Esta semana, tanto en el curso de Gestión del tiempo que imparto como en varias conversaciones personales, ha aparecido una misma idea: lo difícil que puede ser tomar decisiones.
Nos
pasa a todos. Queremos acertar, evitar errores, prever todas las consecuencias…
y en ese intento de hacerlo perfecto, acabamos atrapados en la “parálisis por
el análisis”.
Mientras
damos vueltas a las opciones, la vida sigue. Pero nosotros nos quedamos en
bucle, rumiando, revisando, dudando.
Y esa
rumiación no solo nos roba tiempo, sino también energía y serenidad. No decidir
es una decisión en sí misma, y suele ser la más desgastante.
Tomar
una buena decisión implica alinear nuestros tres centros: lo que pienso, con lo
que siento y hago:
- El centro mental, que analiza, compara y razona.
- El centro emocional, que percibe cómo nos sentimos con cada opción.
- Y el centro instintivo o corporal, que actúa, se mueve, se lanza.
Cuando
uno de ellos domina (por ejemplo, si el mental analiza sin fin, o si el
emocional teme equivocarse), nos desequilibramos. La clave está en escuchar los
tres.
Pensar
con claridad, sentir lo que de verdad queremos y luego dar un paso, aunque sea
pequeño.
Todo
ello aceptando la incertidumbre (y el miedo) que conlleva consigo toda decisión
importante. No hay manera de tenerlo todo controlado.
El
miedo a decidir suele venir del deseo de garantizar el resultado. Sin embargo,
el aprendizaje está en el camino, no en la garantía.
Atreverse
a andar incluso con miedo es una forma de crecer. Cada paso real te saca del
bucle mental, te da información nueva y, sobre todo, te devuelve al presente.
Podemos
disfrutar mientras vamos haciendo. Decidir y actuar no es solo resolver un
problema: es vivir. Cada pequeña acción que tomas te ayuda a construir tu
camino, a descubrirte y a ajustar sobre la marcha. Hay disfrute en ir haciendo,
en sentir que avanzas.
No se
trata de eliminar el miedo, sino de moverte con él y ver cómo cambia a medida
que actúas.
Una
recomendación para esta semana
Si
notas que estás atascado en una decisión, prueba esto:
- Escucha tus tres centros. ¿Qué dice tu mente? ¿Qué siente tu cuerpo? ¿Qué te dice el corazón?
- Acepta que no sabrás todo. Toma la mejor decisión posible con la información que tienes hoy.
- Da un paso pequeño. Cualquiera. Y observa qué pasa.
A
menudo, la claridad no viene antes de actuar, sino después.
Decidir
es abrir camino.
Si
quieres seguir leyendo lo que se publica en el blog, formar parte de esta tribu,
puedes seguirme en LinkedIn, para no perderte la próxima entrada. Haz clic aquí.
