Procrastinar,
posponer, diferir, aplazar, todos son términos para definir el hábito de dejar para
mañana lo que puedes hacer hoy.
Frente
hacer algo que es importante, como cuentan en esta historia de youtube,
encontramos miles de cosas que hacer antes de abordar la tarea fundamental.
Frente a hacer lo importante nos
mantenemos ocupados en cosas menores, de manera que no tengamos la
sensación de pérdida de tiempo.
Así
al final del día, al hacer la revisión, no sabemos que hemos hecho, no hemos
parado en todo el día y no hemos avanzado en lo fundamental. Postergamos para
hacer otras cosas más urgentes o placenteras.
En
un ejemplo práctico, vemos la siguiente situación:
- Tengo que estudiar para el examen que tendré dentro de una semana.
- No me apetece demasiado.
- Hace un día estupendo para ir a la piscina.
Frente
a esta situación puedo dejarme llevar, llamar a un amigo e irme directamente a
la piscina (ya estudiaré más tarde, lo que no suele ocurrir) o puedo abordarlo
de otro modo, estudiando un par de horas y después ir a la piscina. Seguramente
si pongo fuerza de voluntad y opto por la segunda opción acabaré con mejor
sensación (he avanzado algo) y disfrutaré más de la piscina.
No
hacer, no abordar lo que tenemos-queremos hacer, se puede deber a dos factores fundamentales:
- Cosas que nos apetecen poco, nos parecen difíciles (nos asustan) o no nos gustan. Si tenemos este problema es útil usar el principio de ¡Cómete ese sapo! abordado en una entrada anterior. La primera media hora del día a tu proyecto prioritario.
- También se da con más frecuencia los días de calor o los días que estamos cansados. Si este es el caso es fundamental aprender a gestionar nuestra energía.
- Procrastinar tiene recompensa, nos libera temporalmente de lo que tenemos que hacer, actúa como analgésico contra el estrés que después reaparece con más fuerza. Te recompensa por no enfrentarte a tareas que temes.
En
ocasiones no empezamos un trabajo porque tememos que nos va a llevar mucho
tiempo o no vamos a saber hacerlo. En el momento que nos ponemos descubrimos
que no nos lleva ni dos horas. Muchas veces para descubrir esto nos tenemos que
someter al estrés de que el plazo ya está cerca, lo que hace que nos pongamos
en marcha. El problema es más grave con las tareas que no tienen plazo, este no
llega nunca con lo cual no las abordamos.
Hay a
quien le lleva una hora ponerse a hacer trabajo productivo, así que si no tiene
al menos hora y media ni se lo plantea. Frente a estas personas están los “traperos del tiempo”, como Gregorio
Marañón, que empleaba para escribir todos los recortes de las horas, los
minutos sueltos, que sumados hacen un tiempo considerable.
Si
tienes este problema te recomiendo el libro de Neil Fiore “Hazlo ahora: supera
la procrastinación y saca provecho de tu tiempo” Las tareas que posponemos nos
llevan a hacer otras tareas que no nos aportan ni aportan a los de nuestro
alrededor como excusa.
¿Qué
tareas u objetivos pospones o intentas evitar? ¿Tienes que hacerlo? ¿Quieres
hacerlo? ¿Por qué no empiezas? Dedica al menos 5 minutos cada día. Puedes poner
la energía en resistirte a hacer algo o ponerla en hacerlo.
Cambia
el pensamiento de tengo que hacerlo por el de elijo hacerlo. Decide cuándo,
dónde y porque parte del trabajo vas a comenzar. ¿Eliges empezar o escoges aceptar las consecuencias de seguir
postergando? Concéntrate en el principio, en empezar, no en el final (sobre
todo para tareas largas).
Muy interesante y accesible artículo sobre la procastinación, la cual también se presenta en las relaciones de pareja cuando alguno de los miembros pospone aspectos de la relación por otros menos importantes y prioritarios, lo cual va haciendo una bola de nieve enorme.
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