lunes, 6 de octubre de 2025

Entre fluir y organizarse: encontrar el equilibrio que hace que las cosas sucedan

Hace unas tres semanas estuve en Tarifa unos días. Hacía tiempo que no veía a una amiga que vive en Conil, y me hacía ilusión coincidir. Se lo propuse por WhatsApp, pero no llegamos ni siquiera a encontrar un hueco para hablar por teléfono. Cada uno tenía sus líos: yo estaba en una formación, ella también con sus ocupaciones.

Una semana más tarde, en un mensaje casual me entero de que está en Madrid. Yo también estaba allí. Otra oportunidad que se escapó.

Ayer volví a Madrid y le mandé un mensaje, después de intentar llamarla, por si había suerte y nos cruzábamos. Esta vez estaba en Conil. Tampoco hablamos.

Hoy hemos medio quedado… a una hora poco concreta (¿vidas demasiado ocupadas, tal vez?). Aun así, creo que hablaremos. No hemos coincidido, pero yo la sigo queriendo y espero que ella a mí también.

Hay un equilibrio delicado entre fluir y organizarse.

Si fluyes demasiado, sin concretar cuándo verse o cuándo hablar, confías en que “ya aparecerá el momento perfecto”. Pero la realidad es que vivimos en agendas llenas, y el momento perfecto raramente aparece solo.

Por otro lado, cuando te comprometes, bloqueas un espacio. Y eso implica decir “no” a otras cosas que puedan surgir después. A veces por eso evitamos comprometernos: no queremos sentirnos atados, no queremos tener que cancelar ni fastidiar a nadie si surge algo “mejor” o ineludible.

Pero hay un problema adicional: si tú fluyes y los demás se organizan, cuando decides que “ahora” es buen momento… los demás ya tienen sus planes. Esto pasa en los viajes, en las amistades y en la vida. Dos personas que fluyen demasiado pueden no encontrarse nunca.

En el extremo opuesto, una vida excesivamente organizada también puede agobiar. Cada hueco controlado, sin espacio para lo inesperado, termina generando ansiedad.

Si de verdad quieres ver o hablar con alguien, pon día y hora. No esperes a que “surja”. Lo mismo si quieres hacer algo, aunque no implique a otras personas.

Bloquear un espacio no significa que no puedas moverlo si es necesario, pero te da una base real sobre la que construir.

Y al mismo tiempo, deja huecos libres en tu agenda: pequeños oasis de flexibilidad para que la vida también pueda sorprenderte.

La clave está en encontrar tu equilibrio. Hay épocas en las que conviene comprometerte más: reservar fechas, planificar, priorizar relaciones o proyectos. Y también hay épocas en las que lo mejor que puedes hacer es dejar espacio para descansar, desconectar y navegar la vida con lo que venga. No hay una fórmula perfecta. Lo importante es que seas tú quien decide dónde pones el foco.

Porque vivir tu tiempo no es elegir entre fluir u organizarse. Es aprender a bailar entre ambos.

Si este tema te resuena y quieres aprender a gestionar mejor tu tiempo (y tu vida), te animo a participar en el curso que imparto en UBUAbierta:

👉 Gestión del tiempo, gestión de vida – I y II edición

En él trabajamos precisamente este equilibrio entre planificación y flexibilidad, aprendemos a priorizar lo importante, a crear espacios reales para lo que de verdad cuenta y a diseñar una forma de organizarse que encaje contigo. No se trata de llenar la agenda, sino de vivir con más consciencia y libertad.

Si te apetece dar ese paso, ¡te espero allí!

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