domingo, 28 de septiembre de 2025

Parar para vivir

La muerte de Gabi me ha dejado en crisis (puedes leer la entrada anterior si no sabes de que hablo). Su ausencia me ha hecho valorar aún más la vida y cada momento que tenemos. A veces olvidamos que estamos de paso, que lo que hoy parece eterno mañana puede desvanecerse. Y precisamente por eso, cada instante cobra una importancia enorme.

Las crisis, aunque incómodas, nos ponen delante un espejo. Nos obligan a preguntarnos si estamos viviendo la vida que queremos o simplemente dejándonos arrastrar. Nos invitan a parar. Al parar podemos volver a encontrar lo esencial.

Cuando frenas la vorágine y te das un tiempo, puedes mirar hacia atrás y reconocer de dónde vienes, decidir qué mantener, qué dejar ir y qué nuevos pasos dar. De esta forma puedes convertirte en protagonista del cambio y no víctima de lo que ocurre, influir en tu propio futuro. No todo cambio tiene que ser brusco ni inmediato; muchas veces basta con pequeños movimientos que, con el tiempo, transforman por completo la dirección de tu vida.

En mi caso, estos días he podido detenerme, dejarme sentir, ver dónde estoy y a qué me dedico, tomar perspectiva. En esta pausa he visto con claridad que algo nuevo está emergiendo. De momento, por mi parte tengo una dirección para los próximos dos años (el cambio mayor será a partir de enero de 2028; a esto me refiero con lo que puedes darte tiempo, no hay prisa), pero el cambio está emergiendo, algo nuevo va a surgir de esto. En esta parada puedo ver que ya algo empezó el año pasado y el cambio me lleva en nueva dirección, aunque los vientos soplen igual, las velas tienen otra orientación. A veces basta una tarde para soltar los planes preestablecidos, liberar los sueños que cambiaron sin darte cuenta, y recuperar energía para seguir adelante con más fuerza.

No siempre es fácil. Lo conocido da seguridad, aunque no nos haga felices. Pero quedarse por miedo es elegir el conformismo. La pregunta clave es: ¿qué harías si no tuvieses miedo? A partir de ahí, toca poner cabeza, distinguir riesgos reales de imaginarios y atreverte a dar un primer paso, aunque sea pequeño.

La pregunta puede adaptarse ¿Qué puedes y quieres hacer incluso con miedo? ¿Cómo puedes probar para ir acercándote a eso que sueñas? Probar, sentir, ver y después si no te gusta vuelves a cambiar o vuelves a lo de antes.

Todos necesitamos de vez en cuando ese momento de parar, mirar el camino y decidir si seguimos igual, si cambiamos la ruta o si simplemente retomamos fuerzas para continuar. Porque la vida no es lineal, cambia dentro y fuera de nosotros, y el equilibrio está en adaptarse sin perder el rumbo propio.

Si sientes que ha llegado tu momento de parar y reflexionar, quiero invitarte al curso “Gestión del tiempo, gestión de vida”. Creo de verdad que este taller puede ayudarte a encontrar claridad, a detenerte para mirar y ver el camino, para decidir y volver a ser protagonista de tu vida. Lo impartiré durante ocho miércoles, de 18 a 20 horas, comenzando el 15 de octubre.

En el taller te contaré mis planes hasta 2028 y más allá. También como puedes hacer los tuyos, que te liberen en lugar de encadenarte.

