la realidad. Lo mejor buscar consejo experto, preguntar al que ya ha estado allí. Pide ayuda, no es signo de debilidad sino de inteligencia. Aprender a confiar en los demás.
  7. Intentarlo: ¿a quién prestarías dinero? Al que dice que te lo devolverá o al que dice que intentará devolverlo. Si solo lo intentamos nos estamos justificando de antemano para no conseguirlo. No se intenta, se hace.
  8. Sobre-analizar: “Parálisis por el análisis”. Tanto analizar las cosas nos quedamos parados y no hacemos. Hay que pensar las cosas lo suficiente y no demasiado. Se aproxima a la trampa del perfeccionismo.

En cada una de nuestras estrategias para ponernos las cosas más fáciles he resaltado un enlace que nos puede permitir profundizar en ello.


Puede ser que te compliques la vida porque así encuentras una justificación para quejarte ¿Realmente merece la pena?

miércoles, 19 de agosto de 2015

Los cuatro acuerdos para una vida más plena

Vivir tu tiempo tiene que ver con lo que haces, con las bases que sustentan esas acciones, con las creencias  que has ido aprendiendo desde niño: lo que está bien o lo que no, lo hermoso y lo feo, lo correcto o lo incorrecto, lo que se puede o lo que no se puede hacer.

Los niños son más libres, sonríen y se divierten más. De forma espontánea tendemos a jugar, a disfrutar de las cosas, a explorar, aprender, ser felices y amar. De adultos nos hemos domesticado, hemos ido almacenando condicionantes que ni nos planteamos. No somos más libres por las obligaciones que nos autoimponemos.

Nos pasamos la vida haciendo para agradar a los demás y ser aceptados o para agradarnos a nosotros mismos y aceptarnos, sin consciencia ni nos damos cuenta de que no somos libres, de que vivimos condicionados por las creencias aprendidas.
Los cuatro acuerdos en Youtube
Igual que hay creencias que nos limitan hay creencias que nos llevan a una vida más plena, que nos permiten vivir en mayor armonía con nosotros y con los demás. Así, la sabiduría Tolteca (cultura precolombina del centro de México) transmitida por el Dr. Miguel Ruiz en su libro de Los cuatro acuerdos propone cuatro máximas (acuerdos con uno mismo, creencias) que nos pueden servir de brújula en nuestras actuaciones:
  • Se impecable con tus palabras: las palabras son expresión de los pensamientos, herramienta que empleamos para pensar (comunicarnos con nosotros mismos) y para comunicarnos con los demás.  Las habladurías son puro veneno, las críticas perjudican al que las recibe y al que las hace. Las palabras poseen el poder de crear cosas, primero en la imaginación y después realmente.
“Siendo impecable con tus palabras te tratarás mejor a ti mismo y tratarás mejor a los demás”

“Por la ley de la reciprocidad, recibimos lo que damos, tu vida mejorará”

  • No te tomes nada personalmente: Cuando alguien te critica por algo es probable que parta de su propia inseguridad. Si alguien te manda a la mierda sin conocerte, probablemente tenga un problema, está hablando de él. Los comentarios de otros no pueden afectar a lo que eres. Reaccionamos porque tenemos la necesidad de tener razón, lo que supone que los demás están equivocados ¿Qué ganas si demuestras que están equivocados? ¿Enemistad? Ni siquiera lo que opinas sobre ti mismo es necesariamente verdad (a veces nos mentimos a nosotros mismos). No eres responsable de lo que digan los demás.
“Cuando alguien te critica no está hablando de ti está hablando de él mismo”

  • No hagas suposiciones: tendemos a pensar que lo que suponemos es cierto. Creemos que adivinamos lo que los demás quieren de nosotros y nos ponemos a hacerlo. Suponemos que están pensando mal de nosotros y hacemos un drama, tememos pedir aclaraciones y sacamos nuestras propias conclusiones. Suponemos que el que está con nosotros sabe lo que queremos y omitimos decírselo, además nos cabreamos en caso de que no lo adivine. Hacer suposiciones nos lleva a muchos malentendidos.
“Con una comunicación clara las relaciones cambian”

  • Haz siempre lo máximo que puedas (ni más ni menos): A veces será mejor y otras no tan bueno. Si haces de más el cuerpo se resiente, lo que es ir contra ti. Haz por la satisfacción de hacer, no por la recompensa, seguramente conseguirás más de lo que esperabas. Aprende a aceptar tus errores, aprende de ellos y acéptate a ti mismo.
“Las ideas hay que ponerlas en acción, sino se quedan en nada, no habrá resultados ni recompensas”

“Di no cuando quieras decir no y sí cuando quieras decir sí”


En la base de estos acuerdos están: no juzgar y no juzgarte, abandonar la necesidad de justificación, darte libertad para expresar lo que quieres, lo que no quieres y tus sueños, dejar la necesidad de tener razón y el miedo a amar y no ser correspondido, perder el  miedo a explorar la vida.

