miércoles, 4 de noviembre de 2015

La celebración de un éxito es el combustible para los siguientes.

Son muchos los que viven en la felicidad derivada, esa que tendrán cuando acaben de pagar la casa, cuando se casen, cuando tengan niños o cuando acabe este proyecto, este examen o cuando por fin tenga el título.

Y cuando llegan a esa meta ansiada, se cumple el objetivo, no se paran a saborearlo un momento, enseguida están pensando en lo siguiente. Si han pagado la casa en una casa más grande, se casan y piensan en tener hijos, cuando los tienen en que crezcan y así hasta el infinito, corriendo tras esa felicidad que parece que se escapa. Como el conejo corriendo detrás de la zanahoria que cuando va a llegar le ponen más lejos.

Un compañero contaba como en la empresa tenían costumbre de salir a celebrarlo y cenar con el equipo cada vez que se acababa un proyecto. En una ocasión, con prisa y nuevos proyectos entrando, dejaron de celebrarlo y cómo los hábitos, igual que se adquieren se pierden, dejaron pasar esas ocasiones.

La semana pasada acabaron un proyecto y propuso salir a celebrarlo en equipo. El primer paso para recuperar un buen hábito, empezar. Esa cena supuso un chute de energía para todos, un momento de encuentro, de contar anécdotas, de acercar posturas, de reconocimiento. Celebrar en equipo es el aceite que engrasa el funcionamiento futuro.

Estamos en un mundo hostil al descanso, no nos lo permitimos ni cuando lo necesitamos, vivimos en una aceleración continua. Y en muchas ocasiones, cuando el trabajo ha sido intenso, el reto era ambicioso, nos sentíamos retados y motivados, llegamos cansados, exhaustos, con necesidad de parar. Permitirnos parar y disfrutar del logro nos permite recargar las pilas, recuperar energía y enfrentar los nuevos desafíos con renovadas ganas.

Y el disfrute no sólo está en lograr el objetivo, que en ocasiones no alcanzamos, como los que este año querían alcanzar la cima del Everest y no ha podido ser, tragedias mayores se han impuesto. Tenemos que aprender a disfrutar del camino, la felicidad la llevamos en nosotros, en lo que somos y en cómo vivimos cada instante.
Celebra tus logros y los de los demás
La celebración de cada pequeño éxito, de cada paso, nos lleva a dar el siguiente, nos anima. El ánima que significa en latín el alma, nos infunde espíritu para seguir. Cualquier gran caminata comienza con un primer paso. Cada paso nos acerca más al destino. Grandes celebraciones para los grandes éxitos y pequeñas celebraciones para los más modestos.

Me encantan esos profesores que se fijan en cada pequeño progreso, en cada aspecto positivo, para felicitar, celebrar con los chavales el logro, resaltar lo positivo y animarles a seguir. Lo mismo esos líderes de equipo que celebran cada avance y aprendizaje de alguno de sus miembros.


La celebración de un éxito es el combustible para los siguientes. Incluso la celebración de un fracaso si es que el fracaso mereció la pena (de fracaso en fracaso hasta el éxito final). Celebra tus logros, celebra con el equipo los logros colectivos y celebra los logros de quienes te rodean.

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