Aquí tienes toda la información e inscripciones: https://www.ubu.es/te-interesa/gestion-del-tiempo-gestion-de-vida-i-y-ii-edicion

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martes, 23 de septiembre de 2025

¡Vivir es urgente! En memoria de Gabi

Hoy escribo con el corazón encogido. Nuestro querido amigo Gabi nos ha dejado, demasiado pronto, con apenas 52 años. Su proceso, tan parecido al de Pau Donés (nos dejó con 53), me recuerda lo frágiles que somos y lo urgente que es vivir. Pau nos lo recordaba con aquella frase que llevo en una de sus camisetas: “¡Vivir es urgente!”. Gabi, en su último mensaje, me escribía: “¡Disfruta la vida! Al final nos llevamos eso”

Gabi convivió casi seis años con el cáncer. No fue un camino fácil, pero sí digno, valiente, lleno de esas enormes ganas de vivir que siempre tuvo. Se fue en paz, sabiendo que había luchado hasta el final. Como Pau en su libro “50 palos... y sigo soñando, Gabi nunca dejó de soñar ni de crear. Poeta, pintor, filósofo de la vida… un artista libre, que se inventaba sus propias reglas, resiliente, vital, siempre dispuesto a beberse la vida a sorbos grandes. Decía Pau en su libro: “Que le perdamos el miedo a la muerte, pero también el miedo a vivir...”.

En enero pasado presentó su libro de poemas “Versos abuhardillados”. Fue un momento precioso, y un regalo poder acompañarle sabiendo, aunque sin decirlo demasiado alto, que la cuenta atrás se acercaba. Aun así, siguió siendo él: sensible, lúcido, juguetón con las ideas, con la mirada siempre puesta en la belleza de lo pequeño.

Gabi con su hija Lara, firmando sus "versos abuhardillados" - en su dedicatoria me ponía que el tiempo no pasa salvo que nos miremos en los espejos
La muerte nos hiere, pero también nos abre los ojos. Nos une de nuevo con la vida y nos recuerda que cada instante cuenta, que nada es trivial, que cada momento compartido es un tesoro. La certeza de que un día nos iremos hace que cada segundo que vivimos sea más valioso, más auténtico.

Gabi, como Pau, nos dejó una herencia inmensa: su forma de estar en el mundo, de amar la vida, de recordarnos que no sabemos cuánto tiempo tenemos, pero sí sabemos que algún día nos iremos. Y en ese intervalo, la única opción es vivir, intensamente, agradecidos, presentes.

Hoy quiero decirle: ¡Qué bueno haberte conocido, qué bueno haber caminado contigo!.

Gracias, Gabi, por tanto. Tu voz, tu humor ácido y tu risa nos seguirán acompañando, y tus versos seguirán vivos.

La canción de Pau, Eso que tú me das, resuena más fuerte que nunca: eso que nos diste, Gabi, lo llevaremos siempre con nosotros.

Descansa, amigo. Y gracias por recordarnos, una vez más, que vivir es urgente.

lunes, 15 de septiembre de 2025

Un oasis en el camino

Estos días he tenido la oportunidad de vivir una experiencia muy especial: el PLP2 (la segunda etapa del Proceso de Liderazgo Personal). Este proceso lo inicié en 2012, cuando participé en el PLP1, de la mano de mi amigo Jose Juan Martínez, que comenzó a compartir su metodología para elaborar un plan personal, clarificar qué quería y qué pasos dar. Desde entonces, aquel primer taller se ha ido enriqueciendo y profundizando, y esta vez he podido sumergirme aún más en este proceso de crecimiento.

Lo que hace único a este camino es que no se queda en la cabeza (en lo racional), sino que también nos abre al corazón (la emoción), las tripas (el instinto) y el espíritu (lo que va más allá de uno mismo, incluyendo la conexión con los demás). Ha sido un espacio no solo para reflexionar, sino también para sentir y sentirse, para habitar el cuerpo, para dejar que el movimiento, la respiración, la sistémica y la presencia de otros nos recuerden que el camino nunca se recorre en soledad.

Este taller es aún más especial por las personas con las que lo he compartido. Cada uno con su trayectoria, su historia, su experiencia, sus conocimientos y su manera de estar, ha aportado algo valioso al grupo. Hemos construido juntos, sumando voces, gestos y aprendizajes, incluso guiando algunos de los ejercicios. Quiero agradecer no solo a Jose Juan, por la visión y la guía que sostiene este proceso desde sus inicios, sino también a Elsa y a María Eugenia, por el cuidado y la dedicación con los que han hecho posible este espacio tan nutritivo y transformador.