Aplica el cuarto acuerdo (hacer lo máximo que puedas) a los tres anteriores. Costará ser impecable con tus palabras, practica, hazte consciente de cuando rompes ese acuerdo contigo mismo, mejora. Habrá veces que te encuentres tomándote algo personalmente, no eres tan importante, déjalo ir, sigue practicando. Harás suposiciones que te lleven a malentendidos, vete haciéndote consciente y haz lo máximo que puedas.

miércoles, 12 de agosto de 2015

No me puedo perder nada ¡¡Qué estrés!!

Hablando con una amiga ha surgido el tema de que se nos mete prisa para todo, estamos en la cultura de la prisa, interpretamos el carpe diem como que no te puedes perder nada y tienes que ir corriendo a hacer lo siguiente. En la publicidad nos venden todo lo que necesitamos para ser felices y tenemos que correr para conseguirlo. Tanto correr detrás de la fatua felicidad lo que conseguimos es perderla porque no tenemos tiempo de verla donde estamos.

Parece que el “carpe diem” es ir a tirarse en parapente cuando esta locución latina literalmente significa toma el día, que viene a ser “aprovecha el momento”.

Aprovechar el momento puede ser estar descansando en el sofá, una buena charla con un amigo, una barbacoa de verano o ver una película que disfrutas. Cada uno debe decidir cómo aprovechar su momento.

Y vueltos hacia la sabiduría de la antigüedad, que ha perdurado hasta nuestros días. Cómo ya contábamos en la entrada de volver  a nacer, en el griego oráculo de Delfos, en el frontón del templo encontramos dos preceptos:
  • “Conócete a ti mismo”: punto de partida para marcar tu dirección, saber lo que quieres, a qué puerto te diriges.
  • “Nada en demasía”: un poco de ejercicio es bueno, demasiado puede ser negativo; dormir es necesario y dormir demasiado nos deja entumecidos. Encontrar la justa medida

También en Grecia, con referencia al tiempo se empleaban dos palabras, Cronos y Kairós. Cronos tiene naturaleza cuantitativa, que se puede medir, lo podemos asimilar al tiempo del reloj, a las horas que pasan. Kairós es cualitativo, el momento adecuado para que algo suceda, el tiempo oportuno para hacer algo. Nos fijamos tanto en el reloj para hacer las cosas que nos olvidamos de sentir lo adecuado para cada momento.

Cuando alguien sabe que me apasiona la gestión del tiempo, vivir el tiempo, la pregunta es dónde tengo la barita mágica, esa que permite tener los días más largos (¿serán de 30 horas?), conocer la receta de poder hacer más en menos tiempo  ¡¡no tengo la barita mágica!! el truco es dejar de hacer cosas, decidir qué vas a dejar para poder hacer otras cosas que valoras más.
Varita mágica para estirar el tiempo
Es buen momento para recordar la fábula de la liebre y la tortuga, la tortuga tarda en llegar y siempre llega, es constante, no va corriendo de un lado a otro, no empieza algo y lo deja a medias. Cada vez que interrumpimos una actividad (leer un libro, fregar…) retomarla nos llevará un tiempo, se va alargando. Tanto estar en lo siguiente, en el futuro, nos olvidamos de vivir lo que nos toca en el presente.

Estamos en una sociedad en la que el estrés vende, tendemos a decir: ¡Estoy ocupadísimo! ¡No me da la vida! ¡No tengo tiempo! ¡Ando estresado! Si te oyes mucho diciendo estás frases puede ser momento de frenar.

Tanto decir que estamos estresados nos estresamos de verdad. El estrés está relacionado con la vida sedentaria, comer mal, el alcohol y el tabaco entre otras cosas, lo que en el largo plazo nos lleva a perder la salud o directamente a la caja.


Puedes repetirte la frase: “No puedo hacerlo todo”, así que tengo que elegir, poner en orden lo que tengo, quiero hacer y decidir antes de estresarme. Al menos seré yo quien decida qué se queda sin hacer, lo que es asumir la responsabilidad de mi propia vida. Si no merece la pena hacer algo, hacerlo bien sigue sin merecer la pena.