Caricatura del grupo
Vuelvo con una visión más clara de lo que es importante, con el corazón más blando y sensible, con más ganas de estar con las personas a las que quiero. Siento también mi esencia más presente, lo esencial de mí mismo, y la necesidad de volver a una forma más natural de vivir: en contacto con la luz, el agua, la naturaleza… (gracias Juanma) lejos del ruido del mundo acelerado, cerca de la presencia.

Todo esto ha ocurrido en un lugar muy especial: Oasis Norte-Sur, cerca de la playa de Bolonia y de Tarifa. Un espacio de encuentro donde se unen el norte y el sur, donde quienes hemos viajado desde Burgos hemos podido compartir con quienes allí viven (Esther, Laura, Susana, Viña, Julia…), en una comunidad que siento como seudohippie: vida sencilla, menos ruido externo e interno, más conexión contigo mismo. Todo impulsado y sostenido por Elsa, guardiana de la energía, que ha creado un espacio de encuentro, de naturaleza y de vuelta a lo esencial.

Quiero destacar y agradecer el cuidado que han puesto en la alimentación. Confieso que no suelo ser amigo de la comida vegana (con v), pero me ha sorprendido y encantado lo que nos han preparado. Cada plato estaba hecho con dedicación, y se notaba no solo en el sabor, sino en la energía con la que nos nutría.

También he descubierto el valor de los rituales y de la preparación del entorno: pequeños gestos, símbolos, formas de abrir y cerrar los espacios que ayudan a que todo cale más profundo. Son detalles que marcan la diferencia y que hacen que la experiencia sea más completa, más transformadora.

Han sido días de claridad y propósito. Días que me recuerdan lo importante que es darse un tiempo para reflexionar hacia dónde vas, sentir y dejarse sentir, y qué bueno es hacerlo en buena compañía. Vuelvo con una energía renovada que me impulsa a seguir caminando con un propósito claro.

Me quedo con muchas imágenes, silencios, palabras, abrazos y sabores que resuenan en mí. No hay palabras suficientes para expresarlo todo, pero sí puedo decir que ha sido un verdadero oasis en el camino.

Mi recomendación para ti, que lees estas líneas, es que te regales también un espacio así: un paréntesis en tu rutina para parar, respirar, sentir y escucharte. No hace falta irse lejos ni esperar al momento perfecto; basta con abrir un hueco para conectar con lo esencial. Te sorprenderá la claridad, la calma y la fuerza que pueden surgir cuando te das el permiso de estar presente contigo mismo y con lo que de verdad importa.

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domingo, 7 de septiembre de 2025

El peligro de auto-explotarte

Estamos en comienzo de etapa, se acaba el verano (o el invierno, según tu hemisferio) y nos proponemos retomar rutinas, proyectos, metas: aprender un idioma, apuntarnos al gimnasio, preparar una nueva asignatura, organizar la casa… Todo cabe. A menudo, esa ilusión se convierte en una lista interminable que solo trae frustración: “no me da tiempo”, “no llego a todo”, “me exijo demasiado y acabo exhausto”. Y ahí está la trampa: en nuestra férrea voluntad de aprovechar el tiempo, lo exprimimos… y nos exprimimos.

Este es el peligro de sobrecargar la agenda: autoexplotarse. Poner en el calendario objetivos demasiado ambiciosos nos conduce a la sensación de fracaso, a ese suspiro continuo de “no me da la vida”. Queremos ser súper productivos, encajar mil actividades, rendir en todos los frentes… pero sin dejar ni un hueco para respirar. A largo plazo, nos lleva al desgaste, a la pérdida de foco y, lo peor, al olvido de lo que hace que la vida merezca sentirse vivida.

¿La clave? Dejar huecos sin programar. Rincones libres en la agenda para lo inesperado, para la quietud o para las ganas sin motivo. Reservar al menos un tramo del día, o de la semana, para descansos verdaderos, para lo que surja en paz, sin otra exigencia que disfrutar.

Pensémoslo así: no se trata de bloquear cada hora, sino de equilibrar estructura con espontaneidad. De no convertir el tiempo en tareas y objetivos, sino en experiencias que sumen vida, no solo resultados.

Eso incluye darle espacio al hedonismo, al placer sencillo, al “no hacer nada” y disfrutar de esa nada o de cualquier cosa no ligada a su productividad, que disfrutamos en sí misma, como el juego cuando éramos niños. Una taza de café que se alarga, una pausa sin culpa, un paseo por el parque sin rumbo… Eso también es invertir bien el tiempo, al fin y al cabo, eso es vivir.

Así que te dejo algunas sugerencias:

  • Plantéate objetivos realistas, que no te lleven más allá del límite.
  • También una agenda realista, con espacios vacíos, que permita ajustes.
  • Reserva tiempo libre.
  • Aprende a saborear lo inesperado.

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viernes, 5 de septiembre de 2025

Con menos tiempo tenemos más foco

Siempre me llama la atención lo productivo que soy justo antes de irme de vacaciones. Esa última semana suelo entrar en un modo de foco absoluto: priorizo lo importante, elimino lo accesorio y avanzo en tareas que quizá llevaba semanas aplazando. ¿Por qué? Porque quiero dejar todo listo, cerrar asuntos pendientes y marcharme tranquilo. De repente, el tiempo limitado, la cuenta atrás hacia el descanso, se convierte en mi mejor aliado para organizarme y rendir al máximo.

Lo curioso es que, a la vuelta de vacaciones, muchas veces perdemos ese impulso. Volvemos con la idea de que “hay tiempo”, que lo que no hagamos hoy podremos hacerlo mañana. Y en ese exceso de confianza en que el tiempo siempre estará disponible, vamos dejando que se diluya el foco que tanto nos ayudó antes de marcharnos.

Ahora que septiembre está aquí y muchos regresamos a la rutina, es buen momento para recordarlo: cuando sentimos que el tiempo es limitado, trabajamos mejor. Nos volvemos más selectivos, más claros y más decididos. Al contrario, cuando creemos que tenemos horas y días de sobra, caemos fácilmente en el autoengaño del “ya lo haré”.

No es casualidad el dicho popular: “Si quieres que algo se haga, encárgaselo a una persona ocupada”. Quien está ocupado no puede permitirse perder tiempo; quien tiene poco espacio en la agenda suele ser quien mejor lo aprovecha. Mientras tanto, quien está demasiado ocioso acaba postergando, atrapado en esa falsa comodidad de que siempre habrá un mañana.

La paradoja es evidente: con menos horas, respetamos más cada hora. Con menos tiempo, le damos más valor al tiempo. Y ese principio no solo aplica al trabajo: también a la vida misma. La consciencia de que el tiempo no es infinito nos ayuda a cuidarlo más, a priorizar lo que de verdad importa y a evitar perderlo en lo irrelevante.

Con menos horas disponibles:

  • Priorizas lo esencial.
  • Dices no a lo accesorio.
  • Tomas decisiones rápidas.
  • Evitas distracciones porque sabes que no puedes permitirte ese lujo.

Quizá la clave para mantener el foco de septiembre sea simple: vivir cada día como si estuviéramos a punto de irnos. Con la claridad de que no podemos abarcarlo todo, pero sí podemos dar lo mejor en lo esencial.

No se trata de vivir con prisa, sino con consciencia. Menos horas, bien enfocadas, producen mejores resultados que muchas horas diluidas. Y menos vida desperdiciada en lo irrelevante deja más espacio para lo que de verdad nos llena.

Porque el tiempo limitado no es una condena, es una brújula. Y nos recuerda lo que realmente merece nuestra atención.

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